Joseph Leeds se drogó en una fiesta ‘rave’ y fue apalizado por la policía: «Entendía que me iba a morir y dije: ‘Dios, te lo suplico… ¡sálvame! ¡Y entonces vi ángeles!»

* «Abrí los ojos, y habían pasado ya 3 días. Estaba en una unidad de cuidados intensivos, con tubos. Pero los médicos se habían rendido, un sacerdote había venido y me había dado la Unción de los Enfermos. Y entonces fue que desperté»

Camino Católico.- El Día de la Madre de 2014, Joseph Leeds, que entonces tenía 18 años, bromeaba con sus amigos acerca de lo que planeaba regalar a su mamá: despertarse él en el hospital después de una noche de juerga, alcohol y drogas. A su madre, una católica irlandesa que iba a misa con cierta frecuencia, le «encantaría», el regalo. A su padre le daría igual: su padre también se drogaba mucho.

Leeds no negaba que Dios existía, pero -como dijo a un amigo justo antes de ese día- «yo respeto a Dios, pero no lo necesito para nada». Había hecho clases de catequesis para la Comunión y la Confirmación, pero casi siempre acudía atontado por la marihuana, no prestaba ninguna atención ni aprendía nada.

Ese día tenía sólo un objetivo. Había convocada una gran ‘rave’ en Londres, una fiesta salvaje de música y alcohol (y droga de fácil acceso) detrás de los arcos de ladrillo del tren en Great Suffolk Street. Unas diez mil personas acudirían. El testimonio de conversión de Joseph Leeds lo explica P.J. Ginés en Religión en Libertad.

Objetivo: drogarse más que nunca

Joseph se planteó un reto: tomar más droga que nunca. «No es que quisiera matarme», explica en una entrevista en The Catholic Leader. «Lo que quería era demostrar a todos que podía aguantar más drogas que mi padre».

Así que machacó su dosis, la tomó, y una hora después estaba con la cabeza ya alterada en la macrofiesta. Primero escapó de dos hombres que querían arrinconarle, al parecer para pegarle y robarle, quizá buscando más droga.

Después empezó su ataque de psicosis clásica. Sintió que durante 4 horas todo lo atacaba, todo conspiraba contra él. «Quizá fueron solo 15 minutos con mi mente ida«, considera hoy.

Fallo renal, aullidos histéricos y chaladuras

Su amiga Sabrina lo sacó de la fiesta. Se sentaron junto al puente de Blackfriars. Joseph gritó de dolor, decía que un asesino con pistola le disparaba justo en su costado. En realidad era su riñón, que estaba fallando ante el golpe de droga y alcohol.

Buscaron taxi, pero al verlo drogado y aullando histérico ninguno quería llevarlo. Intentó meterse en uno por la ventana, golpeando el retrovisor con el pie, sin control. El taxista lo expulsó.

Con el riñón estropeado, tenía una sed loca. Drogado, quería tirarse al Támesis «a beber». Su amiga Sabrina lo impidió. Le quiso llevar a un local a por agua. Allí aparecieron dos policías. «Oh, Dios mío, ángeles», dijo Leeds.

Pero los policías no tenían ganas de ir suave. Le tiraron al suelo, le dieron 3 veces descargas eléctricas con táser y le propinaron una paliza, una lluvia de golpes y patadas, dice.

Y entonces, sintiéndose «ultradeshidratado», dolorido al máximo, hundido en dolor y abandono, algo hizo «clic» en su interior, se conectó algo «espiritual». Entendió que sí necesitaba a Dios.

Una experiencia espiritual

«Yo estaba en el suelo gritando, entendía que me iba a morir, todo parecía ir muy lento, muy frío, quería morirme. Por primera vez en mi vida, quería dejar la tierra. Quería dejar de existirY dije: ‘Dios, te lo suplico… ¡sálvame!'»

Entonces todo cambió. Dice que tuvo una visión celestial, que vio ángeles. Se sintió llenar con «todo el calor, todo el amor, toda la paz, toda la gratitud». De forma incontrolable, empezó a dar gracias a Dios. «No puedes evitarlo, cuando vas a morir, no puedes sino dar gracias a Dios», dice. Además, se dio cuenta, con tristeza, que al morir iba a dejar atrás «a mi pobre madre y mi pobre novia».

Su visión espiritual finalizó con la imagen de su alma, que volvía a su cuerpo. «Cuando aterricé dentro de mi cuerpo, completo de nuevo, la policía me levantó, me tiró a un furgón y cerró las puertas. Después, abrí los ojos, y habían pasado ya 3 días. Estaba en una unidad de cuidados intensivos, con tubos. Pero los médicos se habían rendido, un sacerdote había venido y me había dado la Unción de los Enfermos. Y entonces fue que desperté».

Una vida cambiada

Fue una recuperación inesperada y sorprendente. Él sintió que ahora su vida era distinta. Supo que su madre se había desmayado en la iglesia cuando supo que estaba en coma, y que durante tres días ellas había rezado y llorado. «Ella es la verdadera heroína de esta historia, junto con Nuestro Padre Dios», dice.

Entendió que vivía sólo por la Gracia generosa de Dios, y que la vida era preciosa. «Ahora, vivo, camino, respiro, predico, canto, bailo, ¡un milagro!», dice entusiasta.

Desde esa experiencia, desde que «vi ángeles, porque era muy tozudo», afirma que su fe es inquebrantable ahora. Colabora en una ONG católica australiana, Blind Eyes Ministries, que trabaja con personas pobres y sin hogar. «Es un lugar de conversión, un lugar de refugio para personas quebrantadas. La gente quizá no lo ve, pero el Espíritu es fuerte aquí», asegura hoy.


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