María López: «Vi que Jesús estaba ahí, pero sin dejarle entrar en mi vida, me encontré con Él en la universidad, da sentido a mi vida y me regala mi felicidad plena»

* «Si no tuviera a Cristo en mi vida, estoy convencida que no tendría sentido nada. Jesús me ha enseñado a confiar en Él, a confiar en sus planes, a entender que sus planes son los mejores, y especialmente, a abrazar mi Cruz, esa que tanto nos asusta y por la que en muchas ocasiones renegamos de su existencia. Ahora entiendo, que sin esa Cruz que tanto aterra, no sería la María que Él quiere que sea Búscalo, Jesús ha muerto por y para ti, ha muerto para salvarte, ha dado su vida por la tuya, para que tú vivas. Búscalo. Nunca te va a fallar, dale tu mano, Él te la tendió el día que murió en esa Cruz por ti. Ahora es tu momento»

Camino Católico.- María López Jiménez tuvo siempre al Señor cerca porque nació en una familia católico, pero su encuentro con Jesucristo no se produjo hasta que empezó su carrera universitaria en Sevilla: “Comienzo a moverme en círculos donde el motor era Él, y a rezar, a pedirle que me diese Fe, incansablemente. Probablemente fue ahí donde siento que no le estaba dando el lugar que se merecía, el lugar que un mejor amigo merece, el lugar que merece ese alguien tan especial que nunca te falla, que te perdona mil y una veces, y sobre todo, que no te deja caer aunque le des la espalda en muchas ocasiones. Y lo encuentro, ahora ya sí sentía que estaba, que estaba en mí, conmigo”, dice en Jóvenes Católicos donde escribe su testimonio de conversión y fe en primera persona:

«Mi corazón rebosa de Jesús»

“De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Y es por eso que hoy quiero hablar de Él, porque mi corazón rebosa de Jesús.

Si hago una recapitulación de mi vida, lo cierto es que siempre he creído tener al Señor cerca ya que tuve la suerte de nacer en una familia cristiana, donde especialmente mi madre siempre mi inculcó los valores del cristianismo, y a la que aprovecho para darle las gracias por hacerme el mejor regalo de mi vida.

Yo, que desde pequeña he sido una persona con muchas inquietudes me encantaba andar por la Parroquia, autoinvitarme a las catequesis que recibía mi madre o entrar a todas las Iglesias por las que pasaba… en definitiva, observaba con mucha curiosidad todo aquello que tenía que ver con Dios, algo me invitaba a ello. Pero lo observaba desde lejos, sabiendo que Jesús estaba ahí, pero sin dejarle entrar con plenitud en mi vida. Estaba, pero no en mí.

Todo cambia cuando empiezo la carrera en Sevilla, y comienzo a moverme en círculos donde el motor era Él, y a rezar, a pedirle que me diese Fe, incansablemente. Probablemente fue ahí donde siento que no le estaba dando el lugar que se merecía, el lugar que un mejor amigo merece, el lugar que merece ese alguien tan especial que nunca te falla, que te perdona mil y una veces, y sobre todo, que no te deja caer aunque le des la espalda en muchas ocasiones. Y lo encuentro, ahora ya sí sentía que estaba, que estaba en mí, conmigo.

Ha pasado ya mucho tiempo desde ese día, han pasado muchas crisis de Fe por mi vida, muchas “noches oscuras” tal y como habla la Madre Teresa de Calcuta -a la que tanto cariño y admiración le tengo-, y muchas preguntas sin respuesta que terminan preguntándole que dónde está, que no lo encuentro, que me dé una luz, que me guíe el camino, que por favor no me deje sola. Y es justo hoy cuando me reafirmo en Él, la respuesta es Jesús, la respuesta a todas esas preguntas la tenemos delante, en el Sagrario, en el Santísimo.

Hoy me siento afortunada de poder gritar bien fuerte, que quien le da sentido a mi vida es Jesús, que es Dios quien me completa, quien me regala mi felicidad plena y que si no lo tuviera en mi vida, estoy convencida que no tendría sentido nada. Jesús me ha enseñado a confiar en Él, a confiar en sus planes, a entender que sus planes son los mejores, y especialmente, a abrazar mi Cruz, esa que tanto nos asusta y por la que en muchas ocasiones renegamos de su existencia. Ahora entiendo, que sin esa Cruz que tanto aterra, no sería la María que Él quiere que sea.

Hoy te invito a que confíes, a que le brindes tu mano. A que lo busques. Búscalo, Jesús ha muerto por y para ti, ha muerto para salvarte, ha dado su vida por la tuya, para que tú vivas.

Búscalo. Nunca te va a fallar, dale tu mano, Él te la tendió el día que murió en esa Cruz por ti. Ahora es tu momento.

María López Jiménez


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