Mary Clarice Karunanayake, de 96 años, religiosa de Sri Lanka: «Centenares de personas vinieron hacia mí para convertirse. Entre ellos muchos budistas, algunos hindúes y musulmanes»

“He trabajado mucho hasta cuando pudey ahora paso mi vejez en la oración. La misión más importante de mi vida fue estar al lado de los jóvenes apoyándolos y anunciar a Cristo»

10 de marzo de 2014.- (Asia NewsCamino Católico  «La misión más importante de mi vida fue estar al lado de los jóvenes apoyándolos y anunciar a Cristo, para ayudar al próximo a construir su propia fe. Solo esto me hizo feliz. Centenares de personas vinieron hacia mí para convertirse. Entre ellos muchos budistas, algunos hindúes y musulmanes». Así la hermana Mary Clarice Karunanayake, de 96 años, religiosa de Sri Lanka, describe su historia y la historia de la misión en su propio país. 

La religiosa pertenece a la Orden de la Sagrada Familia y siempre trabajó en la provincia central, en la zona de Colombo. Hoy vive en Snatha Samaya, una casa de descanso en el convento de Wennauwa.  «He trabajado mucho hasta cuando pude– explica- y ahora paso mi vejez en la oración«.

Suor Clarice recuerda muy bien cuando recibió la vocación a la vida consagrada: «Dios me ha querido en 1940, cuando era aún una joven y vivía en Dankotuwa (La Provincia del Oeste). Estudiaba en el convento de Wennappuwa. Las hermanas me gustaron siempre, desde cuando era chica. Cada vez que veía una, o una novicia, las miraba como raptada. Cuando terminé los estudios pude realizar mi deseo y me hice hermana de la Sagrada Familia. Fui docente y enseñé en distintas escuelas femeninas«.

De su larga vida recuerda con particular afecto su obra de apoyo a tantos jóvenes que, en los años 70 trabajaban en la Zona de libre mercado (Free Trade Zone, Ftz) de Katunayake, instituida por el gobierno en el contexto de una política económica más abierta. 

«En esa época– cuenta- muchísimos muchachos y chicas venían a al Ftz para trabajar en las fábricas textiles o en otras empresas. Alquilaban pequeñas casas y compraban lo que necesitaban en los negocios vecinos. Pronto los negociantes empezaron a aprovecharse de estos jóvenes, aumentando los precios de las cosas. No podíamos tolerar este sistema. Así que yo, con una hermana y algunos muchachos empezamos a comprar arroz, coco, aceite para cocinar, pez disecado y verduras, y a venderles a los muchachos que trabajaban en la Ftz, a precios razonables».

Tal sistema fue la ocasión para instaurar una relación distinta con estos jóvenes: «Habíamos iniciado encontrándonos en sus días libres y les explicábamos que el ser humano necesita de un sostén espiritual, además del físico».

Los negociantes y los empresarios no toleraban esta situación. «Querían frenarnos– recuerda- un día hicieron arrestar a Freddy, un miembro de nuestro grupo que nos ayudaba con los trabajadores de la Ftz. Cuando lo supe fui corriendo a la policía para hacerlo liberar. Les expliqué que lo conocía y que era inocente. No querían dejarlo ir, así que me quedé y me puse a rezar. A la noche fue liberado«.

Suor Clarice se quedó con los trabajadores de Fzt por unos 5 años. Después inició a dar catecismo, a hablar de Jesús con quien quería convertirse. «Esta misión– subraya- estuvo llena de satisfacciones y alegrías, porque me permitieron entrar en estrecho contacto con quien quería abrazar el cristianismo. Centenares de personas vinieron hacia mí para convertirse. Entre ellos muchos budistas, y algunos hindúes y musulmanes».

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