Julissa Navarrete enfadada con Dios bebía mucho, pero en la ducha Dios la cambió al clamar: «Señor, aléjame de los que me alejan de ti, y acércame a los que me acercan a ti»
* «Desde ese día ya nunca dejé de leer la Biblia. Me levantaba, desayunaba, leía la Biblia en el celular, leía, leía, leía mañana, tarde y noche. Sólo salía para lo necesario. Yo tenía una gran sed por el Señor. Lo paralicé todo, el trabajo, los estudios… Ahora tengo a Dios en mi vida, y es lo único que quiero»
Camino Católico.- Julissa Navarrete, limeña de 27 años, tiene como única referencia cristiana en su vida a su abuelo que iba a misa cada domingo. . Poco a poco se va metiendo de lleno en el mundo y a raíz de la muerte de su abuela y del ambiente de estudios, acaba alejándose completamente de Dios. A pesar de vivir haciendo lo que quiere, siente un gran vacío en su interior que le lleva a preguntarse por el sentido de su vida. Una buena amiga hará que crezca en ella la curiosidad por Dios. Dios irrumpe en su vida para colmarla de amor un día que estando en la ducha ella clama: “Señor, aléjame de todos los que me alejan de ti, y acércame a todos los que me acercan a ti”. Julissa cuenta su testimonio de conversión en el programa «Cambio de Agujas» de H.M. Televisión.
A Julissa la bautizaron de niña pero su familia nunca la llevó a misa. Hizo la primera comunión después de recibir una sola sesión de catequesis infantil en la que «recuerdo que cantamos, y a la semana siguiente ya era la ceremonia». De niña le gustaba ver películas sobre Jesús en Semana Santa pero nunca recibió formación religiosa.

Murió su abuela, que era una referencia importante en su vida, cuando ella era adolescente y asegura que «era prácticamente mi mamá, la que me preguntaba por el colegio, qué tal el día…».
Al recibir la noticia del fallecimiento en el hospital se enfadó con Dios y le dijo: «Dios mío, me has quitado a mi abuela. No quiero saber nada más de ti, aléjate de mi vida».
Este suceso la llevó a beber mucho y llevar una vida muy desordenada, aunque pese a todo mantuvo un hábito casi cada noche, rezaba un Padrenuestro, un Avemaría y daba gracias, a nadie en especial, por el día.
Aunque bebía mucho, solo una vez probó las drogas y se mantuvo alejada de ellas al entender que eran peligrosas como consecuencia de una experiencia que tuvo con la marihuana. La probó, por insistencia de sus amigos, fue en un puerto. Alterada por la droga, miró el agua desde el malecón y pensó: «¿Qué pasaría si me aviento, me tiro, me arrojo, ahorita?» Y en su interior se contestó: «Pues te mueres». Dejó de mirar al agua y se fue a casa asustada. Hoy cree que fue Dios quien la salvó en aquel momento.
Cambiaba de estudios durante muchos años. Los iniciaba con pasión y con igual pasión abandonaba para dedicarse a otros. Sus amigos, compañeros de estudios y de trabajos, eran bebedores, completamente mundanos, volcados en la noche y sin ninguna relación con la fe. Sólo una amiga suya, compañera de instituto, era católica. “Estoy muy mal, mis padres no me entienden, todo es un asco”, decía Julissa llorando un día, bastante bebida, a su amiga católica. La amiga le contestó: «En mi casa, cuando alguien se siente triste, nosotros rezamos por esa persona.» Julissa leyó el mensaje y pensó: «Ja, vete a rezarle a otra».

Cuando empezó la pandemia de coronavirus, Julissa, en su confinamiento, se volcó en hacer ejercicio físico, más de dos horas al día, y mucha dieta. Agotada tras sus ejercicios, se sentaba y pensaba. ¿Qué hacer con la vida, qué hacer con la libertad? «Yo buscaba algo. Creo que sabía que era Dios pero me negaba a aceptarlo».
Al contactar de nuevo con su amiga católica le planteó algunas de sus preguntas sobre el sentido de la vida y ella le respondió: “Yo tengo un PDF con pensamientos de la Madre Teresa de Calcuta. Si quieres te lo paso”. Julissa esperaba ansiosa la llegada del documento pero no quería demostrar que estaba tan interesada. «Yo no soy religiosa ni católica», se decía.
Un día, estaba duchándose cuando, de repente, como movida por un impulso, Julissa dijo, aún bajo el agua: “Señor, aléjame de todos los que me alejan de ti, y acércame a todos los que me acercan a ti”. Inmediatamente se puso a llorar y al salir de la ducha, escuchó una notificación en el móvil: «Supe que era el Señor. Me dije: ‘Señor… ¿tan rápido?'».
Comprobó la notificación y vio que era su amiga católica a quien le recordó: “Oye, no me mandaste el PDF”. Y ella le replicó: “¿Cuál? Ah… mira, yo no pensaba enviarlo a alguien que, bueno, que no lo va a leer”. Julissa enfatizó: “Es que yo te lo pido…” La amiga le dijo que se lo pasaba pero Julissa le explicó algo más: “Y quiero leer la Biblia”. Ella le contestó: “Es un punto de inicio muy bueno”.

Julissa le dijo a su amiga que el problema era que no tenía Biblia y ella le aseguró que podía encontrarla online y le indicó unas páginas «y desde ese día ya nunca dejé de leer la Biblia. Me levantaba, desayunaba, leía la Biblia en el celular, leía, leía, leía mañana, tarde y noche. Sólo salía para lo necesario», asevera.
Su madre lo vio y se burló: «Qué loca», dijo. «Pero yo sabía que estaba haciendo algo muy bueno», recuerda ella. Se lo comentó a su padre y él sí la felicitó y animó. «Yo tenía una gran sed por el Señor. Lo paralicé todo, el trabajo, los estudios…» Hizo unos cursos online sobre la fe, rapidísimos. Quería averiguar lo que Dios pedía, lo que Dios enseñaba. Se puso a leer el Antiguo Testamento, autodidacta: si leía que se prohibía el cerdo, dejaba de comer cerdo. Si veía que ya no importaban los alimentos, cambiaba de dieta.
Inmersa en este estudio, se cumplió lo que había pedido en la ducha: «aléjame de los que me alejan de ti». Dejó de verse con sus amigos bebedores y dejó de seguirles por Facebook: no le podían aportar nada sobre Dios. Se volcó en seguir páginas católicas en Internet.

Vio una web que decía: «Conságrate a Jesús por María», con una oración. Decidió hacerlo el 13 de mayo, la fecha más cercana, sin saber de su conexión con Fátima. A las 3 de la madrugada de ese 13 de mayo tuvo un sueño.
«Soñé que estaba con muchos jóvenes desconocidos. Sentí una presencia muy fuerte y una mirada. Miré hacia el Cielo. Estaba la Virgen, que me miraba y me sonrió. Yo grité: ‘¡es la Virgen, es la Virgen!’ Pero nadie hacía caso. Pensé: ‘haré una foto con el celular y se la enseñaré a todos’. Pero alguien me agarró las manos y entonces desperté». Al despertar, sintió en ella un gran amor por la Virgen. Hizo su consagración «online», recibió un e-mail que la felicitaba. «Yo no tenía a nadie con quien hablar de la fe, sólo a Dios, y ahora a la Virgen», recuerda.
Más adelante vio fotos de la Virgen de Fátima: «Esa es la Virgen con la que yo soñé», se asombró al darse cuenta. Y aprendió, impactada, que el 13 de mayo es la fiesta de esta advocación.
Ahora Julissa, aún impulsada por ese deseo de entregarse a Dios, está en España en un proceso de discernimiento con las Siervas del Hogar de la Madre. «Ahora tengo a Dios en mi vida, y es lo único que quiero», asegura.
