Laura García perdió a su hija de 4 años por cáncer, su fe creció y ahora quiere acabar con la enfermedad con “El sueño de Vicky”: «nuestra familia se ha unido más a Dios»

*  «Cuando le diagnosticaron el tumor a Vicky, yo solo pedí a Dios que fuera un error, que la curase, que la salvase. Y preguntaba: ¿por qué a mi hija?  ¿Por qué a mí? La única respuesta es: ¿por qué no? Nunca pensé que fuera un castigo, pero si me pregunté: ¿Dios, por qué permites esto? Durante el proceso yo pedí a Dios que la salvará, luego que me diera fuerza y sabiduría para saber lo que me estaba tocando… Vicky se quedó dormida en mis brazos. Pese a ser un momento muy difícil fue hermosísimo: en mi casa, con sus hermanos, con mi marido abrazándola, con una sonrisa cuando llegó a los brazos de Dios, que se notaba que estaba feliz y nos dejó a todos con mucha paz y con una misión muy importante que es dar voz a esta enfermedad. Y cuando vi que falleció pedí a Dios que me diera fuerza para seguir luchando y le agradecí que se la llevara a su lado, puesto que todo el mundo lo que quiere conseguir es estar al lado de Dios al final de su vida, no con 4 años, pero es un consuelo muy grande que tengo, que me dio mucha paz»

Camino Católico.- Laura García es la presidenta de la Fundación de El Sueño de Vicky aunque a ella le gusta decir que es la madre de Vicky a secas. Ella como muchas familias creía que era una persona feliz, que tenía todo lo que quería, una familia unida y ejemplar, un buen trabajo hasta que todos sus planes se torcieron ante un acontecimiento nada esperado por ninguno.

Vivían en Panamá con un buen trabajo, y fue allí cuando al cumplir su hija pequeña dos años pensaban que le había picado un bicho en un párpado y lo que pensaban que iba a ser algo anecdótico se convirtió en una enfermedad dura y temida: cáncer. “En ese momento nuestra vida cambió, fue un tsunami, se lo llevó todo por delante, yo sentí cómo el corazón se te rompe en mil pedazos. Nos volvimos a España y en el vuelo yo le pedí a Dios que se cayera el avión y nos muriésemos todos juntos. Pensé que no iba a ser capaz de sobrellevar el dolor que se nos venía”.  En medio del dolor y el sufrimiento hasta ver morir a Vicky, la gracia de Dios se hizo mucho más presente en una familia que ya tenía fe, tal y como cuenta Laura en su testimonio que se visualiza en el video superior de  Mater Mundi TV.

Ya en Madrid, los médicos confirmaron los peores pronósticos, que Vicky tenía un tumor cerebral: “Tu hija tiene glioma de tronco encefálico, se va a morir en tres meses y no se puede hacer nada”, le dijeron según cuenta en una entrevista en la Revista Misión.

“Nunca pensé que fuera un castigo, pero si me pregunte: ¿Dios, por qué permites esto?”

Laura García y su hija Vicly / Foto: instagram «El Sueño de Vicky

Laura García explica su reacción respecto a Dios en la enfermedad de su hija:

“Cuando le diagnosticaron el tumor a Vicky, yo solo pedí a Dios que fuera un error, que la curase, que la salvase. Y preguntaba: ¿por qué a mi hija?  ¿Por qué a mí? La única respuesta es: ¿ Y por qué  no? Nunca pensé que fuera un castigo, pero si me pregunté: ¿Dios, por qué permites esto?

Yo hablaba mucho con la Virgen que también perdió a su Hijo, Jesucristo, que murió sufriendo mucho. Y entonces yo dije: ¿por qué entonces yo no voy a sufrir por mi hija? Lo que tenía claro es que no la iba a dejar sola e iba a luchar con ella hasta el último momento y siendo la más feliz del mundo que es lo que se merecía. Vicky nunca nos vio llorar.

Durante el proceso yo pedí a Dios que la salvará, luego que me diera fuerza y sabiduría para saber lo que me estaba tocando”.

La odisea médica por varios países

Como Vicky, cada año en España son diagnosticados 1.400 nuevos casos de cáncer infantil, que ya es la primera causa de mortalidad por enfermedad hasta los 16 años. A pesar de ello, hoy se sigue considerando una enfermedad rara y, como denuncia Laura, los recursos públicos destinados a la investigación son casi inexistentes, y los privados, escasos. La madre de Vicky pronto se daría cuenta de esta realidad, pero lo que no podía intuir es que su hija la iba a preparar para una gran misión.

Tras el diagnóstico, comenzó la odisea médica de Vicky. Viajaron a EE.UU., Alemania e Italia para que la niña fuera tratada por los mejores especialistas del mundo y desde el primer momento la niña siempre tenía una sonrisa que mostrar. “La manera de responderla era con esa misma sonrisa”. Los niños que no entienden el futuro, les daban lecciones diarias, ellos entienden el aquí y el ahora, de esta forma vivía Vicky.

Tras muchas pruebas, los oncólogos descubrieron que, en realidad, la niña no sufría un glioma de tronco, sino un tumor teratoideo/rabdoide atípico (AT/RT) del sistema nervioso central, que tenía un 25 por ciento de probabilidades de cura. “Mi mente vivía ilusionada con ese 25, el 75 por ciento no importaba”, asegura Laura. Sin embargo, el deterioro de la pequeña se fue acelerando y ni siquiera un ensayo clínico al que tuvieron acceso pudo revertirlo. Vicky estuvo ocho meses sin salir de la habitación del hospital, inmunodeprimida, con muchos efectos secundarios, diez operaciones y tres sepsis. Dejó de andar, de comer, de ver, de moverse… “Me despedí tantas veces de ella…”, recuerda Laura en una entrevista en la Revista Misión.

El ingreso hospitalario y los cuidados en casa

En el caso de los hermanos de Vicky, se sumaron el cambio de país, de cole, de casa, de amigos… Por ello, Laura García trató de que todos sus hijos pudieran llevar una vida lo más parecida a la de cualquier niño: “En los ocho meses de ingreso hospitalario, hacía turnos de noche y mañana con Vicky. A las 16 h, salía corriendo a buscar a los otros niños al colegio y a la guardería, e intentaba que llevaran una vida lo más normal posible, con sus cumpleaños, bañándoles, ayudando con los deberes… Ellos eran mis pilas. Y a las 21:30 h estaba de vuelta en el hospital”.

Los fines de semana los pasaban juntos en el hospital: comían allí, veían películas, pintaban y jugaban. “Vicky era feliz con sus hermanos, le daban vida y ellos disfrutaban haciéndola reír a pesar del estado físico en el que se encontraba. Cada uno asumió un rol: Mar (7 años) era la enfermera, Borja (6), el payaso, y Alba (melliza de Vicky), su compañera”.

Laura García t su esposo Chema, padre de Vicky / Foto: Instagram «El Sueño de Vicky»

“Vicky estaba en cuidados paliativos. Eso es muy difícil de asumir: no quieres entrar y tampoco quieres salir. Yo tenía mucho miedo: al sufrimiento que le podría acompañar, y miedo a mi dolor. Tenía rotas las entrañas. Pero entonces la miré y dije: ‘Saliste de mí y te irás conmigo; cuidaré de ti en casa y, aunque no puedo regalarle días a tu vida, sí puedo darle vida a tus días”, explica Laura, quien asegura que “cuando vi que Vicky estaba muy malita y ya no había nada que hacer, pedí al Señor que me diera fuerza para sobrellevar el dolor”.

A pesar de que Vicky sufrió mucho durante el tratamiento, su familia se encargó de llenar sus días de amor: “Las cartas se habían repartido; había que jugar la partida y tenía claro que mi hija lo iba a pasar muy bien”. Así, cualquier avance mínimo, como un parpadeo, era celebrado por todos. “Vivía por y para ella, y era feliz haciéndolo. Me levantaba cuatro veces por la noche para cambiarla de posición y que no le salieran escaras en su piel de bebé. Le pinchaba la medicina, le tomaba la tensión, le hacía la fisioterapia respiratoria para expulsar las flemas, le daba masajes para vaciar la vejiga y el intestino… Pero también la bañaba en la piscina con sus hermanos, y los niños jugaban a pasar por debajo de ella; íbamos al parque, paseábamos o dábamos de comer a los patitos en el estanque. Su sonrisa iluminaba mi vida”.

De este modo, lo que iban a ser tres meses se convirtieron en más de un año: “Cada día ganado era un regalo. Disfrutábamos de ella 24 horas, vivíamos cada instante como el último y agradecía cada amanecer a su lado. Yo nunca estaba cansada, al contrario, estaba feliz de compartir con mi hija mi tiempo al cien por cien”.

En el verano de 2016, Laura leyó sobre un ensayo clínico que había sido financiado por las familias de los niños afectados. En ese momento, se dio cuenta de que el camino para vencer el cáncer infantil es financiando proyectos de investigación. “Así surgió El sueño de Vicky: yo trabajaría desde casa, al lado de mi hija, concienciando sobre esta enfermedad. La asociación se firmó un viernes y Vicky se marchó el domingo. Me dejó los deberes hechos. Ahora tengo una misión: ayudar al resto de los niños. Ya no lucho por Vicky, lucho por vuestros hijos”.

La muerte de Vicky, el dolor y el crecimiento en la relación con Dios

Así relata Laura García el momento de la muerte: “Vicky se quedó dormida en mis brazos. Pese a ser un momento muy difícil fue hermosísimo: en mi casa, con sus hermanos, con mi marido abrazándola, con una sonrisa cuando llegó a los brazos de Dios, que se notaba que estaba feliz y nos dejó a todos con mucha paz y con una misión muy importante que es dar voz a esta enfermedad.

Foto: Instagram «El Sueño de Vicky»

Y cuando vi que falleció pedí a Dios que me diera fuerza para seguir luchando y le agradecí que se la llevara a su lado, puesto que todo el mundo lo que quiere conseguir es estar al lado de Dios al final de su vida, no con 4 años, pero es un consuelo muy grande que tengo, que me dio mucha paz”.

Hay un antes y un después en la fe de la familia, que crece espiritualmente con la enfermedad de Vicky explica Laura:

“Yo siempre he creído en Dios, he tenido una relación con él, de ir a misa y demás, pero cuando Vicky enferma me uno más a él. Es una necesidad. Necesitaba ir a la iglesia y hablar con Dios, hablar con Jesús. Y es una relación que se hace más cercana, de tú a tú. Me sentí igual que la virgen. Antes le tenía que hablar de usted y ahora lo podía hacer de madre a madre.

Y para mí la fe es tan importante porque es pensar que voy a volver a ver a mi hija y sentir que este camino que he hecho y esta fuerza que todo el mundo dice que tengo sé que me la da alguien. ¿De dónde sale esa fuerza? Solo hay una explicación: es Dios y Vicky que me está ayudando.

Vicky ha hecho que nuestra familia se una más a Dios en general. Mis hijos  entienden que Vicky está con Dios. Cuando Vicky fallece, mi hijo pregunta: ‘¿mamá por qué Dios se la ha llevado? Yo también la quiero. No es justo’. Y yo le expliqué que si Dios fuera Florentino Pérez hubiera fichado al mejor. Y así ha sido: Dios ha fichado a la mejor. Mis hijos dicen que Vicky es una santa. Mi padre no iba mucho a misa y ahora sí que va porque ha visto que es una forma de estar en contacto con Vicky. Incluso amigos que no creían en Dios al ver la fuerza que tengo se han acercado al Señor.

Y una cosa que me he dado cuenta ahora es que la gente cuanto más inteligente es, más cree en Dios. Yo pensaba que la religión era el opio del pueblo y que el nivel cultural de la gente influía mucho, pero me he encontrado con eminencias en medicina de todo el mundo y cuanta más eminencia es más cree en Dios. Y es porque hay cosas que no se pueden explicar con palabras sino que se dan porque está Dios detrás”.

La misión de la Fundación el sueño de Vicky

Chema con su hija Vicly / Foto: instagram «El Sueño de Vicky

Todos sabemos que el color del cáncer de mama es el rosa. ¿Pero el del cáncer infantil? Laura García está empeñada en ponerlo de moda y que todo el mundo se alíe con el dorado para concienciar de que esta enfermedad solo se vence con más investigación.

Para ello, El Sueño de Vicky organiza eventos, talleres, desayunos, afterworks, charlas en colegios y carreras solidarias, además de vender artículos textiles, menaje, complementos y papelería desde www.elsuenodevicky.com; y todos los beneficios van íntegramente a financiar proyectos de investigación.

De hecho, la asociación acaba de entregar 30.000 euros al Centro de Investigación Médica Aplicada de la Universidad de Navarra para un proyecto contra el tumor cerebral teratoides/rabdoides, uno de los más letales en niños, y financia la creación de una Unidad de tumores cerebrales pediátricos en el Hospital Niño Jesús, de Madrid.

Ahora que su hija ya no está físicamente con ella, Laura revela de dónde saca la motivación: “Del ejemplo que me dejó Vicky, de cómo me enseñó a vivir y a ser feliz a pesar de la amargura, y en homenaje a tantos niños. Cada día muere más de un niño en España por cáncer y no hay mayor motivación que ayudar a salvar vidas. He aprendido a no gastar energía en lamentos, y a usarla para remar y vivir. Soy mamá de cuatro niños, una en el Cielo y tres en la tierra. No quiero que sientan que mamá murió con Vicky”, explica.

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