La conversión consiste en que Dios pase a llevar nuestra vida / Por Arturo López

Meditación en vídeo grabada en directo

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Camino Católico.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida,  quien prosigue con esta quinta  enseñanza el Seminario de Vida en el Espíritu, al final del cual se orará por la Efusión del Espíritu Santo. La conversión consiste en que yo entregue una cosa y recibir otra a cambio. En nuestro caso entregamos nuestra vida sin valor, tal y como esta, con nuestro pecado. Es decir, entregamos una vida devaluada por las heridas del pecado, pero a cambio recibimos la Vida misma de Jesús: la única que en verdad tiene valor y que jamás se devalúa. Es una Vida que ciertamente vale la pena porque es vida de gozo, paz, justicia, entrega y fe.  

La conversión no es s6lo dejar el pecado para vivir honestamente. Ni siquiera es una vida de fidelidad a los preceptos y mandatos del Señor. Es mucho más que eso. Se trata de convertirnos de siervos de Dios en amigos suyos; de pasar de justos a hijos; de «no hacer el mal a nadie» a dejar a Dios hacer lo que Él quiere en nuestra vida.  Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 27 de mayo de 2013.

Textos complementarios para poder realizar, profundizar, y orar el Seminario de Vida en el Espíritu

Tema 4.- La Fe y la conversión / 2ª parte: La conversión

B. —CONVERSIÓN

La forma más concreta como se manifiesta la fe es mediante la conversión.

Mercurio

Mercurio es el planeta más cercano al sol. Por esta raz6n se pensaría que su temperatura es altísima y su calor incandescente. Pero no es del todo cierto, pues la parte que es iluminada por el sol es tan caliente, como tan fría y helada la que permanece sin su luz. Sólo cuando el planeta da vuelta sobre su propio eje y vuelve la cara al sol, se calienta y se vuelve luminoso.

Hay cristianos que están muy cerca de Dios pero que permanecen fríos y en tinieblas porque no basta estar cerca de Dios, sino presentarle la cara oscura y tenebrosa para que El la ilumine y transforme. Hoy es posible dar la vuelta a Dios para experimentar el cambio total, gracias a su luz redentora.

Siempre se ha dicho que la conversión es un cambio de vida, pero esto no quiere decir que se reduce a un cambio de moral. El cambio de moral es consecuencia del cambio de vida, y la conversión es mucho más profunda que un simple cambio de conducta. La conversión consiste en que yo entregue una cosa y recibir otra a cambio.

En nuestro caso entregamos nuestra vida sin valor, tal y como esta, con nuestro pecado. Es decir, entregamos una vida devaluada por las heridas del pecado, pero a cambio recibimos la Vida misma de Jesús: la única que en verdad tiene valor y que jamás se devalúa. Es una Vida que ciertamente vale la pena porque es vida de gozo, paz, justicia, entrega y fe.

La conversión no es s6lo dejar el pecado para vivir honestamente. Ni siquiera es una vida de fidelidad a los preceptos y mandatos del Señor. Es mucho más que eso. Se trata de convertirnos de siervos de Dios en amigos suyos; de pasar de justos a hijos; de «no hacer el mal a nadie» a dejar a Dios hacer lo que Él quiere en nuestra vida.

El Divino Basurero

Jesús es el Divino Basurero que ha venido a barrer y a llevarse toda nuestra basura: miseria, enfermedades y pecados; tristezas y angustias; problemas y desesperación; falta de sentido a la vida y todo lo que no nos deja vivir. Todo eso es basura en tu vida, y Jesús, Basurero Divino, quiere llevárselo hoy.

Él tomó nuestras flaquezas

Y cargó con nuestras enfermedades: Mt 8,17.

Él es el Divino Basurero que se lleva nuestra basura para destruirla completamente arrojándola hasta el fondo del mar:

¿Qué Dios hay como tú que quite la iniquidad, la rebeldía y el pecado? Tú no mantienes tu cólera por siempre, pues eres un Dios que te complaces en el amor. Tú te vuelves a compadecer siempre de nosotros y pisoteas nuestras iniquidades. Tú arrojas hasta el fondo del mar todos nuestros pecados: Miq. 7,18-19.

Lo único que nos pide el Basurero Divino es que pongamos nuestra «basura» en su lugar: a los pies de su cruz, para que con su Sangre redentora sea destruida.

[Los que escuchan la Palabra de Salvación deben tener un tiempo suficiente y la oportunidad para poner todo su pecado a los pies de la cruz de Cristo. Un signo exterior que manifiesta la fe y la decisión personal de poner «la basura» junto a la cruz de Jesús puede ser que cada uno escriba en un papel cuál es su basura de la que Jesús va a librarlo el día de hoy. Luego, se prende una hoguera que simboliza la sangre redentora y purificadora de Cristo. Enseguida cada uno va depositando su «basura» en el fuego que, al quemarse, significa la destrucción que Cristo hace de nuestros pecados.]

El alpinista

Sin embargo, no basta entregar lo negativo y pecaminoso de nuestra vida. Es necesario también entregar todo aquello en lo que tenemos puesta nuestra esperanza de alguna forma, para esperar solo la salvación que viene de Dios. Un hombre escalaba una alta montaña, cuando de pronto resbaló y comenzó a caerse a un abismo. Sólo se pudo agarrar de una rama, pero quedo colgado columpiándose en el precipicio a donde tarde o temprano caería y moriría. Cuando nada ni nadie podían salvarle levanto su corazón a Dios y le reto diciendo:

— Si tú eres Dios todopoderoso, sálvame ahora.

— Si, si te voy a salvar, respondió la voz de Dios que venía del cielo.

El hombre se imaginó que llegarían los ángeles o que la mano de Dios le tomaría. Pero la voz del cielo añadió:

— Si tú crees en Mí, suéltate de la rama, porque solo si te sueltas demuestras que confías en que la salvación viene de Mí y no de ti.

¿A cuántas «ramas» estamos agarrados y es por eso que no experimentamos la salvación de Dios? Si en estos momentos nos soltamos de todas esas «ramas», que no solo no nos pueden salvar sino que nos encadenan, Dios nos librara con su poder.

Cuando Simón Pedro se hundía en las aguas del mar de Galilea pidió ayuda a Jesús. Cierto que Pedro sabía nadar perfectamente, pues era pescador, pero prefirió ser salvado por la mano de Jesús, y se abandon6 plenamente a él.

Si el pecado nos había hecho romper nuestra relación con Dios, ahora que por Cristo hemos sido reconciliados con Dios hemos de romper completamente con el pecado y con todo aquello que nos acerca a él.

La fe nos lleva a renunciar a todo otro medio de salvación fuera de Jesús; despojarnos de cualquier otra «rama» que no sea la cruz de Cristo. Al hacerlo así le damos a Dios la oportunidad de intervenir salvíficamente en nuestra vida; ya que de esa manera estamos proclamando que no hay otro nombre para ser salvados: Hech 4,12.

Quemar naves

Cuando Hernán Cortes llego con su ejército para la conquista de México desembarcó en el puerto de Veracruz. Allí tuvo conocimiento del poderoso y organizado ejército de los aztecas. Las noticias fueron tan alarmantes que algunos de sus oficiales se desanimaron y prefirieron abandonarlo en secreto, regresándose a Cuba, que ya había sido conquistada.

Hernán Cortes supo lo que tramaban hacer, y esa misma noche se acercó a los barcos y los quemo. De esta manera ya no era posible dar un paso atrás. No les quedaba otra alternativa que lanzarse a la conquista de la gran Tenochtitlán.

En nuestro caso no es suficiente decir que queremos conquistar la Nueva Vida traída por Jesús. Es necesario quemar las naves que nos conducen al pecado para jamás poder retornar a é1.

Así como Dios abrió el Mar Rojo para que su pueblo lo atravesara rumbo a la tierra de libertad y lo cerró inmediatamente después que pasaron. Es necesario que Dios cierre ese mar para que jamás podamos regresar a la esclavitud del pecado. Es necesario que nosotros decidamos que jamás queremos regresar allá y quemar todos los medios que nos pudieran ayudar a retornar…

Renuncia

Así pues, la verdadera y total dependencia de Dios nos obliga a renunciar a todo aquello que nos ha encadenado al pecado, decidiéndonos formalmente nunca más volver a él. Puestos en pie, se responde: ¡sí, renuncio!, a cada una de las cosas que se van enumerando.

— ¿Renuncias a Satanás?

— ¿A todas sus obras y seducciones?

— ¿AI ocultismo, esoterismo y toda superstición?

— ¿AI conocimiento del futuro, al margen de Dios?

— ¿A la magia, curanderismo y hechicería?

— ¿A la lectura de las cartas, café y mano?

— ¿AI espiritismo, astrología y horóscopos?

— ¿A adquirir poder y control sobre ti u otros, al margen de Dios?

— ¿AI control mental y dianética?

— ¿AI uso de amuletos, fetiches y talismanes?

— ¿Renuncias completamente y para siempre a todo esto?

— ¿Renuncias también en nombre de tus antepasados?

— ¿Renuncias a todo egoísmo, lujuria y maldad?

— ¿A toda autosuficiencia, codicia y ambici6n?

— ¿A todo orgullo y vanidad?

— ¿Renuncias a odios y resentimientos?

C—INVITAR A JESUS AL CORAZON

Y PROCLAMARLO SALVADOR PERSONAL

Mira que estoy a la puerta y llamo.

Si alguno oye mi voz y me abre la puerta,

Entrare a su casa y cenare con él y él conmigo: Ap. 3,20.

Jesús está a la puerta del corazón de cada uno de nosotros y nos invita a participar con Él de su Vida Nueva. Sólo espera que le abramos la puerta. Él está llamando. Ciertamente nunca va a forzar la puerta. Sólo entrara si le abrimos voluntariamente. Él ha estado alii otras veces. Escucha hoy su voz. No endurezcas tu corazón. Invítalo a pasar. No vas a perder nada.

Un famoso pintor mostraba a sus alumnos su último cuadro para que lo criticaran. Se trataba de una pintura en la cual Jesús estaba llamando a la puerta de una casa. Los alumnos comenzaron a decir:

— El contraste de colores es maravilloso.

— La composición es perfecta.

— El rostro de Jesús transparenta vida.

Todos hablaban de lo positivo pero al final uno de ellos añadió:

— El cuadro tiene un gran defecto, maestro.

Todos se quedaron asombrados, y no sabían a qué se podría referir. El maestro lo miró fijamente y le invito a que expresara claramente su crítica:

— La puerta de la casa no tiene cerradura….

— Ese no es defecto —respondió el maestro—. La puerta donde Jesús llama no se puede abrir por fuera, solo desde dentro. Por eso, no tiene cerradura…

Jesús no fuerza a nadie. Cada uno le abre libremente. Ojala y escuches hoy su voz y no endurezcas tu corazón.

Hoy es el gran día que se te presenta. Abre la puerta de tu corazón e invita a Jesús a entrar hasta lo más profundo de tu ser.

Otras muchas veces has abierto tu corazón a tanta gente o sistemas que te prometían la felicidad. Dale un chance hoy a Jesús. No perderás nada, excepto tristezas y angustias. No perderás nada, excepto tus cadenas que te esclavizan.

Tienes a la puerta la gran oportunidad de tu vida. No la dejes pasar de largo. Aprovecha hoy. Dale a Jesús la oportunidad de manifestarte todo lo que él es y tiene para ti.

De alguna manera digámosle a Jesús que lo invitamos a vivir en nuestro coraz6n, que entre a formar parte de nuestra vida, que sea el, el centro de nuestra existencia.

[A quienes quieran invitar a Jesús a su coraz6n se les propone que lo expresen con un signo externo: cerrando los ojos, poniendo la mano derecha sobre el corazón, de rodillas, etcétera.] Ahora, invita a Jesús que venga de una manera especial a vivir en tu corazón, y pídele un encuentro personal con él, para experimentar su salvación y su presencia en tu vida.

REFLEXION POR GRUPOS

1. Leer en voz alta, cada uno, Efesios 2,1-11 y subrayar el versículo más importante. Compartirlo.

2. ¿Cómo se hace nuestra la salvaci6n traída por Jesús?

3. Leer la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32) y comentarla.

PROCLAMACION DE JESUS SALVADOR PERSONAL

Jesús, yo creo firmemente, que tú eres el Hijo de Dios, el Mesías. Que viniste a este mundo no para condenarme por mis pecados, sino para salvarme.

Reconozco que soy un gran pecador, pero al mismo tiempo proclamo que tu misericordia y perdón son más grandes que mis pecados.

Hoy proclamo con mi boca lo que creo firmemente en mi corazón: Tú eres el único Salvador de este mundo. Tú eres mi Salvador personal. Creo en ti, confío en ti y te pido que me des la Nueva Vida en abundancia que tú ganaste para mí con tu muerte en la cruz y tu gloriosa resurrección. Quiero tener un encuentro personal contigo y tu salvación. Se y confío en que tu nunca defraudas al que cree en ti.

CUESTIONARIO

1. La justificaci6n (salvación) viene por: Si No

— Efesios 2,8-9: nuestras buenas obras

— Efesios 2,5: la gracia de Dios

— Gálatas 2,16: el cumplimiento de la ley

— Romanos 5,1-2: la fe en Jesucristo

— Efesios 2,8: nosotros mismos

— Efesios 2,8: don de Dios

— Efesios 2,8-9: las obras

— Efesios 2,5: Cristo

— Romanos 3,30: la circuncisión

2. Según Hebreos 11,1, ¿qué es la fe? ……………………………..

3. Responde Si No

— La fe es creer en una persona

— La fe es creer en cosas que no entiendo

— La fe tiene que ver algo con la vida

— La fe es una ideología o filosofía

4. ¿Qué le pasa al que cree en Jesús?

— Marcos 16,16 ………………………………………………………

— Juan 11,25: ………………………………………………………

— Hechos 13, 38-39: ……………………………………………………

5. ¿Qué debemos hacer para ser salvados y recibir el Don del Espíritu?: Hechos 2,38…………………………………….

6. ¿Que» es la conversión? 7. La conversión es un cambio de vida. Por lo tanto indica cual fue el cambio en la vida de

— Zaqueo: Lucas 19,1-11:

— María Magdalena: Lucas 8,1-2:

— La adultera: Juan 8,1-11:

— Pablo: Gálatas 1,11-2,21:

— El Iadrón: Lucas 22,39-43:

8. La conversión es salir de, e ir a.

Hechos 26,18: De ……………………… , a ………………………..

Del ……………………………………………a …………………………..

1 Tesalonicenses 1,9: De…………….. , a…………………………

1 Pedro 2, 10: De…………………………. a…………………………

Tito 3,3-7: De …………………………….. , a…………………………

9. Buscad primero………………………………………………………….

Y lo demás…………………………………………….. Mateo 6,33.

10. Hay más alegría en el cielo por …………………………………….

…………………………………………………………… : Lucas 15,7.

 

LIBROS PARA LEER:

Convertirse a Jesucristo. Diego Jaramillo

 

MEMORIZAR:

— Hemos sido salvados por gracia, mediante la fe, y esto no proviene de nosotros mismos,

Sino que es un don de Dios: Ef. 2,8.

— Arrepiéntanse y conviértanse para que sus pecados sean borrados: Hech 3,19.

— Mira que estoy a la puerta y llamo.

 

Si alguno oye mi voz y me abre la puerta cenare con el y el conmigo: Ap. 3,20.

 

— Otros textos: Jn 3,3; Rom 5,1-2; Un 1,9; Hech 2,38.

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