Maggie Gobran lo dejó todo por servir a los niños pobres, la llaman «la Madre Teresa del Cairo» y fue quien educó a muchos de los coptos mártires en Libia

«He comido con ellos, he rezado con ellos, he jugado con ellos, he llorado con ellos, he estudiado con ellos. Al principio todos estábamos muy tristes y llorábamos. Después el presidente anunció siete días de luto nacional y en menos de tres días todas las familias empezaron a celebrarlo, porque estos hombres no renegaron de su fe. Y nosotros estamos orgullosos. Son mártires en el cielo. Soy feliz de ser madre de estos mártires. Es un honor»

22 de abril de 2016.- (Benedetta Frigerio / Tempi.it  / Religión en Libertad  Camino CatólicoEnseña en las periferias del Cairo desde hace veinticinco años: «Amad a vuestros enemigos; perdonad; no reneguéis nunca de la verdad». Maggie Gobran, egipcia copta de 60 años, uno de los puntos de referencia de los 21 mártires cristianos decapitados en febrero por los fundamentalistas del ISIS mientras pronunciaban el nombre de Jesús, siempre ha repetido estas cosas.

Trece de estos mártires habían sido educados por esta mujer a la que llaman la“madre Teresa del Cairo” o “mamá Maggie”, como la llaman los treinta mil niños pobres de los que se ocupa desde hace más de un cuarto de siglo. 

Entrevistada por Fox News, Maggie ha contado que «sí, he comido con ellos, he rezado con ellos, he jugado con ellos, he llorado con ellos, he estudiado con ellos» y al recibir la noticia de la decapitación «al principio todos estábamos muy tristes y llorábamos. Después el presidente anunció siete días de luto nacional y en menos de tres días todas las familias empezaron a celebrarlo, porque estos hombres no renegaron de su fe. Y nosotros estamos orgullosos. Son mártires en el cielo. Soy feliz de ser madre de estos mártires. Es un honor».

Fue a finales de los años ochenta cuando «Dios quiso promoverme. Me dijo: “Deja a los mejores, a los más inteligentes y ve con los más pobres de los pobres”». Y así hizo ella, empresaria y profesora en la Universidad del Cairo, casada y con dos hijos: se mezcló con los zabbaleen, los habitantes de las periferias más pobres de la ciudad, en su mayoría cristianos coptos. 

La primera vez que visitó estos barrios de chabolas tenía 35 años: «Cuando los vi no podía creer que seres humanos pudieran vivir así, rodeados de basura», ha contado. 

Quien la impresionó fue una niña que no poseía nada a la que quiso comprarle un par de zapatos. La pequeña le pidió que los comprara más grandes, pensando en su madre. Tras ese episodio Maggie no conseguía dormir y en los meses sucesivos siguió volviendo a los barrios pobres con algunos amigos. Empezó a vender lo que tenía para ayudar a los necesitados y descubrió que era más feliz sirviendo a los últimos, aunque «tuve que esperar bastante antes de recibir la llamada de Dios».

En 1989 fundó la asociación Stephen’s Children (www.stephenschildren.org) que hoy asiste a unos 30.000 niños al año a través de 90 centros, entre los cuales hay guarderías, escuelas, servicios médicos y educativos para las familias. 

A pesar de los peligros que hay en un país de mayoría islámica, esta misionera no esconde el objetivo de su obra: «Llevar a Cristo a los pobres»

«No tienen pan, no tienen comida, tienen hambre cada día– ha explicado –, pero buscan sobre todo amor y respeto. Están desnudos, sin vestidos, pero sobre todo les han privado de dignidad. Por esto estamos allí entre ellos. Y por esto cambian. Es una experiencia de cambio de vida. Así, aunque son pobres, son ricos en su interior». 

Porque cuando «das alegría a alguien, las vidas cambian. Los pobres se convierten en ricos; los ricos son más generosos con los pobres; se fortalece a los débiles y se da esperanza a los que han fracasado». Según mamá Maggie, es de este amor vivo de donde han sacado su fuerza los mártires coptos. 

Como ha aclarado a la periodista que le preguntaba de donde habían sacado su valor las víctimas para no renegar de su fe: «De Él, pues han sido tocados por el amor verdadero que te hace creer en Dios. Creyendo en Él sabes que vivirás para siempre».

A sus niños Maggie les enseña a no tener miedo de quien asesina: «Cuando estás en el lado de la verdad te sientes fuerte, cada instante». 

Según ella, también la imagen del martirio muestra «esta verdad», visto que los asesinos con los rostros cubiertos «temían mostrarse al mundo, mientras los otros tenían una identidad clara y no sentían miedo, sabiendo que iban hacia Él para siempre».

Así han muerto esos coptos que Maggie había mirado como a todos sus pobres: «Veo a Jesús en cada niño – ha dicho en más de una ocasión -. Esta es nuestra misión, decir a todos que son amados por Jesús».

Para ella cada día es como vivir lo que le sucedió a María bajo la cruz:«“Esta es tu madre”, así cada niño necesitado se convierte en mi hijo. No es fácil mirar a tu hijo mientras sufre tanto»

(Publicado originariamente en Tempi.it; traducción del italiano de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

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