Muere el futbolista Paolo Rossi: «La fe me ha ayudado ante las dificultades. Creo firmemente que estamos solo de paso por esta Tierra y que no todo acaba después de la muerte»

* «Desde muy joven frecuenté la iglesia: fui monaguillo  en mi pueblo, Santa Lucía, localidad de Prato, y la parroquia era el principal lugar de reunión. ¿Creerías que descubrí la pasión por el fútbol ahí mismo: a los 10 años. Jugaba en el equipo que organizó Don Sandro? De hecho, crecí entre los sacerdotes y era casi natural tener la curiosidad de saber cómo era un seminario: qué hacían, cómo eran las jornadas. No tenía vocación al sacerdocio pero quise tener una pequeña experiencia, digámoslo así, dictada por la simpatía que sentía hacia ese mundo. Es así que estuve en seminario durante una semana, pero rápidamente me di cuenta de que no era lo mío»

Paolo Rossi levanta la Copa del Mundo en el Bernabéu en 1982

Camino Católico.- Italia, que enloqueció de alegría con sus goles en el Mundial de futbol de España de 1982, hoy llora a Paolo Rossi, 64 años, héroe de ese campeonato que ganaron los azzurri. La noticia de su muerte, por enfermedad incurable, la ha dado su mujer en Instagram con dos simples palabras junto a un corazón: «Para siempre».

Toda Italia estalló de entusiasmo con los seis goles que le hizo en el Mundial y que lo convirtieron para siempre en «Pablito», un jugador amado por todo el país, una leyenda del fútbol italiano. Histórico fue su triplete al Brasil de Zico en el estadio de Sarriá de Barcelona, seguido del doblete a la Polonia de Boniek en semifinal en el Nou Camp, y su primer gol en la final en Madrid contra la Alemania de Rummenigge, adjudicándose el Balón de Oro.

En su carrera, además del campeonato del mundo, ganó dos títulos de liga, una Copa de Europa, una Recopa y una Supercopa de la UEFA con la Juventus. Jugó también con el Milan. En el año 2004 fue incluido en el Fifa 100, una lista de los 125 mejores jugadores vivos, seleccionados por Pelé y por la propia FIFA con motivo del centenario de la federación internacional.

Acabada su carrera deportiva, Paolo Rossi, que deja mujer y tres hijos, se convirtió en comentarista deportivo en Mediaset y en la RAI. Siempre educado, sin una palabra de más. No es tiempo para héroes, pero para los italianos lo seguirá siendo y lo recordarán siempre como un joven con un nombre común inolvidable: Pablito.

La celebración de Paolo Rossi tras meter gol a Alemania en la final del Mundial de 1982 es una imagen icónica para los italianos

La muerte no es el fin

El 20 de febrero de este año 2020 Francesca D’Angelo entrevistó en la revista Credere a Paolo Rossi, leyenda del fútbol italiano, nacido en 1956, casado con la periodista Federica Cappelletti y padre de tres hijos, quien habló de su fe católica, sus metas profesionales y aquellas de la vida privada, mucho más preciosas. Refiriéndose a la muerte el futbolista decía:

“La mía fue una generación en la que los valores cristianos eran todavía muy importantes: eran una parte integral de nuestra cultura y permeaban nuestro comportamiento. Personalmente, la fe me ha ayudado mucho, especialmente en momentos de dificultad. No soy un «fanático» pero creo firmemente que estamos solo de paso por esta Tierra y que no todo acaba después de la muerte. Entre otras cosas, desde el punto de vista futbolístico, jugué durante cuatro años en  Florencia, en un equipo que se llamaba Cattolica Virtus della Comunità giovanile San Michele: era una realidad competitiva muy valorada a nivel regional, dirigida por dos sacerdotes. Uno de ellos era el padre Ajmo Petracchi y con él permanecí en contacto hasta que murió en 2001.

No podíamos vernos en persona: yo estaba a menudo fuera y, a su vez, Don Ajmo se había convertido primero en secretario del cardenal Benelli y luego en vicario general del cardenal Piovanelli. Sin embargo, nos escribimos: él me envió cartas y libros para leer, como los poemas de Rabindranath Tagore. Todavía recuerdo con mucho cariño los años que pasé en la Comunidad Juvenil de San Michele: allí crecí no solo desde el punto de vista técnico, sino también desde el punto de vista humano. Siempre me ha gustado el ambiente de ese equipo”.

Probó en el seminario y comprobó que no tenía vocación sacerdotal

Una de las revelaciones que Paolo Rossi hizo es que Italia pudo no haber tenido a este delantero centro y sí a un posible sacerdote. Y es que llegó a probar en un seminario pues aunque en realidad confirmó que no estaba llamado a esta vida admiraba a los religiosos con los que se había criado en la infancia:

“Desde muy joven frecuenté la iglesia: fui monaguillo  en mi pueblo, Santa Lucía, localidad de Prato, y la parroquia era el principal lugar de reunión. ¿Creerías que descubrí la pasión por el fútbol ahí mismo: a los 10 años. Jugaba en el equipo que organizó Don Sandro? De hecho, crecí entre los sacerdotes y era casi natural tener la curiosidad de saber cómo era un seminario: qué hacían, cómo eran las jornadas. No tenía vocación al sacerdocio pero quise tener una pequeña experiencia, digámoslo así, dictada por la simpatía que sentía hacia ese mundo. Es así que estuve en seminario durante una semana, pero rápidamente me di cuenta de que no era lo mío”.

Paolo Rossi, con Pelé, considerado por muchos como el mejor jugador de la historia del fútbol

Educación, fe y familía

A pesar de una increíble carrera de verdadero campeón, «Pablito» logró no perder el rumbo y no dejarse abrumar por el éxito. Fe y familia le permitieron permanecer con los pies detrás de la pelota pero bien anclado a tierra.

“La educación que recibí fue decisiva, al igual que mi fe y mi familia, que fueron siempre un refugio seguro. Además, siempre estuve convencido de que el éxito es algo efímero. Eso sí, logré resultados importantes, estuve muy satisfecho con mi trabajo y gané todo lo que pude ganar, pero al final siempre encontraba mucha más satisfacción en salir con mis amigos, en tener una buena relación con mi familia y con mi esposa. Estas son las cosas firmes y sólidas que se mantienen en el tiempo: esta es la verdadera felicidad. El éxito y la fama son cosas bellas que explotan ruidosamente y mueren con la misma rapidez. El camino que te lleva a la felicidad es otro y es cotidiano…

El trabajo debe estar ahí, es una parte importante de la vida y hace crecer a las personas de muchas formas, pero no debería absorber a las personas por completo. Debemos intentar buscar un equilibrio entre la vida privada y la carrera profesional porque los afectos son fundamentales: cuando llego a casa y mi hija me sonríe, o me cuenta una anécdota divertida, siento una alegría indescriptible. Son por estas cosas, de mi decisión de no aceptar trabajos que me alejarían, quizás durante años, de mis seres queridos.

El mundo del fútbol ha cambiado profundamente desde la década de los noventa. La mía, probablemente, fue la generación que «rompió el hielo»: después, las empresas se lanzaron al negocio del fútbol y el campeón se convirtió en el rico y famoso. Sinceramente, no los envidio: probablemente nosotros habremos ganamos menos, pero vivíamos en una época en la que el fútbol todavía tenía algo de romántico y era bien entendido a nivel de amistad. Con muchos jugadores me he mantenido muy unido porque, jugando juntos, nos hemos hecho muy amigos. Hoy es más difícil que esto suceda, también debido a los frecuentes cambios de equipo. Me temo que ni siquiera hay tiempo para forjar vínculos fuertes”.


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