Manuel de los Santos Aguilar, joven de 18 años ante el Papa en Paraguay: «Fui explotado y maltratado, tuve una adicción y conocí a Dios mi fortaleza»

* «Estaba solo con mi mamá porque mis hermanos estaban en la capital y no pasó mucho tiempo hasta que mi madre falleció. Me quedé prácticamente solo. Fue cuando conocí a los jóvenes que hacían servicio en la pastoral de juventud que organizaban retiros espirituales. Ahí fue cuando tuve la experiencia de que existe un Dios que todo lo puede. Conocí el camino a Dios y empecé a salir adelante»

22 de julio de 2015.- (Telefuturo / Camino Católico)  En su encuentro con los jóvenes de Paraguay el pasado 12 de julio, el Papa Francisco conoció y quedó conmovido por el testimonio de Manuel de los Santos Aguilar, un joven campesino de 18 años, quien explicó:

“Tuve una infancia muy difícil. No tenía el apoyo de mis padres. Éramos una familia de escasos recursos y mis padres se vieron en la necesidad de entregarme a una familia en la capital. Fui explotado trabajando y maltratado y sentí que se aprovechaban de mi situación, lo que me llevó a tener una adicción.

Por ello, volví al campo y trabaje mucho tiempo en las chacras porque era el único medio que tenía para sobrevivir y así ayude a mi madre. Estaba solo con mi mamá porque mis hermanos estaban en la capital y no pasó mucho tiempo hasta que mi madre falleció. Me quedé prácticamente solo. Fue cuando conocí a los jóvenes que hacían servicio en la pastoral de juventud que organizaban retiros espirituales. Ahí fue cuando tuve la experiencia de que existe un Dios que todo lo puede.

Conocí el camino a Dios y empecé a salir adelante. Aunque vivía en la escasez trate de salir adelante. Busqué la forma de estudiar porque no es fácil y  mucho menos hay oportunidades para trabajar. En estas condiciones es muy difícil hablar de un futuro puedo decir como joven campesino. Hoy me sobran ganas de servir a otros. A pesar de toda la escasez que pueda tener, tengo ganas de superarme. La entregan que muestran otros jóvenes me impulsa a querer formar parte de la pastoral de juventud, donde conocí a Dios mi fortaleza.

Su Santidad, estamos luchando por vivir nuestra fe profética, celebrativa y misionera, pero necesitamos itinerarios más sólidos, que sean graduales, integrales y permanentes de formación en la fe cristiana. Además, vivimos con un futuro incierto, “muchos estamos sin trabajo, y sin poder estudiar por muchos factores ajenos a nuestras posibilidades. ¿Qué podemos hacer y a quiénes podemos acudir?» 

El Santo Padre abrazó a Manuel de los Santos Aguilar, y en el discurso que improvisó después –dejando de lado el que tenía preparado– aseguró:

“Solidaridad. Eso es lo que nos enseña este segundo testimonio. Y a Manuel no le regalaron la vida. Manuel no es un nene bien, no fue  un nene, un muchacho a quien la vida le fue fácil. Dijo palabras duras. Fui explotado, fui maltratado, a riesgo de caer en las adicciones. Estuve solo. Explotación, maltrato y soledad. Y en vez de salir a hacer maldades, en vez de salir a robar se fue a trabajar, en vez de salir a vengarse de la vida, miró adelante. Manuel usó una frase linda: “pude salir adelante, porque la situación en la que yo estaba era difícil hablar de futuro”.

¿Cuántos jóvenes, ustedes hoy tienen la posibilidad, de estudiar, de sentarse a la mesa con la familia todos los días, tienen la posibilidad de que no les falte lo esencial. Cuántos de ustedes tienen eso? Todos juntos, lo que tienen eso digan: Gracias Señor.

Gracias Señor porque acá tuvimos un testimonio de un muchacho que desde chico supo lo que es el dolor la tristeza, que fue explotado, maltratado, que no tenía que comer y que estaba solo. Señor salva a esos chicos y chicas que están en esa situación. Y para nosotros Señor, gracias, gracia Señor. (El Papa invita a todos a decir: Gracias Señor).”

El testimonio de Liz Pretes

Antes que Manuel de los Santos Aguilar, intervino Liz Pretes, que a sus 25 años cuida de su madre con Alzheimer y de su abuela. En su mensaje al Santo Padre, frente a los cientos de miles de jóvenes que colmaron la Costanera de Asunción, Liz recordó que sus padres “se encuentran distanciados” y ella es hija única.

“Hace dos años, Dios tocó mi vida cuando mi mamá enfermó gravemente. Se le diagnosticó Alzheimer. Se volvió como una niña, piensa que yo soy su madre y ella es mi hija”,indicó.

En ese momento, recordó, “mi mundo se hizo pedazos”, pues su madre “era mi sostén, juntas luchábamos para salir adelante”.

Al señalar las dificultades que afrontó para sostener a su familia, con su abuela también en cama, Liz aseguró que “me suelo preguntar por qué será que no me mandó un hermano. Y el Señor me respondió que sí tengo hermanos, son mis amigos que me siguen apoyando”.

Además, indicó, “tengo un ángel, una tía, que me acompaña, muchas familias generosas que me ayudaron a que hoy sea una enfermera”.

“Yo no estaba preparada cuando comenzaron los problemas de salud de mi mamá, hasta que entendí que Dios me pidió que le devuelva a ella todo el bien que me hizo, que es cuidarle, amarle, protegerle, y tenerle mucha paciencia”.

Liz le dijo al Santo Padre que “mi mamá es un milagro en mi vida, pero me hace mucha falta. Juego con ella como con un niño. Le regalo golosinas, le cambio los pañales, le baño”,

La joven quiso ir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Río 2013, pero no pudo. Estaba ahorrando para ir a la JMJ de Cracovia, en 2016, “pero cuando vino la noticia de que (el Papa) vendría a Paraguay llorando le agradecí a Dios porque sé que se acordó de mí”.

La joven le aseguró a Francisco que con su visita a Paraguay “sanarán muchos corazones. El Paraguay necesita un amor sincero que solo se encuentra en Cristo, para seguir caminando, construyendo un nuevo país”.

El Santo Padre abrazó a Liz, y en el discurso que improvisó después –dejando de lado el que tenía preparado– aseguró que “con su vida nos enseña que no hay que ser como Poncio Pilato, lavarse las manos”.

“Liz podría haber tranquilamente puesto a su mamá en un asilo y a su abuela en otro asilo y vivir su vida de joven divirtiéndose, estudiando lo que quería. Y  Liz dijo no. La abuela, la mamá, y Liz se convirtió en sierva, en servidora, y si quieren más fuerte todavía, en sirvienta de la mamá y de la abuela, y lo hizo con cariño”.

Francisco destacó que “Liz no estaba sola. Ella dijo dos cosas que nos tienen que ayudar. Habló de un ángel, de  una tía que fue como un ángel y habló del encuentro con los amigos los fines de semana, con  la comunidad juvenil de evangelización,  del grupo juvenil que alimentaba su fe”.

“Y esos dos ángeles, esa tía que la custodiaba y ese grupo juvenil le daba más fuerza para seguir adelante. Y eso se llama solidaridad”.

El Papa subrayó que Liz “no dijo ‘bueno, hago estoy y nada más’. Ella estudió y es enfermera y para hacer todo eso la ayuda la solidaridad que recibió de ustedes del grupo de ustedes,  que recibió  de esa tía que era como un ángel, la ayudó a seguir adelante”.

“Liz cumple el cuarto mandamiento: ‘Honrarás a tu padre y a tu madre’. Liz muestra su vida, su vida, la quema en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad, es un grado altísimo de amor, un  testimonio”,aseguró.

Ver el vídeo y leer el texto completo del discurso improvisado del Papa a los jóvenes y del que no ha leído y ha entregado

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad