Miriam Pareja Álvarez, 26 años, nació en una familia católica, creía que Dios existe, pero «viví dos años, de fiesta, alcohol y dejarme llevar: Jesucristo me dijo que Él era mi Dios»

* «Tuve unas convivencias donde el Señor me habló de todas las maneras posibles. A través de las catequesis, de los hermanos, de todo lo que veía y sobre todo a través de la Palabra (la Biblia). Estaba impresionada y muy feliz. Jesucristo me dijo que Él era el Dios de mis padres y que no podía renegar de mis raíces. Yo miraba la cruz y lloraba porque me sentía indigna. Contemplarlo en la cruz yo que le había dado la espalda. Creer que Él ha dado la vida por mí y que no me muero. Me mostró que mi pueblo es la Iglesia y que ella tiene mis virtudes y mis defectos como tiene los de todos los que pertenecen a ella… Me dijo que me ama muchísimo, tal y como soy y que tiene una historia conmigo increíble. Experimentar el Amor de Dios no se puede explicar pero es algo que en el momento en que lo vives nadie puede convencerte de que no es real. Me sentía especial y única para Dios. Ver que siempre ha estado ahí protegiendo y siendo fiel. Creer de verdad que Él nunca falla y que con Él nada es imposible y puedo ser fuerte y tener la alegría verdadera que viene del Espíritu Santo, que no es euforia y tampoco una motivación momentánea, es saberse amada desde siempre y para siempre, te sientes viva e imparable. A partir de ahí me confesé y estuve un tiempo bastante largo en gracia. Me prometí que diría que sí a todo lo que viniera de Dios»

Camino Católico.- Miriam Pareja Álvarez nació en una familia católica y es la mayor de 9 hermanos. En Camino católico hemos contado la poderosa conversión de su padre Ricardo Pareja Meseguer,  quien era un «punky» drogadicto, su tía rezaba por él, unos neonazis lo apalearon brutalmente y Dios lo atrajo hacia sí.  Actualmente “tengo el privilegio de trabajar en la Asociación Hogar de María, donde con un gran equipo  ayudo a mujeres embarazadas a seguir adelante con su embarazo y hacemos lo posible por acercarlas a la Verdad a través de la experiencia del amor”.

Miriam empezó a hacerse preguntas y a no dar todo por hecho las cosas que le habían contado, pese al testimonio de vida de sus padres. Durante un tiempo se quiso buscar la vida, “el ser y sobretodo el sentirme amada en los lugares equivocados y digamos que viví dos años de pensar muchísimo, de idas y venidas, fiesta, alcohol y dejarme llevar. Descubrí el poder que tenía siendo mujer, con mi físico y lo utilicé según mi interés y lo que me apetecía.  Fue un tiempo en el cual me divertía pero no me llenaba”. Miriam nunca ha dudado de la existencia de Dios pero si dudó sobre su fe. No obstante, Dios mismo le mostró que lo que hacía y los ambientes en que se movía no eran los idóneos para ella. Descubrió a Dios y lo que quería y lo que no quería para sí misma. Miriam Pareja Álvarez cuenta su testimonio de conversión en primera persona en Jóvenes Católicos:

Miriam Pareja Álvarez con sus padres y sus ocho hermanos / Foto Instagram

Hace unos días desde Jóvenes Católicos: me pidieron que escribiera sobre si se puede descubrir a Dios siendo joven.

Para mí no debería ser complicado escribir sobre esto, ya que tengo 26 años y mi propia experiencia de Dios en mi vida.

Miriam Pareja Álvarez con su ahijado Mateo / Foto Instagram

He tenido el regalo de nacer en una familia católica, soy la mayor de 9 hermanos y puedo decir que mi fe no es únicamente una herencia. Tengo el privilegio de trabajar en la Asociación Hogar de María, donde con un gran equipo  ayudo a mujeres embarazadas a seguir adelante con su embarazo y hacemos lo posible por acercarlas a la Verdad a través de la experiencia del amor.

Cuando fui creciendo más o menos a los 18 o 19 años empecé a hacerme preguntas, a no dar todo por hecho (las cosas que me habían contado).

Durante un tiempo quise buscar la vida, el ser y sobretodo el sentirme amada en los lugares equivocados y digamos que viví dos años de pensar muchísimo, de idas y venidas, fiesta, alcohol y dejarme llevar. Descubrí el poder que tenía siendo mujer, con mi físico y lo utilicé según mi interés y lo que me apetecía.  Fue un tiempo en el cual me divertía pero no me llenaba. Lo que yo deseaba no lo encontraba y al final siempre había una decepción que me conducía a seguir buscando. Llegué a un punto de vacío bastante profundo y de sentirme desorientada y sola. Buscaba algo auténtico, anhelaba algo verdadero y yo era la primera que estaba siendo quien en realidad no era o bueno, quizás si era yo, yo en mi debilidad, mi yo más frágil.

Todos los valores de amor y consejos de mis padres estaban siempre presentes, era muy consciente de que mi forma de actuar no era la de una chica cristiana. Por no decepcionar a mis padres y por la responsabilidad de ser una influencia para mis hermanos nunca dejé de asistir a la eucaristía y de rezar en familia, eso creo que me hizo no llegar a pasar ciertos límites. Lo que sí dejé de lado fue la confesión y eso tenía sus consecuencias.

Miriam Pareja Álvarez con sus amigos en el Santuario de Queralt / Foto Instagram

Entre todo esto, tuve serias dudas sobre la fe que me hicieron sufrir, me confundí y empecé a investigar y leer libros sobre las tres religiones Abrahámicas. Jamás he dudado de la existencia de Dios pero necesitaba descubrir quién era Dios, quién era mi Dios, cual era mi origen, mi raíz, mi pueblo y si mi religión debía ser la católica. Al final buscaba mi identidad, quién era yo. Entre mis dudas y mi forma de actuar decidí quitarme la cruz que llevaba en el cuello y me puse la medalla de la Virgen que me regalaron para mi comunión. Pensaba que así era más coherente y no escandalizaba tanto. Sí, es que además era súper moralista.

Miriam Pareja Álvarez / Foto Instagram

La Virgen me libró de grandes tropiezos de formas increíbles y haciéndome ver que era ella, una de las veces gracias a la medalla. Yo misma alucinaba porque no había duda pero, aún así yo quería experimentar y ser feliz en ese ambiente.

La noche, la fiesta… No te das cuenta y te mundanizas rapidísimo. Me relacionaba con chicos de otras religiones, de culturas y pensamientos distintos a los míos y me parecía una aventura. Una vez conocí a un ex presidiario y me encapriché totalmente. No era muy consciente y solo pensaba en pasármelo bien, gustar y sentirme querida.

Y aunque hay testimonios increíbles y muy fuertes, estoy segura de que Dios permite unas experiencias concretas para cada uno. Para mí, lo que viví en ese tiempo me bastó para conocerme, descubrir a Dios y  ver claramente lo que quiero y lo que no quiero.

Una noche supe que algo estaba cambiando. Miraba a mi alrededor y empecé a angustiarme. Había algo que me decía que me fuera y que ese no era mi sitio, ya era suficiente.

Poco después tuve unas convivencias donde el Señor me habló de todas las maneras posibles. A través de las catequesis, de los hermanos, de todo lo que veía y sobre todo a través de la Palabra (la Biblia). Estaba impresionada y muy feliz. Jesucristo me dijo que Él era mi Dios, el Dios de mis padres y que no podía renegar de mis raíces. Yo miraba la cruz y lloraba porque me sentía indigna. Contemplarlo en la cruz yo que le había dado la espalda. Creer que Él ha dado la vida por mí y que no me muero. Me mostró que mi pueblo es la Iglesia y que ella tiene mis virtudes y mis defectos como tiene los de todos los que pertenecen a ella… Me dijo que me ama muchísimo, tal y como soy y que tiene una historia conmigo increíble. Experimentar el Amor de Dios no se puede explicar pero es algo que en el momento en que lo vives nadie puede convencerte de que no es real. Me sentía especial y única para Dios. Ver que siempre ha estado ahí protegiendo y siendo fiel. Creer de verdad que Él nunca falla y que con Él nada es imposible y puedo ser fuerte y tener la alegría verdadera que viene del Espíritu Santo, que no es euforia y tampoco una motivación momentánea, es saberse amada desde siempre y para siempre, te sientes viva e imparable.

Miriam Pareja Álvarez / Foto Instagram

A partir de ahí me confesé y estuve un tiempo bastante largo en gracia. Me prometí que diría que sí a todo lo que viniera de Dios. Así que me invitaron a irme una semana joven de retiro a Saint Pierre con la Comunidad del Cordero. Ahí aluciné totalmente. Los primeros tres días creía que no resistiría y tendría que marcharme a Barcelona. Estar en pleno campo, desconectada de todo, sin espejos, con bastante silencio, saliendo de mi comodidad. Fue como una desintoxicación. Un verdadero regalo que me ayudó a conocerme más a mí misma y a Jesús. La ternura de Dios, Su amor infinito y lo importante y querida que me sentía por las hermanitas hizo que me quedara toda la semana y repitiera durante cuatro veranos y conmigo, otros se animaron a vivir la experiencia. Ahí descubrí cuál es la misión del cristiano y cómo la oración es mi fortaleza, la que me mantiene en la esperanza, fuerte y contenta siempre. Pero también descubrí que es un combate y que hay que entrar en humildad para pararse a rezar. Por qué es decir que yo no soy y que soy con Él.

Estoy segura que cuando estoy en gracia y llevo un tiempo de oración es cuando más yo misma soy. Además Dios me ha regalado tan buenísimos amigos, que me hacen bien y con los que además de pasarlo genial puedo compartir las cosas más importantes que son las del espíritu, las trascendentales.

Espero que todo lo que he escrito sobre mi vida pueda ayudar y con ello quiero mostrar que decir sí a Dios, seguir a Dios no es el camino fácil. Es el camino del combate, de la paciencia y sobretodo de llevar a cabo la misión más importante y difícil que es salvar vidas amando, entregándote, ofreciéndote sin esperar nada, incluso sin ver muchas veces los frutos.

Reconocer que no llevo yo mi vida y que necesito de Dios para tener paz, ser constante y poder cargar la cruz que a veces cuesta.

Y sí, creo necesario tener un espíritu joven, curioso, que busca para poder descubrir a Dios.

Vale la pena buscar la verdad y no te asustes si no encuentras las respuestas de todo. El misterio forma parte de la fe, si lo entendiéramos todo entonces no sería Dios.

Miriam Pareja Álvarez

Ricardo Pareja Meseguer era un «punky» drogadicto, su tía rezaba por él, unos neonazis lo apalearon brutalmente y Dios lo atrajo hacia sí, se casó y es padre de 9 hijos

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