Joelle Maryn, modelo y actriz, alejada de Dios por un drama familiar tuvo una experiencia mística: «Admití mi necesidad de Cristo. Le pedí que me salvara y volviera a mi vida»

* «Después de confesarme sentí el poder sanador del amor de Dios tan profundamente que no pude guardarme estas buenas noticias sólo para mí, quería que todos conocieran el amor de nuestro Padre celestial y experimentaran Su amor y piedad como yo. Comparto mi historia y el poder sanador del amor de Dios con jóvenes y adultos, con un foco en la vida sacramental de la Iglesia, nuestra verdadera identidad como hijos amados de Dios, y la oración»

Joelle Maryn contaba su retorno a la fe así en 2019 entrevistada en inglés pero el vídeo puede verse con los subtítulos en español entrando en subtítulos C, acto seguido en la ruedecita de la derecha de configuración, luego en subtítulos, después en traducir automáticamente y eligiendo el español

Camino Católico.-  «Pasé muchos años como actriz, modelo y empresaria. Si me hubieran dicho que acabaría como oradora y evangelizadora católica nunca les hubiera creído», comenta Joelle Maryn en su Facebook. «Hoy cada día le pido a Jesús que me salve y esté conmigo; una de mis oraciones preferidas es ‘quédate conmigo, Señor’, del padre Pío».

Joelle Maryn es hoy una popular oradora católica sobre Teología del Cuerpo, y también sobre educación afectiva y autoestima, especialmente edificante al hablar con muchachas jóvenes. Nacida en una familia católica, estuvo muchos años alejada de Dios y volcada en las ilusiones huecas del lujo y la moda. Dios la despertó con una potente experiencia mística. Ha contado su historia en CHNetwork y está escribiendo un libro sobre su itinerario de fe, esperando que ayude a otras personas. Lo explica P.J. Ginés en Religión en Libertad.

Joelle Maryn en un posado para un reportaje visual sobre espiritualidad

Una niña «conectada» con Dios

«De niña yo rezaba mucho. Nací y crecí en la fe católica, en un pueblecito del estado de Nueva York. Desde nuestro comedor se veía la iglesia de Santa María y sus salones y el párroco venía a menudo a comer a casa. Mi fe era profunda y conversaba con el Señor como si tuviera línea telefónica directa. Sentía Su presencia en mi vida y sabía que Él puede mover montañas», explica Joelle.

Pero a los 6 años una terrible tragedia golpeó a la familia la semana antes de Navidad. Una vela de la corona de Adviento de la casa incendió el árbol de Navidad. La casa ardió. «Desperté con mi padre gritando mi nombre entre las llamas rugientes», recuerda.

Una familia destrozada por la tragedia

Su padre la sacó a la calle y le ordenó que pidiese ayuda a los vecinos. Después él se metió en el fuego a buscar a su hermana María de 11 años. Los bomberos tardaron en llegar aunque estaban cerca. Y María murió en el hospital por inhalación de humo

«Papá aulló y gritó mientras me abrazaba. Mi corazón podía sentir el dolor de su corazón con tanta fuerza que pensé que era el mío. Ver a un hombre, mi padre, con ese dolor interior. No hay palabras. El sufrimiento de perder a mi hermana es indescriptible», recuerda.

«Toda nuestra familia quedó muy herida. La vida parecía no tener significado ni esperanza. Esa noche perdí a mi madre en la depresión, a mi padre en el alcoholismo, mi casa, juguetes, ropas, todo lo que conocía y amaba», explica Joelle.

¿Dónde estaba Dios? ¿Por qué ella vivía pero no su hermana María? ¿Por qué Dios la dejaba en este mundo de miseria?

«Dios, ¡resucita a mi hermana!»

Pocos meses después, el día que cumplió 7 años, sabiendo por la Biblia que Dios podía resucitar a los muertos, juntó todas sus muñecas en una forma de tamaño humano y rezó a Dios para que con ellas reconstruyera a su hermana. «Le pedí que la resucitara, pero no pasó nada. Pensé que quizá no me había oído bien, o no rezaba lo suficientemente duro, así que lo intenté de nuevo». Y una tercera vez, sin resultado.

«Pensé que Él no me amaba lo suficiente, perdí mi confianza y esperanza en Él. Subconscientemente desconecté mi línea de teléfono con Él», detalla. Aunque durante unos años seguiría yendo a misa con su familia y rezando, lo haría ya con una fe absolutamente debilitada.

En la adolescencia «empecé a justificar el pecado y me alejé más y más de Dios». Veía a sus abuelos, que ayudaban a la familia, rezaban el rosario cada día, iban a misa diaria, y ante ellos se sentía como un fracaso. Y aprendió a vivir detrás de una máscara.

Actriz, modelo y empresaria

Desde los cinco años sabía que era buena en el escenario y que representar papeles le hacía la vida más llevadera. En la adolescencia empezó clases de voz y teatro en Nueva York, y después empezó una carrera de modelo y actriz en Nueva York, luego en Los Ángeles y luego en Austin, Texas. También lanzó una empresa de cosméticos.

«Fui modelo para marcas nacionales como Jergens y Target, cartel en Times Square, anfitriona de un show de TV en ABC-5, actriz en películas independientes, portada en varios libros, invitada en shows de noticias de la NBC… Al mundo le parecía que lo tenía todo. Pero cuanto más tenía, más vacía me sentía».

Heridas en el mundo del espectáculo

Incluso cuando a uno le va bien en el mundo del espectáculo hay aspectos dañinos, señala ella. Continuamente eres juzgado por tu aspecto y por cuánto dinero puede tu aspecto dar a otros. Eres juzgado, y a menudo rechazado. Creas imágenes para satisfacer al mundo, que no son reales.

«Nunca pensé ser suficientemente buena. Durante años sufrí de tener mala imagen de mí misma», señala. Aunque oficialmente nunca le diagnosticaron un desorden alimenticio, su peso era escandalosamente bajo y, sin embargo, «como muchas modelos, nunca pensé ser suficientemente delgada».

Joelle mira sus fotos de esa época, mira sus ojos de esa época, «y veo tanto vacío, una mirada hecha de nada y de profunda tristeza». Piensa que otras personas no se fijaban distraídas por el glamour exterior.

Tenía como dioses, dice, al materialismo, a la vanidad... y eso la iba consumiendo.

«Cuando haga tal papel o función seré feliz», o «cuando tenga tal cosa seré feliz», se decía… y nunca lo era. llegó a tener dos casas junto al mar en Florida, y luego una casa de ensueño en Austin «con patio italiano y vistas al lago y las colinas». Volaba continuamente de Los Ángeles a Nueva York hablando con los sultanes de la moda. Y se sentía vacía. «Buscaba sanación y aceptación en los lugares erróneos«.

El día de gran foto, la noche del gran llanto

En 2012 se hizo una foto con un vestido que valía 4.000 dólares y el cartel de Hollywood detrás, como cara visible de su propia marca de cosméticos. Muchos dirían que estaba en la cima.

Una de las fotos que hizo Joelle Maryn en 2012, unas horas antes de admitir entre llanto que necesitaba a Dios

Pero esa misma noche, reflexionando, se daba cuenta de que todo era teatro y esconderse. Esconderse, ¿de qué? De la verdad, intuía. Pero, ¿qué es la verdad?

«Necesitaba verdad, necesitaba sanación, necesitaba saber quién era de verdad y cómo salir del embrollo en que me encontraba. Quería ser libre pero estaba atada en las pesadas cadenas del pecado, el egoísmo y las mentiras sobre mi identidad», explica sobre ese momento.

Esa noche, en el suelo bajo la ducha de su elegante hotel de Hollywood, lloró, y sollozó y gimió. «Me sentí rota, vacía».

sintiéndose desesperada, clamó a Dios. «Por primera vez en varios años, recé de verdad«. No era como sus oraciones superficiales de «Señor, quiero encontrarme con tal famoso o conseguir tal encargo».

«En ese momento en la ducha abrí mi corazón a una relación con Él. Admití mi quiebra, mi necesidad de Él. Le pedí que me salvara y volviera a mi vida. En ese momento empezó mi camino a casa».

Una semana rezando… Dios responde en la ducha

«Cuando volví a Austin, continué rezando y pidiendo a Dios que me orientara. Una semana después, estaba en el cuarto de baño cuando, de repente, tuve un encuentro con el Señor», añade.

Esta es la experiencia mística que transformó a Joelle, una vez más en la ducha.

«Vi mi vida como flashes ante mis ojos. Era como una experiencia cercana a la muerte, como ser convocada a juicio. Vi cada pecado que había cometido. Era doloroso ver esos pecados en mi alma, ver cómo había ofendido así a un Dios asombroso. Peor, se me mostró cómo había empleado mal mi don de liderazgo, y vi el efecto de mis pecados en los demás, y como, cuando estas personas me seguían, dañaban a más y más gente. Vi como el pecado pequeño se convertía en más pecado. Y como con cada uno me cegaba más y más, hasta ya no poder ver la verdad. Era como un efecto de bola de nieve».

«Tenía pecados mortales en mi alma. Pero lo peor era que vi que mi columna de cosas buenas, la columna con la lista de cosas para las que yo había sido creada, para el uso de los dones que se me concedieron, estaba casi vacía. Me había quedado centrada en mí. No había amado».

«No hay palabras para describir el dolor que sentí, el dolor de que se abrieran mis ojos espirituales y viera que no había cumplido la voluntad de Dios, que yo no era quien Él quería que yo fuera», añade.

«Fue una experiencia profunda y mediante ella mi vida cambió para siempre», detalla, aunque admite que «necesitó dos años más para entenderla con claridad».

Investigando después en el Catecismo, por ejemplo, leyó (parrafo 682) que en el Juicio al final de los tiempos «Cristo revelará la disposición secreta de los corazones y dará a cada hombre según sus obras y según su aceptación o rechazo de su Gracia». Eso se parecía a lo que había experimentado ella interiormente.

La ex-modelo y ahora evangelizadora Joelle Maryn, entrevistada en 2020 en el programa católico RockTalk

Hambre y sed de Dios: la Biblia entera en dos meses

«Tras mi experiencia en la ducha, sentí una enorme gratitud de que me dieran una oportunidad de vivir y servir. Tenía hambre y sed de la verdad, e inmediatamente empecé a leer la Biblia. Me leí la Biblia entera de principio a fin en dos meses«, explica Joelle.

«El pasaje sobre Jesús perdido en el templo escuchando a los maestros -Lucas 2,41-52- aparecía una y otra vez en mi oración. Pregunté al Señor: «¿dónde puedo encontrar un templo como ese y aprender de tus maestros? ¡Quiero perderme en tu templo!»

Rezando así, una imagen de la Iglesia Católica apareció en su mente. Decidió empezar a ir a misa diaria. Llevaba 12 años lejos de la Iglesia, «los 12 peores años de mi vida». Sí, a veces había dicho a otros que era católica o iba a misa en alguna fiesta con su familia, pero eso no era fe.

«Nunca olvidaré mi primera misa al volver, como me sentí de vuelta en casa. Todo parecía estar bien, me dio una paz indescriptible».

Fue a comulgar y sintió «inmenso gozo y humildad. Me sentí pequeña y segura en Sus brazos».

Volver a la confesión

Perseverando en las misas diarias, despertó en ella la conciencia de que necesitaba confesarse. Su experiencia mística no se lo había pedido, fue la misa diaria lo que «gentilmente» le llevó al confesionario.

No se confesaba desde que era una estudiante de instituto casi 12 años antes, y sólo porque su abuela la metió en el confesionario.

Ahora acudió con una larga lista de 12 años de pecados escrita. Lo sentía por el sacerdote que tuvo que escucharlo. Pero aunque recibió la absolución no se sentía verdaderamente perdonada.

Volvió a confesarse una semana después, arrepintiéndose de su falta de confianza en Dios. Lo acompañó con ayuno y rezando por retirar «la nube oscura» que aún la envolvía.

Esa noche, al volver a casa de su segunda confesión, lloró de rodillas junto a su cama, con arrepentimiento y contrición sincera. Se encontró a sí misma gritando: «Abba, abba». No sabía lo que decía, no recordaba la enseñanza de Romanos 8: «No recibisteis un espíritu de esclavos, sino de hijos adoptivos, para gritar ‘Abba’, ‘Padre'».

Y llorando con estas palabras («Abba, abba») sintió «otro encuentro con el Señor. En un momento me llené e inundé de su paz y amor. Toda la oscuridad y el pesar se fueron. Sentí ligereza y mis lágrimas se convirtieron en alabanza».

Sanación en Dios… y deseo de evangelizar

Un cartel del tipo de charlas que Joelle suele dar a chicas adolescentes sobre autoestima y teología del cuerpo

A partir de este momento, «sentí el poder sanador del amor de Dios tan profundamente que no pude guardarme estas buenas noticias sólo para mí, quería que todos conocieran el amor de nuestro Padre celestial y experimentaran Su amor y piedad como yo».

Así empezó una vida de crecimiento en la fe. Se leyó todo el Catecismo de la Iglesia Católica, pasó horas incontables ante el Santísimo, buscó un director espiritual y pensó cómo servir mejor a Dios.

Leyó El Castillo Interior de Santa Teresa de Ávila y quedó muy impactada por él. Durante 4 años se formó como seglar carmelita y se considera carmelita en su corazón.

Después de rezar y discernir tres años y medio, cerró su empresa de cosméticos. «Me costaba decirles a las mujeres que su problema era su delineador de ojos sabiendo que tenían temas mucho más grandes que atender y que, sobre todo, Dios desea que encontremos nuestra verdadera identidad en Él».

Empezó a servir en ministerios católicos con jóvenes y para preparar a la Confirmación. Después, como oradora y evangelizadora a tiempo completo. «Comparto mi historia y el poder sanador del amor de Dios con jóvenes y adultos, con un foco en la vida sacramental de la Iglesia, nuestra verdadera identidad como hijos amados de Dios, y la oración».

Sacó un título diocesano sobre el amor humano y le apasiona la Teología del Cuerpo. Hoy le gusta compartir su fe y su experiencia a través de la imagen, las redes sociales y la televisión.

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