Julio y Charo, matrimonio: «no entendemos nuestra vida sin Dios; eso se transmite a nuestros hijos»

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«Esperar a la Primera Comunión ya es tarde»: lo dice una de las familias protagonistas que aparece en familiajulioycharo01_f3.jpgeste reportaje, y es que los padres subrayan la necesidad de transmitir la fe a los hijos en casa, ya desde pequeños

6 de mayo de 2010.- Julio y Charo llevan casados 10 años, tienen 6 hijos, de 2 a 9 años, y están esperando el séptimo. Afirman que «no entendemos nuestra vida sin Dios, y eso se transmite a nuestros hijos en todo». Tratan de vivir la fe con detalles pequeños: «Desde por la mañana, hacemos un pequeño ofrecimiento de obras, y también rezamos por la noche. Si vemos un accidente en la carretera, los niños piden para que no haya pasado nada. Salpicamos cada día con detalles de piedad, le pedimos cosas a nuestro ángel de la guarda: cada uno le pone un nombre, le pide y le trata como su amigo. Todo ello les despierta su sensibilidad de estar en presencia de Dios. En casa, cualquier acontecimiento se lleva a Dios».

(J.L.V.D-M. / Alfa y Omega) La educación en la fe tiene uno de sus momentos importantes en la celebración de la misa: «Solemos ir juntos a misa los domingos -cuentan Julio y Charo-. Han aprendido y saben que en misa vamos a ver al Señor, y hacen un esfuerzo por estar tranquilos. A los mayores ya les pedimos que se enteren de la lectura y que estén en una postura adecuada. Ellos ven que para nosotros es importante prestar atención, y que si estamos de rodillas, estamos de rodillas». Pero a veces no resulta todo tan fácil, y «sales enfadado de misa nioconcruz01_f1.jpgy te planteas ir solo. Pero es que los niños que no dan problemas en misa no existen», comentan con humor.

No se trata sólo de introducir a los hijos en prácticas de oración, sino de educarlos en una dimensión sobrenatural de la vida, unida a una responsabilidad en los asuntos más mundanos. Ponen un ejemplo: «Mi hija de 8 años se da cuenta de que las demás niñas usan ropas que ella no usa por pudor. Les explicamos que el cuerpo es algo que hay que cuidar y respetar porque nos lo ha dado Dios, y ellos lo viven con mucha naturalidad: Los demás no tienen la suerte de conocer y querer lo que nosotros queremos. No es algo postizo, del tipo Yo tengo que hacer esto, y los demás tienen suerte de no hacerlo. Les explicamos que nuestra vida no está aquí, sino en el cielo, y ven que nosotros somos muchos y que el resto de familias no. Les hemos enseñado la suerte que tienen de tener muchos hermanos; eso les enseña a perdonar y a ser generosos». Por eso Julio y Charo ponen también mucho empeño en elegir bien el colegio, y recomiendan a los demás padres ser insistentes en que «la Religión que estudien los niños sea la Religión católica, no la Religión del profesor: el Obispado tiene el deber de mandar buenos formadores».

En una sociedad que premia la competitividad y la perfección, Julio y Charo quieren que sus hijos «aprendan a ser felices como son y donde Dios les quiera, y que allí sean fieles: en una familia, en un convento, en el sacerdocio, donde Dios quiera». Y dan la clave de lo que significa la educación en la fe: «Queremos ayudarles a todos a ir al cielo. No somos ni muy religiosos ni misioneros, somos cristianos corrientes. Igual que comemos, también rezamos y hablamos de Dios. No hay que esperar a la Primera Comunión, el laicismo es muy fuerte. Hay que dar armas a nuestros hijos para que tengan una vida muy sólida, que Dios esté en el fondo de su alma en sus vaivenes, que se encuentren con lo que sus padres sembraron».

No os olvidéis de rezar
El matrimonio que forman Carmen e Ignacio también se esfuerza por transmitir a sus hijos la fe, «porque es lo más importante en la vida, el sustento de nuestra vida, de nuestro matrimonio, lo que nos permite salir adelante en niasacramento01_f2.jpgmomentos difíciles. Creemos que es el valor más grande que podemos transmitir a nuestros hijos». Con tres hijos, de 7 a 14 años, llevan a cabo esta tarea con hechos concretos, «eligiendo para ellos el Bautismo y todos los sacramentos, rezando con ellos desde pequeños, enseñándoles las oraciones, leyéndoles cuentos adecuados a su edad para que se vayan formando… Desde pequeños hemos ido a misa todos juntos los domingos; si dicen que no han entendido algo, procuramos hablar y explicarles las cosas». Y dan más ejemplos: «También hemos elegido para ellos un colegio de ideario católico. Y todas las mañanas rezamos el Ángelus con ellos, pidiendo por los enfermos y por las personas que están en paro. Y por la noche rezamos con ellos desde pequeños, ofreciendo el día que hemos vivido. Y, si no podemos hacerlo por cualquier motivo, les digo: No os olvidéis de rezar y de ofrecer el día que habéis tenido».

Explican también que quieren «que vivan la vida de la manera más humana posible, que es la vida cristiana, porque es la que perdona, la que encuentra una comprensión de la vida más plena. Les decimos a nuestros hijos que la Iglesia no nos rechaza, que es el único lugar en el que te acogen como eres, con tus defectos y tus virtudes. Tratamos de que la fe les llegue a ellos. Cuando sean mayores, ya elegirán y decidirán si lo que les hemos transmitido es lo mejor para su vida. Por lo menos, han tenido la inmensa suerte de conocerlo y de llevarlo en el corazón; luego, lo elegirán o lo rechazarán. Por lo menos, que nosotros hayamos intentando que la fe sea la base de su vida».
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