Laia Garrós buscaba la verdad y no se planteaba ser cristiana: «Hay una ruptura dentro de mí y experimento una conversión tumbativa ¡Soy la receptora del amor de Dios!»

* «Y conozco este Jesús gratuito, esa lógica de amor entre el Creador y su criatura. Ha sido un proceso de ir rompiendo marcos mentales, me ha ayudado mucho en procesos internos de construirme como persona para poder ser lo que Dios ha pensado para mí. La conversión no se da de repente, de una vez para siempre y basta, es diaria y cada día hay que ir puliéndola. Esto comporta ser consecuente y estar en escucha todos los días, te pones a disposición del Señor y él se toma esta disponibilidad muy en serio»

Camino Católico. Laia Garrós, de 34 años, define su conversión como «tumbativa». Ella siempre había tenido inquietud sobre el concepto de «verdad», pero el cristianismo no entraba en sus planes. Simplemente, no le preocupaba… a partir de los 27-28 años comienza a leer santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz… «por una inquietud intelectual, no espiritual», subraya, «pero el Señor tiene sus caminos…», reconoce a Catalunya Cristiana.

En un momento dado, a los 28 años, Laia tiene una sensación de vacío en su vida: «¿Qué era lo lógico, qué era lo racional, qué era la verdad? Hay una ruptura dentro de mí sin ningún tipo de explicación y experimento una conversión tumbativa. Yo tenía amigos católicos, con una vivencia de fe muy profunda, con los que tenía afinidad y con los que podía hablar. Nadie creía que alguien tan racional como yo, hubiera experimentado esta conversión.»

Laia Garrós participa como portadoras de la Virgen de los Dolores

Laia descubre que «¡soy la receptora del amor de Dios, que lo ha creado todo por nosotros! Y esto es grandioso y no somos plenamente conscientes». Ella se considera hija de su generación, una generación «que tiene la autoestima muy baja, a la que se le dice que no somos el centro, que no hay nada gratuito… Y conozco este Jesús gratuito, esa lógica de amor entre el Creador y su criatura. Ha sido un proceso de ir rompiendo marcos mentales, me ha ayudado mucho en procesos internos de construirme como persona para poder ser lo que Dios ha pensado para mí».

Esta joven está integrada en la basílica de Santa María de Vilafranca del Penedès y es catequista de Confirmación en el santuario de Santa Gemma Galgani de Barcelona.

Considera que su vida «ha pasado de ser en blanco y negro a ser de colores, con todos los matices. El mundo no ha cambiado, he cambiado yo».

Laia vive su fe con un gran sentido de responsabilidad para que «cuando rezo, ¡me escucha el dueño de todo! y esto, en cierto modo, también es una responsabilidad: ¿por qué se ¿me ha dado a mí la fe? Para trabajar para los demás».

Salvando las distancias, también se identifica con san Pablo en el sentido que «yo también tenía un sistema cerrado de creencias que hacía imposible que me convirtiera, porque habría encontrado muchas razones para no hacerlo… Pero llega Dios, me rompe los esquemas y me dice “por qué ¿no?”».

«La conversión no se da de repente, de una vez para siempre y basta», reflexiona, «es diaria y cada día hay que ir puliéndola. Esto comporta ser consecuente y estar en escucha todos los días, te pones a disposición del Señor y él se toma esta disponibilidad muy en serio…». También reconoce que oír la voz de Dios no es sencillo en esta sociedad pero Laia tiene una aliada: «A mí me ayuda mucho la Virgen María, que es la primera que ha hecho el camino cristiano, es la Madre de la Iglesia.»

Para ella, lo difícil es la vida social y comunitaria: «Ser lo suficiente prudente y, al mismo tiempo, no callar delante de las injusticias. La caridad debe estar por encima de todo, pero no podemos permitir ciertas cosas ni tampoco tienes que dejarte llevar.» Su inquietud es cómo llegar a su generación, tan alejada de la cultura católica: «Ellos también pueden ser «tocados» por el Señor. Muchas veces sólo necesitan una respuesta clara y profunda que no siempre encuentran. Hay que saber dar razón de nuestra fe.»

Laia asegura que su vida tiene sentido y reflexiona: «Como intento que mi corazón esté en Dios, soy feliz. Me siento una persona realizada y llena a pesar de todo, porque no se me han ahorrado dificultades, pero no hay resurrección sin cruz. La cruz ha pasado a tener sentido y mi vida, como Laia, hija de Dios, tiene todo el sentido del mundo porque he venido al mundo para amar a Dios y para ser amada por Dios.»


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