Mauricio Silva: «Miraba con desprecio a las personas religiosas, soñaba con jugar en la NBA, pero crecí en la fe y lo dejé todo por cumplir la voluntad de Dios y seré sacerdote»

* «Un día, cuando volvía a casa y pasaba por delante de una capilla, hice autostop y me encontré con un diácono permanente que vivía por mi barrio. Sorprendentemente me preguntó si había recibido catequesis y le respondí que sí, de pequeño, pero que abandoné por desinterés. Tras mi respuesta, me invitó muy amablemente a participar en clases de religión con jóvenes de mi edad que se preparaban para la Confirmación. Acepté la invitación. Esta vez tuve una actitud muy diferente, me comprometí y, finalmente, recibí la Eucaristía y la Confirmación. Aquella formación despertó en mí una gran admiración por la doctrina Católica, tanto que después de recibir los sacramentos, nunca dejé de asistir a la misa dominical. Además, no dejé mis grupos de oración con jóvenes, rezaba el rosario e intenté asistir a retiros. Todo lo relacionado con la Iglesia me generaba un gran interés. Hice nuevos amigos que me ayudaron mucho y aún me ayudan a crecer en la fe»

Camino Católico.- Mauricio Silva es un joven seminarista de 25 años de Brasil. Nació en Belford Roxo, en el estado de Río de Janeiro en 1997 y estudia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma) y vive en el Seminario Internacional Sedes Sapientiae. Cursa el Bachiller de Teología gracias a una beca de la Fundación CARF, en cuya web cuenta cómo Dios tocó su vida, cuando él no se lo imaginaba y había tomado caminos muy distintos. De soñar con jugar en la NBA a cumplir la voluntad de Dios. Este es su testimonio:

De soñar con la NBA a cumplir la voluntad de Dios

Mi nombre es Mauricio Silva de Andrade, nací el 30 de marzo del año 1997. Soy el único hijo de Luiz Claudio Ferreira de Andrade y Flavia Souza da Silva, ya que mi madre perdió un bebé aún en gestación.

Nos trasladamos en 2001 a Campo Grande, capital del estado de Mato Grosso do Sul,  pues mi padre es militar. En esa ciudad crecí y viví hasta que me trasladé a Roma.

Buenos ejemplos 

En casa siempre tuve buenos ejemplos. Mis padres fueron muy trabajadores y muy queridos por todos, grandes modelos para mi vida. Sin embargo, aunque la mayoría de mi familia es cristiana –me bautizaron a la edad de un año en la Iglesia Católica–, durante mi infancia no solíamos ir a la iglesia, sólo ocasionalmente, por invitación de amigos de mis padres, quienes además eran protestantes. Pocas veces rezábamos todos juntos en casa.

Prefería el fútbol al catecismo 

Cuando tenía unos 9 años comencé a dar clases de catecismo, pero confieso que, como las charlas eran el sábado por la tarde, prefería estar con los amigos jugando al fútbol. Faltaba muchos días y apenas realizaba las actividades propuestas para hacer en casa. Tampoco tenía interés en asistir a Misa, todo me parecía muy aburrido. Por lo tanto, finalmente abandoné la catequesis y no recibí la primera Comunión.

En aquella época tenía ideas muy críticas sobre la Iglesia, porque en mi mente la fe era algo mitológico y sin conexión con la vida real, mera superstición, y miraba con cierto desprecio a las personas religiosas. Qué lejos estaba de ser un seminarista de Brasil. 

La pérdida de mi padre, el mundo desde otra prespectiva

Poco a poco, a medida que fui madurando, todavía era muy joven y con una visión muy limitada del mundo, me propuse tener un concepto menos peyorativo de la religión. Lo que favoreció definitivamente un cambio en mi vida fue la muerte de mi padre en un accidente de coche. Yo apenas tenía 12 años. Él era un hombre bueno, cariñoso, todo el mundo le quería… Así que yo me planteé dónde se había ido tras su fallecimiento, y si todo lo que había hecho en su vida habría tenido sentido.

Y fue así cuando comencé a ver el mundo desde otra perspectiva y la religión dejó de ser algo negativo. Me propuse leer libros de doctrina católica para encontrar las respuestas a mis preguntas.

En esta imagen Mauricio Silva, seminarista de Brasil, aparece con el grupo de oración de sus compañeros de Universidad, donde su camino hacia Dios giró de forma providencial

Un encuentro con un diácono permanente

Un día, cuando volvía a casa y pasaba por delante de una capilla, hice autostop y me encontré con un diácono permanente que vivía por mi barrio. Sorprendentemente me preguntó si había recibido catequesis y le respondí que sí, de pequeño, pero que abandoné por desinterés.

Tras mi respuesta, me invitó muy amablemente a participar en clases de religión con jóvenes de mi edad que se preparaban para la Confirmación. Acepté la invitación. Esta vez tuve una actitud muy diferente, me comprometí y, finalmente, recibí la Eucaristía y la Confirmación».

Admiración por la doctrina Católica 

Aquella formación despertó en mí una gran admiración por la doctrina Católica, tanto que después de recibir los sacramentos, nunca dejé de asistir a la misa dominical. Además, no dejé mis grupos de oración con jóvenes, rezaba el rosario e intenté asistir a retiros. Todo lo relacionado con la Iglesia me generaba un gran interés. Hice nuevos amigos que me ayudaron mucho y aún me ayudan a crecer en la fe.

El deporte y el baloncesto: el sueño de mi vida

Cuando terminé el colegio (estaba en un centro militar) me fui a la universidad, todavía sin tener claro lo que realmente quería, porque mi único proyecto personal era jugar al baloncesto: soñaba con llegar a la NBA.

Me matriculé en Derecho en la Universidad Católica Don Bosco. Sabía que allí tendría la posibilidad de jugar al baloncesto porque a veces entrenaba con el equipo universitario. De pequeño formaba parte del equipo del Colegio Don Bosco, ambas instituciones de los Salesianos. Ni se me pasaba por la cabeza ser un seminarista. Con el paso de los años, este sueño se enfrentó a la realidad: me di cuenta de que era algo inviable, al igual que convertirme en atleta profesional.

Descubrir a Dios en la Universidad 

Fue en la universidad donde mi camino con Dios dio otra vuelta, ahora más radical. A pesar de los desafíos del ambiente universitario, muchas veces influenciado por el escepticismo y el indiferentismo religioso, y, en el escenario general brasileño de mucha promiscuidad, la Universidad Católica me permitió crecer mucho en la fe.

Nos daban a los estudiantes la oportunidad de participar en la Santa Misa dos veces por semana, y también podíamos asistir a la adoración delante del Santísimo Sacramento en las capillas de la Universidad, donde se juntaba un grupo de oración de jóvenes una vez a la semana. El hambre por la Eucaristía creció en mí, así como el deseo de confesarme más a menudo».

Madurar en la fe 

Sin embargo, como he explicado antes, yo era un joven que no tenía un proyecto de vida definido. Dejé la facultad de Derecho y cambié de rumbo. Inicié un nuevo ciclo en administración en la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul. En este centro también me uní a un grupo de oración semanal con estudiantes. Allí hice excelentes amistades, que me acercaron más a Dios. Creamos un grupo de estudio católico en la biblioteca de la universidad, que dio buenos frutos.

Mi camino se iba vislumbrando. Mauricio, de soñar con la NBA, a cumplir la voluntad de Dios como un seminarista de Brasil.

Mauricio Silva con un grupo de oración de jóvenes

Nuestra Señora del Carmen: el día más importante

El 16 de junio de 2019, día de la Virgen del Carmen, asistí por primera vez a una Misa en latín con mi grupo de amigos de la universidad. Mi intención era recibir la imposición del escapulario y conocer un poco más esta liturgia, que para mí era algo nuevo y que me despertaba la curiosidad.

Al terminar la Misa conocí a un seminarista diocesano, ahora sacerdote, quien me invitó a visitar el seminario. Finalmente acepté, un poco por curiosidad, pero también por esa inquietud que tenía dentro de mí sobre las cosas de Dios.

Testimonio de amor al sacerdocio 

«Posteriormente, me apunté a reuniones vocacionales y a familiarizarme con el ambiente del seminario. En mi parroquia tuve contacto con seminaristas salesianos, algunos de los cuales son mis amigos hasta el día hoy, aunque algunos hayan dejado el seminario.

Un factor que me llamó la atención fue el testimonio de los sacerdotes formadores del seminario, su amor al sacerdocio, su piedad y el celo en la celebración de la Eucaristía. La mente se abrió y comprendí el sacerdocio de una manera nueva, hasta tal punto que comencé a cuestionarme seriamente si Dios me llamaba por este camino, si mi vocación era el sacerdocio, aunque estaba muy indeciso y temeroso ante una misión tan grande y exigente.

Seminarista, una decisión meditada 

Después de muchos encuentros vocacionales, visitas frecuentes al seminario, un año de dirección espiritual y bastantes preguntas –un proceso que duró cerca de un año y medio– tomé la decisión de ingresar en el seminario. No tenía la certeza de querer ser sacerdote, pero sí un profundo deseo de hacer la voluntad de Dios en mi vida, confiando en estar donde el Señor me quería, lo que me dio mucha serenidad.

Mi decisión fue meditada: dejé la escuela de administración en el segundo año y las prácticas remuneradas que tenía. Y esto pocos meses después de haber sido aprobado en cinco concursos públicos de prácticas y siendo ya pasante en el Tribunal de Justicia del Estado de Mato Grosso do Sul con otro año y medio de contrato. Así que, dejaba todo por cumplir la voluntad de Dios.

De soñar con la NBA a la Universidad de la Santa Cruz 

Ingresé en el seminario propedéutico de la Archidiócesis de Campo Grande en el 2018, y, con el permiso de mi obispo, también inicié los estudios de Filosofía ese mismo año. Fue una época muy intensa y desafiante, estaba estudiando Filosofía y seguía con las actividades y estudios del seminario. A finales de 2020, habiendo terminado mi curso de filosofía, mi obispo me propuso continuar mis estudios y el proceso de formación en la Ciudad Eterna, lo cual fue una gran sorpresa, pero también un gran honor y alegría de ofrecerme esta oportunidad.

Hablé con mi madre, con mi director espiritual y con los formadores y le dije que sí al obispo. En octubre de 2021 y con algunas dificultades debido a la pandemia, finalmente tuve la gracia de residir en el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae y el privilegio de comenzar mis estudios teológicos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, donde ahora estoy cursando el segundo año de Bachiller en Teología.

Mauricio, seminarista gracias a los benefactores

Como han podido observar, mi vida, así como todas las vidas, está hecha de encuentros providenciales. Y providencial es la ayuda de mis benefactores de la Fundación CARF, no solamente en un sentido económico –pues estoy aquí gracias a ustedes–, sino también por su oración y cercanía espiritual, algo fundamental para cualquier seminarista y sacerdote del mundo. ¡Muito Obrigado!

 Mauricio Silva


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