Mauricio Hernández tuvo una endocarditis que podía ser mortal: «Recé con mi esposa la novena a san Josemaría y se produjo el milagro. Dios me ha dado otra oportunidad»

 * «Al cuarto día de rezar la novena me dijeron que me iría con hospitalización domiciliaria y, cuando me volvió a evaluar el infectólogo, se sorprendió mucho. Nos dijo que todos los exámenes habían salido buenos y en el electrocardiograma no había rastro de que hubiera tenido algo, o una cicatriz, una secuela, nada de nada. El doctor no sabía qué había pasado, pero nos miramos con mi esposa y soltamos las lágrimas, porque nosotros sí sabíamos qué había sucedido. Era un milagro. Los otros cinco días de la novena los terminamos de rezar en la casa, en familia, con nuestras tres hijas, agradeciendo el favor concedido por intercesión de san Josemaría»

Camino Católico.Mauricio Hernández es de Chile,  de la región del Biobío, y le diagnosticaron una endocarditis, una bacteria alojada en el corazón que le podía provocar la muerte, comenzó a rezar con su esposa una novena a San Josemaría que le llevó un sacerdote. “Cuando me volvió a evaluar el infectólogo, se sorprendió mucho. Nos dijo que todos los exámenes habían salido buenos y en el electrocardiograma no había rastro de que hubiera tenido algo, o una cicatriz, una secuela, nada de nada. El doctor no sabía qué había pasado, pero nosotros sí sabíamos qué había sucedido. Era un milagro. Dios me ha dado otra oportunidad”, detalla Hernández. Esta es su historia de sanación contada en el portal del Opus Dei.

Nunca pensó que sería testigo de un milagro de sanación tan cerca de sus ojos. Patricio Bravo se ordenó sacerdote diocesano recién a sus 52 años y recuerda que cuando era niño veía por la televisión unos encuentros –tertulias– con san Josemaría. Así comenzó todo: con una persona de Valparaíso viendo televisión. Jamás se imaginó que llegaría a presenciar la intercesión de ese santo por la salud de uno de sus feligreses, a kilómetros de distancia de la ciudad de la que es oriundo.

En ese entonces le llamaba la atención ese “sacerdote simpático” y su sencillez para hablar de las cosas de Dios, de una forma en que todos podían entenderle. Además, admiraba cómo respondía las preguntas de la gente sin vaguedad ni rodeos. Pero no le siguió más la pista hasta mucho tiempo después.

San Josemaría durante su encuentro en el Colegio Tabancura (1974)

Después de 30 años como profesor de religión en la congregación de San Viator y de 25 como hermano religioso, Patricio decidió entrar al seminario de San Bernardo en la Región Metropolitana. Ese fuego que sentía adentro no se calmaba con dar clases, Dios le pedía más. Y fue en ese lugar donde nuevamente se encontró con san Josemaría, al conocer a sacerdotes del Opus Dei. Esta vez no lo dejó ir.

El padre Patricio Bravo lleva siempre con él una medalla de san Josemaría. El 25 de marzo del 2022 fue nombrado cooperador de la Obra

Desde 2016 el padre Patricio es vicario de la parroquia san Judas Tadeo de Los Ángeles y tiene encomendada principalmente la capilla San José Obrero, ubicada en la población 11 de septiembre. Es un pequeño templo inserto en una comunidad integrada principalmente por personas mayores. Fue enviado allí por el obispo de la diócesis y, desde que llegó, comenzó a difundir entre los feligreses la devoción a san Josemaría.

Cuando llevaba cerca de un año, uno de sus ayudantes en la capilla fue hospitalizado.

Capilla San José Obrero, ubicada en la población 11 de septiembre, en Los Ángeles, región del Biobío

LA CURACIÓN

A Mauricio Hernández le gustaba hacer deporte en su tiempo libre, pero de pronto comenzó a sentirse extraño. Le molestaba una pierna, la sentía distinta y notaba que empeoraba; sin embargo, cuando iba al doctor, no le encontraban ninguna anomalía. “No tenía nada a simple vista, pero yo sabía que había algo que no era normal”, dice Mauricio. En ese entonces tenía 48 años y trabajaba de reponedor en un supermercado.

Un día el dolor se hizo insoportable, tuvo fiebre y no aguantó más, por lo que acudió a urgencias en el hospital. Lo internaron.

Tras varios controles y exámenes, descubrieron que Mauricio tenía una bacteria que había entrado por la pierna izquierda, moviéndose por su cuerpo e instalándose en su corazón. “Y bueno, me diagnosticaron una endocarditis”, explica. Es decir, una infección del revestimiento interior del corazón. “Supuestamente eso es como una muerte silenciosa. La bacteria estaba alojada ahí y, si perforaba algo, no lo estaría contando”, agrega.

Cuando estaba en el hospital, el padre Patricio Bravo lo fue a visitar en varias ocasiones. Pasaron cerca de dos meses y, ante la gravedad de la situación, el sacerdote decidió llevarle la Novena de los enfermos a san Josemaría, una oración especial en la que se pide a Dios –por la intercesión del fundador de la Obra– que devuelva la salud a una persona, o que, si su voluntad es otra, le ayude a aceptar el querer de Dios. (Para rezar la oración de la Novena de los enfermos de San Josemaría puedes pinchar aquí).

Llevaba internado dos meses cuando el equipo médico le comunicó que el tratamiento seguiría por treinta días más. “Nosotros nos frustramos porque tanto yo como mi familia estábamos cansados. Fue entonces que comenzamos a rezar la novena junto a mi esposa. Nos entregamos a él”, cuenta. Llevaba pocos días en eso cuando empezó a sentirse más aliviado. Lo revisó el infectólogo y el cardiólogo, quienes notaron que estaba mejorando.

«Al cuarto día de rezar la novena me dijeron que me iría con hospitalización domiciliaria y, cuando me volvió a evaluar el infectólogo, se sorprendió mucho. Nos dijo que todos los exámenes habían salido buenos y en el electrocardiograma no había rastro de que hubiera tenido algo, o una cicatriz, una secuela, nada de nada”, detalla Hernández. Lo dieron de alta.

“El doctor no sabía qué había pasado, pero nos miramos con mi esposa y soltamos las lágrimas, porque nosotros sí sabíamos qué había sucedido. Era un milagro”, asegura. “Los otros cinco días de la novena los terminamos de rezar en la casa, en familia, con nuestras tres hijas, agradeciendo el favor concedido por intercesión de san Josemaría”, añade.

Después de salir del hospital, Mauricio estuvo con terapia para recuperar musculatura. Según cuenta, en el primer control la doctora se sorprendió: “¿Tú aquí? ¿Sabes de la gravedad de la endocarditis?”, le preguntó. “Dios me ha dado otra oportunidad”, le respondió Mauricio.

Ya han pasado más de cinco años desde la hospitalización y Mauricio cuenta que no tiene secuelas de todo lo que pasó: “Gracias a Dios, nada. Me dieron el alta sin medicamentos. Y salí caminando”. Explica que aunque al principio no andaba perfectamente, con el tiempo se recuperó bien e incluso volvió a hacer deporte, “sin ningún impedimento”. También volvió a su trabajo de reponedor.

Tras esta experiencia, Mauricio cuenta que dedica su tiempo libre al servicio a la Iglesia y que con su esposa tratan de ser mejores cada día. “Si el padre necesita algo, lo ayudamos”, dice. “Con él yo aprendí a conocer a san Josemaría”, concluye.

Reliquia del santo que se encuentra en la capilla San José Obrero, en Los Ángeles, en el sur de Chile

Durante estos años el padre Patricio Bravo consiguió con la ayuda del padre Pablo Aguilera, un sacerdote del Opus Dei que está en Concepción, una estatua de san Josemaría que mide más de un metro y que instalaron en la capilla. Además, obtuvo una reliquia “ex capilis”, es decir, una hebra de pelo del santo que está debidamente conservada, y que depositó el obispo Felipe Bacarreza Rodríguez en la cubierta de la mesa, al consagrar el Altar de piedra de la Capilla el 22 de octubre de 2021, memoria litúrgica de San Juan Pablo ll.


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