Más de 1000 religiosas se hacen pasar por prostitutas infiltrándose en burdeles, rescatan a víctimas de la trata y compran niñas esclavizadas

“Estas hermanas no confían en nadie. Ellas no confían en los gobiernos, no confían en las corporaciones, no confían en la policía local y, en algunos casos, no pueden confiar ni en el clero masculino” explica John Studzinski, banquero y filántropo

4 de diciembre de 2015.-  (Aleteia  / Camino Católico)  La red internacional Talitha Kum reúne alrededor de 1.100 religiosas que actúan en 80 países para combatir el tráfico humano y la esclavitud. El grupo, que fue creado en 2004 por el banquero y filántropo John Studzinski, calcula que el 1% de la población mundial es traficada de alguna forma.

Estamos hablando de 73 millones de personas, es decir, el equivalente a la suma de la población entera de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia (o en Brasil, de los Estados de Minas Gerais, Río de Janeiro, Bahia, Rio Grande del Sur y Paraná, los cinco lugares más poblados después de San Pablo).

El 70% de las personas víctimas de tráfico en el mundo son mujeres, la mitad de ellas, con 16 años o menos.

John Studzinski es vicepresidente del banco de inversión norteamericano The Blackstone Group. Habló con detalle, a la Conferencia de las Mujeres, sobre los casos de tráfico y esclavitud. Como el caso de una mujer forzada a la prostitución que estuvo presa durante una semana sin comida y obligada a comer sus propias heces por haberse rehusado a seguir manteniendo relaciones sexuales con una meta diaria de 12“clientes”.

Studzinski explicó que las religiosas que forman parte de la red se visten como prostitutas y se infiltran en burdeles, además de actuar también en la lucha contra la venta de niñas esclavas en África, Filipinas, Brasil e India.

“Estas hermanas no confían en nadie. Ellas no confían en los gobiernos, no confían en las corporaciones, no confían en la policía local y, en algunos casos, no pueden confiar ni en el clero masculino”, afirma el filántropo.

Talitha Kum significa “Niña, levántate”, en arameo. La frase fue pronunciada por el propio Jesucristo al resucitar a una niña de 12 años, hija de Jairo, uno de los jefes de una sinagoga (cf. Mc 5,41).

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