Jesús con tu agua nos regalaste tu propia vida en los sacramentos de la Iglesia / Por P. Carlos García Malo

*  «Ellos nos ayudan a vivir en Ti y para Ti santificando nuestras vidas. Nos asemejan más a tu imagen de hijos en el Hijo. Y no te importó en el Jordán identificarte con tu creación herida para comenzar a enseñarles el camino a seguir. En las aguas bautismales, también para nosotros, se abre el cielo y un Dios amoroso repite aquellas palabras que escuchó el Bautista: «éste es mi hijo amado»»

Carlos García Malo / Camino Católico.- “Cuando se lava el Salvador, se purifica toda el agua necesaria para nuestro bautismo y queda limpia la fuente, para que pueda luego administrarse a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel baño”, dijo San Máximo de Turín en el Siglo V al referirse al Bautismo del Señor que la Iglesia celebra hoy.

Con el Bautismo del Señor se concluye la temporada de Navidad y la Iglesia nos invita a mirar la humildad de Jesús que se convierte en una epifanía (manifestación) de la Santísima Trinidad.

“Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y sin duda para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua”, manifestó San Gregorio Nacianceno en uno de sus sermones. “También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio”, añadió el Santo.

Evangelio: Lucas 3,15-16.21-22

En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a a todos: – ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino un voz del cielo: – ´’Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco’”.

Y tú, Jesús, el Cristo, hijo de María, te hiciste semejante en todo al hombre menos en el pecado. Y entendiendo las limitaciones humanas y las humillaciones que la transgresión a tu ley produce en el alma de todo viviente quisiste en la cruz que de tu costado, traspasado por la lanza, manara sangre y agua. Con tu sangre compraste nuestra libertad y salvación, con tu agua nos regalaste tu propia vida en los sacramentos de la Iglesia. Ellos nos ayudan a vivir en Ti y para Ti santificando nuestras vidas. Nos asemejan más a tu imagen de hijos en el Hijo.

Y no te importó en el Jordán identificarte con tu creación herida para comenzar a enseñarles el camino a seguir. En las aguas bautismales, también para nosotros, se abre el cielo y un Dios amoroso repite aquellas palabras que escuchó el Bautista: «éste es mi hijo amado».

Y te complaces en cada uno de nosotros y te gozas y saltas de alegría en cada nueva creación que va a compartir intimidad contigo. A partir del bautismo comienza una vida de eternidad junto a Ti.

Recordemos siempre este regalo de amor. Recordemos el día de nuestro bautismo como el día de gracia que fue celebrándolo cada año. Actualicemos todos los dones que se nos dieron. ¡Feliz día del bautismo del Señor!

Carlos García Malo

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