Mark Gile se refugió en las drogas, fundó una banda callejera, pero el Señor le llamó para ser sacerdote: «Quería la vida. Doy gracias a Dios por la Iglesia, que ahora es mi hogar»

* «Soy hemofílico y estoy enfermo y cojo. Incluso pensaba que Dios no me quería porque, si Dios me quiere, ¿por qué me ha dejado nacer con esta enfermedad? Me rebelé porque no aceptaba mi enfermedad… Gracias a la Palabra, a la comunidad y a la Eucaristía, que me ha nutrido y donde el Señor me ha dado la gracia para ver que mi enfermedad es una gracia. Ésta es mi cruz, y la cruz de Cristo es la prueba más grande que tengo de que Dios me quiere»

3 de mayo de 2015.-(Juan Ignacio Merino / Alfa y Omega  / Camino Católico)  Mark Gile pensaba que Dios no le quería. «Soy hemofílico y estoy enfermo y cojo. No soy inteligente, físicamente hablando soy débil. Pensaba que nadie me quería. Incluso pensaba que Dios no me quería porque, si Dios me quiere, ¿por qué me ha dejado nacer con esta enfermedad? Me rebelé porque no aceptaba mi enfermedad», cuenta este joven filipino.

En busca de felicidad, se refugió en las drogas y en la violencia callejera: «Intenté mostrar al mundo que soy alguien y que puedo con todo. Fundé una banda pequeñita. Vendíamos y tomábamos droga, siempre buscando una pelea, deseando morir que, entonces, para mí, era mejor que vivir sin sentido y sin nadie que me quisiera. En la banda, sabía que todos estábamos allí porque en el interior buscábamos algo. Al final, siempre acabamos cansados e insatisfechos. Siempre igual. La droga, las chicas, la fama, mis amigos en la banda sólo han sido para mí un escape. Pensaba que éstos me iban a dar lo que quería», explica.

Y, por fin, encontró lo que ansiaba su corazón. «Simplemente, quería la vida. Yo doy gracias a Dios por la Iglesia, un lugar que ahora es mi hogar». También da gracias al Camino Neocatecumenal, parte fundamental en su formación: «Gracias a la Palabra, a la comunidad y a la Eucaristía, que me ha nutrido y donde el Señor me ha dado la gracia para ver que mi enfermedad es una gracia. Ésta es mi cruz, y la cruz de Cristo es la prueba más grande que tengo de que Dios me quiere». Ante su ordenación sacerdotal el sábado 2 de mayo, Mark rebosa alegría y agradecimiento: «Es tan grande el ministerio, que mi corazón rebosa de alegría. Sé que el Señor no me va a dejar».

Desde que se ordenó diacono, ha estado en la parroquia de San Raimundo de Peñafort (Vallecas), donde, afirma, ha experimentado la belleza «de anunciar la misericordia y el amor que me ha dado el Señor».

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