Jesucristo es mi salvador si acepto su salvación / Por Conchi Vaquero

Meditación en vídeo grabada en directo

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Camino Católico.- Conchi Vaquero Callejas, laica casada y madre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, prosigue con esta tercera enseñanza el Seminario de Vida en el Espíritu, al final del cual se orará por la Efusión del Espíritu Santo.  El tema de hoy es la salvación en Jesús. Cristo nossalvó muriendo en la cruz del pecado y de la muerte, pero nosotros debemos aceptar cada día esa salvación para que el Señor pueda rescatarnos de nuestras tinieblas. Conchi Vaquero pertenece también al grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta charla, el lunes 13 de mayo de 2013.

Textos complementarios para poder realizar, profundizar, y orar el Seminario de Vida en el Espíritu

Tema 3.- La salvación en Jesús

Objetivo del tema: Presentar a Jesús, muerto, resucitado y glorificado como la única solución para el mundo y cada individuo. Proclamar que ya fuimos salvados por su Sangre.

A. Síntesis de los dos temas anteriores:

Dios nos ama, pero el pecado nos impide experimentar ese amor. El hombre solo no puede salvarse.

B. —La Buena Noticia

Si el hombre era incapaz de llegar a Dios, Dios vino al hombre. Si nosotros no teníamos las fuerzas necesarias para subir a El, El descendió a nosotros.

Cuando no había esperanza alguna de solución al problema más grave del hombre, entonces brillo una luz en medio de las tinieblas: Dios cumplió su promesa de salvación.

Tanto amó Dios al mundo

Que le envió a su Hijo único;

No para condenar al mundo,

Sino para salvar al mundo: Jn 3,16-17.

Por tanto, si hay una solución para todos y para cada uno: se llama Jesús, cuyo nombre significa: «Yahveh salva». El no solo trae la salvación de Dios. El mismo es la salvación. Es el médico y la medicina al mismo tiempo, es «Dios con nosotros» salvándonos.

a. —Vence a Satanás

Desde el momento mismo en que nuestros primeros padres pecaron, Dios nos prometió la salvación: Le dijo a la serpiente:

Enemistad pondré entre ti y la mujer;

Entre tu linaje y el de ella.

Uno de su linaje te aplastara la cabeza: Gen 3,15.

Jesús, descendiente de la mujer, aplasta la cabeza del enemigo. El Príncipe de este mundo es echado abajo y nada puede contra Jesús. Jesús es el único que ha vencido a Satanás y a su mundo tenebroso.

¡Ánimo!: Yo he vencido al mundo: Jn 16,33.

B. —Salvación del pecado

Jesús es el Cordero de Dios que viene a quitar el pecado del mundo para que podamos vivir en plenitud la vida. Su misi6n no es s6lo quitar los males y sufrimientos de este mundo, sino arrancar la raíz que origina todo este mal: el pecado.

Por nuestro pecado, todos nosotros estábamos enemistados de Dios y teníamos con El una cuenta pendiente que no éramos capaces de saldar.

Nos paso como si habiendo comido en un restaurante, al momento de querer pagar la cuenta, no tuviéramos dinero de tal manera que tendríamos que ir irremediablemente a la cárcel. Pero, en ese instante se acerca el dueño del establecimiento y nos dice: el señor que estaba sentado en la otra mesa lo conoce a usted y ya pag6 toda su cuenta.

Nosotros debíamos a Dios una cuenta por habernos comido el fruto prohibido, y no teniendo con que pagar, debíamos ir al infierno. Pero, Jesús se acercó hasta nosotros, tomó la nota de cargo que había contra nosotros y la clavo en su cruz. El Padre, al ver tanto amor de su Hijo por nosotros, canceló nuestra cuenta. Por tanto, ya estamos en paz con Dios porque ya nada le debemos. Nuestro Dios es el Dios de los perdones: Neh 9,17.

Nosotros que estábamos muertos

A causa de nuestros delitos

(Dios) nos vivificó juntamente con Cristo

Y nos perdonó todos nuestros pecados.

Cancelo la nota de cargo que había contra nosotros…

Y la suprimió clavándola en la cruz: Col 2,13-14.

De esta manera ya ninguna condenación pesa sobre nosotros. Nuestros pecados han sido perdonados gracias a la sangre de Cristo que le pidió a su Padre cuando estaba colgado en la cruz: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». ¿Acaso el Padre no escuchó esta oración del Hijo de sus complacencias? Nada le puede negar a el.

Por tanto, ya estamos en paz con Dios y nos podemos acercar confiadamente a Él por los méritos de Cristo.

— olvida el pecado:

Dios no solo perdono nuestras culpas y pecados, sino que las olvidó completamente. Cuando Dios perdona, per dona para siempre, es decir, no se vuelve a acordar nunca más de nuestros pecados perdonados. Jesús, enviado del Padre, toma nuestros pecados y el arrojo hasta el fondo del mar. Allí han quedado sepultados para siempre y es imposible volverlos a sacar:

Tú te vuelves a compadecer de nosotros y pisoteas nuestras iniquidades. ¡Tú arrojas hasta el fondo del mar todos nuestros pecados!: Miq 7,19.

Por tanto, ya no hay quien nos acuse frente a Dios. Dios nos había prometido a través del profeta Jeremías que en la Nueva Alianza no solo se apiadaría de nuestras iniquidades, sino que ni se acordaría ya de nuestros pecados: Jer 31,34.

Dios no tiene una lista negra con todos nuestros pecados, la cual nos será mostrada al final de nuestra vida. No. Los pecados perdonados por Dios ya están completamente olvidados por El. Dios solo tiene una cosa mala: mala memoria para nuestros pecados perdonados por la sangre de su Hijo. Jamás nos los recuerda o echa en cara.

Cuando Dios voltea a vernos nos ve perdonados por la Sangre preciosa de su Hijo amado; somos santos e inmaculados en su presencia, ya que la Sangre de Cristo nos purificó de todo pecado y nos ha llevado hasta la perfección Heb 10,14.

— libera del pecado:

La obra de salvación no se limita a quitarnos nuestros pecados. No es como una lavandería que nos lava lo que está manchado pero que luego nosotros lo volvemos a ensuciar. No.

Jesús no solo vino a quitar o perdonar el pecado, sino a liberarnos del pecado, es decir nos capacita para ya no pecar.

El pecado es una esclavitud, una debilidad que arrastra a nuestro cuerpo. Hacemos el mal que no queremos y no somos capaces de hacer el bien que debiéramos; de tal manera que gemimos en ansias de la liberación de esta debilidad que nos encadena: Rom 7,14-25.

Nos pasó como a aquellos matrimonios antiguos, concertados por los padres siendo aun niños los futuros contrayentes: desde que nacimos fuimos desposados con el pecado. El era nuestro amo que mandaba cruelmente sobre nosotros, nos maltrataba, hacia sufrir y nos esclavizaba. Pero un día al ver Jesús ‘que no éramos libres tomó ese pecado y lo hizo morir en su cruz, quedando de esa manera nosotros totalmente libres, gracias a Cristo Jesús muerto y resucitado.

Una vez ya liberados de nuestro antiguo marido, cual casta virgen, fuimos desposados en santidad con Cristo Jesús. Desde entonces el pecado ya no señorea sobre nosotros, ya no tenemos por qué obedecerle y hacer lo que nos manda. El pecado ya no tiene ningún poder sobre nosotros ni estamos a su servicio, sino que por amor servimos a Jesús, con quien ahora estamos desposados: 2Cor 11,2.

En Cristo Jesús fuimos hechos nuevas criaturas. Todo lo viejo paso, el hombre viejo murió y ahora somos completamente nuevos (2Cor 5, 17). Para ser libres nos libertó Cristo (Gal 5,1). Contamos ahora con la fuerza de Dios para vencer el pecado y este ya perdió todo su poder de influencia sobre nosotros.

c.—Comunica Vida Divina: paz.

Dios no envió a su Hijo amado solo a desatar nudos o romper cadenas de pecado, sino que especialmente fue enviado para traer vida, y vida en abundancia: Jn 10,10. Jesús es presencia del amor del Padre para con los pecadores, para que alii donde abunda el pecado, sobreabunde el amor misericordioso de Dios: Rom 5,20.

El vivid la vida humana en toda su plenitud y riqueza, ensenándonos la verdadera dimensión de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Jesús le da verdadero sentido a la existencia, e instaura la paz en todas sus dimensiones.

— La mujer adultera: Jn 8,3-11. (Paz consigo misma). Los que la sorprendieron pecando, la llevaron ante Jesús, seguros de que iba a confirmar la pena de muerte decretada por Moisés. Más, contrariamente, Jesús tiene fe en ella, aunque haya sido infiel; devolviéndole toda la dignidad perdida. La hace mujer. Para Jesús todo tiene remedio. Es más, ni siquiera hace alusión a su pasado. Tampoco la condena. Para ella hay un porvenir totalmente nuevo y abierto: Vete y no Peques más, le dice.

— El rico Zaqueo: Lc 19,1-10. (Paz con los demás.) Zaqueo era un hombre muy rico, al que nada le faltaba, excepto estatura. Sin embargo, para compensar su baja talla se había hecho de las más altas riquezas, a costa de injusticias y opresiones, aprovechándose de los demás.

Un día, entro Jesús a la ciudad de Jericó y Zaqueo se tuvo que subir a un árbol para poder verlo. Jesús lo vio y se invito a comer a su casa. Desde entonces todo cambió. Le quitó la seguridad donde estaba afianzada su vida y le dio otra seguridad más firme e inconmovible; la alegría de ser justo.

Jesús cambio la vida de Zaqueo. Le dio un nuevo sentido, mostrándole que un hombre no se puede satisfacer con las cosas de este mundo, que hay un mundo más trascendente que las cosas que podemos contar o tocar: el Reino de los Cielos. Zaqueo fue liberado de la codicia, y comenzó a vivir en justicia y paz con todo el mundo.

— El ladrón arrepentido: Lc 23,39-43. (Paz con Dios.) Por asesino y por ladrón lo habían condenado a morir en una cruz. Ya ni los azotes ni la cárcel eran remedio para él. Nada ni nadie podía corregirlo: por eso, lo condenaron a muerte y fue crucificado el Viernes Santo a la derecha de otro hombre, Jesús, que nada malo había hecho. Todos le habían condenado, y hasta el mismo Ilegó a estar de acuerdo en que ya no había otro remedio para el, sino la muerte. «Nosotros sufrimos un justo castigo», dijo. Le parecía normal tener que morir. Estaba convencido que para el no había ninguna esperanza de salvación y recuperación en este mundo. Pero, recurrió a Jesús que estaba sufriendo el mismo suplicio, y Jesús le abrió una puerta al que todo mundo le cerraba el derecho a la existencia. Jesús no rechazo al rechazado por la ley y la justicia de este mundo. Al contrario, le dio una Nueva Vida al que moría: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». Para Jesús no todo está acabado. La vida de ninguno termina, ni siquiera con la muerte. Para Jesús nadie está condenado a muerte. Todo tiene remedio. El ladrón encontró la reconciliación con Dios a través de Jesús crucificado.

C.—Como se realizó Nuestra Salvación

Jesús realizó de una vez y para siempre, la salvación integra del hombre y de todos los hombres.

a. —por su encarnación

La prueba de que Dios nos ama es que siendo nosotros pecadores nos envió a su propio Hijo el cual tomó nuestra carne de pecado: Rom 5,8.

El Hijo de Dios, siendo de condición divina, tomó una carne pecadora y habitó entre nosotros, haciéndose semejante a nosotros en todo, menos en el pecado: Heb 4,15. Asumió todas nuestras limitaciones humanas y vivió plenamente nuestra vida, con su grandeza y su miseria: lloró, canto, se sintió solo y abandonado, se llenaba de gozo y su rostro reflejaba esperanza; pero tampoco le faltó el momento del pavor y de la angustia. Admiraba los campos, el cielo y los animales; pero sufría hasta las lágrimas la dureza de su pueblo. En fin, al hacerse hombre unió en sí mismo, en una sola persona, toda la vida del hombre y toda la vida de Dios. La ruptura entre Dios y el hombre, originada por el pecado de nuestros primeros padres, quedo unida para siempre en el Dios-hombre a quien llamaban Jesús.

Jesús es «Emmanuel»; Dios con nosotros: Mt 1,23. Y si Dios está con nosotros ¿Quién podrá estar contra nosotros? Nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios manifestado en Crista Jesús: Rom 8,31-39.

b. —por su muerte

Jesús no fue asesinado. El voluntariamente se entregó a la muerte por amor a nosotros los pecadores para cargar con nuestro pecado. El tomó sobre si todos nuestros pecados y al morir en la cruz murió con el nuestro pecado. De esta manera nuestro pecado quedo para siempre muerto en la cruz de Crista.

Es como si se muere una persona que se llama Luis Alfonso. Naturalmente que cuando se muere Luis en ese mismo instante muere Alfonso. Eso fue lo que sucedió en la muerte de Jesús. El no tenia pecado, pero, cargando con todos nuestros pecados se hizo pecado: 2 Cor 5,21. Por tanto, en la cruz estaba agonizando Jesús-Pecado; y al morir Jesús a las tres de la tarde de aquel Viernes Santo, también se murió pecado, nuestro pecado. En la cruz de Cristo murió todo lo que debía y podía morir.

Además Jesús suprimió todas las consecuencias del pecado. Si el pecado es la causa de todos los males en este mundo, al ser arrancada esa raíz por Jesús, fueron suprimidas todas las nefastas consecuencias del pecado:

— Con su resistencia pacífica, murió toda violencia.

— con la entrega de todo lo que tenia, murió el afán de las riquezas y la ambición de poder.

— con su impotencia, murió el deseo de dominio y de poder terreno.

— con la sumisión a su Padre, murió la independencia frente a Dios.

— con el abandono en las manos de su Padre, murió toda confianza y seguridad terrenas.

— con el perdón otorgado a sus verdugos, murieron odios, rencores y resentimientos.

— con su confianza, murió toda desesperación y angustia.

— con su entrega, murió todo egoísmo.

En la cruz de Jesús, murió todo lo que no nos dejaba vivir como hijos de Dios, y por su Sangre, fuimos rescatados, lavados y purificados. El soporto el castigo que nos trae la paz; y por sus heridas, fuimos liberados.

c. —por su resurrección

La obra salvífica de Jesús no término en la cruz. Lo que paso después fue aun más admirable, ya que al tercer día de haber muerto y haber sido sepultado, el poder de Dios lo resucito de entre los muertos, quedando para siempre muerto nuestro pecado, mientras que Jesús resucitaba con una Nueva Vida para ofrecerla a todos nosotros.

Sucedió como cuando un malhechor es sentenciado a cadena perpetua. Naturalmente que no va a querer entrar a la cárcel porque sabe que de alii nunca podrá volver a salir. Entonces tratara de escaparse por todos los medios. Para que esto no suceda, un policía lo amarra y se mete junto al malhechor hasta adentro del penal. Ciertamente los dos tienen que entrar a la cárcel, pero en cuanto el policía lo deja detrás de las rejas, el sale libre y el malvado queda preso.

Eso mismo fue lo que hizo Jesús para encarcelar nuestro pecado. Cargo con el hasta la tumba y alii lo dejo encerrado y enterrado. Pero al tercer día, Jesús salió de la tumba y dejo para siempre muerto nuestro pecado.

En la resurrección Jesús vence a la peor de todas las consecuencias del pecado: la Muerte. Por eso podemos cantar victoriosos:

¿Donde está, oh muerte, tu victoria?: 1Cor 15,55.

Al resucitar Jesús abrió todas las posibilidades para la humanidad. Si un muerto resucita entonces todo lo demás también es posible y sencillo: los ciegos ven, los paralíticos andan, los afligidos encuentran consuelo y esperanza. Se abre una puerta para el género humano, una luz brilla en medio de las tinieblas. Una Nueva Vida es posible. El gozo, la paz, la paciencia, la comprensión, la libertad, la justicia, y la armonía se pueden vivir en este mundo, porque Cristo ha resucitado. Si Dios resucito a Jesús de la muerte, entonces también puede librarnos a nosotros de todo lo que no nos deja vivir plenamente nuestra vida: injusticias, opresiones, colonialismos, dependencias, etc.

Si a través de la encarnación de su Hijo, Dios vino a hacer morada entre los hombres, por la resurrección de Jesús un hombre esta ya con Dios. Se ha restablecido ya totalmente el puente de comunicaci6n entre Dios con los hombres y los hombres con Dios, gracias a la resurrección de Jesús.

En Cristo no hay ya muerte. Todo es vida en el. Ha resucitado y está vivo, ofreciéndonos su vida de resucitado. No s6lo resucito, sino que nos ha resucitado, juntamente con el.

D.—Conclusión

Jesús, muerto y resucitado, es la solución de Dios para el mundo. El es la única solución. No hay otro camino:

No hay otro nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvados: Hech 4,12.

Él es el único capaz de quitar el pecado del mundo y vencer a Satanás, suprimiendo lógicamente todas las consecuencias del pecado.

En su cruz dio su vida por nosotros. En su resurrección dio su vida a nosotros. En su cruz murió nuestro pecado y en su resurrección nos comunicó vida abundante para que como el, vivamos como hijos de Dios.

Jesús no nos salva hoy. Jesús ya nos salvó desde hace dos mil años por su muerte y resurrección. Nosotros, por nuestro pecado, éramos como un barco que se hundía en medio del mar y solo había una barca salvavidas. Esa barca es Jesús que cuando nos encontramos con el no solo salva nuestra vida sino que nos da una vida totalmente nueva. No hay otro camino para ser salvados. El es la única y real esperanza para el hombre y el mundo.

Si Jesús no nos salva hoy es porque ya nos salvó desde hace dos mil años por su muerte y resurrección, ciertamente su salvación si es para hoy para cada uno de nosotros. El es el mismo ayer, hoy y siempre, y tiene ganada la victoria sobre el pecado y todo el mal de este mundo.

Nosotros estábamos muertos a causa de nuestros delitos y pecados en los cuales vivimos en otros tiempos según el proceder de este mundo,

Según el imperio de Satanás que actúa en los rebeldes en medio de las tendencias de la carne y siguiendo los apetitos de la carne y de los malos deseos,

Destinados como todos ellos también al castigo. .. Pero, Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo —por gracia hemos sido salvados— y con el nos resucitó

Y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús: Ef. 2, 1-6.

REFLEXION POR GRUPOS

1. ¿Cómo realizo Jesús la salvación de todos los hombres?

2. ¿Quieres vivir y experimentar la Nueva Vida traída por Jesús en todas las áreas de tu vida?

MEMORIZAR:

— Tanto amo Dios al mundo que le dio a su Hijo único no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve: Juan 3,16-17.

— Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia: Juan 10,10.

— Jesús Nuestro Señor fue entregado a la muerte por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación: Rom 4,24-25.

— Otras citas: Romanos 5,8; Hechos 4,12; Jn 16,33; Col 2,13-14; Miq. 7,19. 

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