Kairyn, una niña pequeña, ha sanado inexplicablemente de un tumor en el cerebro por intercesión de San Antonio de Padua

23 de enero de 2015.- (Gelsomino Del Guercio /AleteiaCamino Católico)  Un milagro. De san Antonio. Ni siquiera los médicos saben explicarlo ante la evidencia de exámenes e informes, repetidos muchas veces con el mismo diagnóstico: Kairyn (según publicaban varios diarios locales italianos el 12 de enero), habría nacido con una terrible enfermedad en el cerebro que le daba pocas esperanzas de supervivencia. 

Al menos hasta el 13 de junio de 2014, cuando las cosas cambiaron. Según los padres, gracias a la intercesión de san Antonio, a quien tanto habían invocado durante el difícil embarazo.

Cuando aún era un feto en el seno materno, la mamá fue sometida a una primera ecografía. Tremendo el veredicto: la niña tenía una mancha muy fea en la parte derecha de la cara. El ginecólogo mandó a los padres a una colega especialista de Verona.

El segundo examen no sólo confirmó el diagnóstico, sino que mostró un cuadro clínico aún más grave: además de la malformación, habría una infección en curso, que ponía en riesgo la vida de la niña y también la de la madre.

El último viaje a Bolonia

Por consejo de dos médicos, la pareja decidió escuchar un nuevo parecer, el de un especialista en Bolonia. Pero la espera debía durar por lo menos dos meses. Así que la abuela de la niña se confió a la oración, dirigiéndose a san Antonio.

Inmediatamente después, los padres volvieron a intentar pedir una cita al médico de Bolonia. Desde la secretaría, la respuesta esta vez no fueron dos meses, pues se había liberado un sitio. Precisamente el 13 de junio, fiesta de san Antonio de Padua.

Ese día, el 13 de junio, de camino a Bolonia, la familia decidió detenerse un momento a rezar al santo en Padua (de camino). Al llegar al hospital en Bolonia, con grandísima sorpresa de los propios médicos, la pequeña no tenía ninguna lesión cerebral.

Según publica La Nuova Venezia (12 enero),  el padre Enzo Poiana, rector de la Basílica de San Antonio de Padua, quiso contar la historia de la pequeña a los fieles presentes en la misa ese día. Obviamente, el sacerdote usó toda la cautela posible pues en estos casos la Iglesia necesita numerosos controles y verificaciones antes de hablar de milagro.    

 

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