Nathaniel Hurd, asesor en política internacional, era ateo, un amigo le habló de Dios «con precisión» y un gran Via Crucis callejero le transformó

* «Esa fue la primera vez que me di cuenta, de verdad, de lo que Cristo había hecho por mí. Pienso que haber visto ‘La Pasión de Cristo’ unos días antes pudo hacerme pensar algo en ello. Pero ese día Él me hizo una pregunta muy clara: ‘yo hice esto por ti, ¿qué haces tú en tu vida diaria por mí?’. Yo quería seguir al Señor en todos los aspectos de mi vida. Había intentado seguirme a mí mismo, y no había salido muy bien. Dije: ‘vamos a probar y confiar en Él’. Pero al final, entendí en 2004 que tenía que haber una forma de saber qué es lo que Cristo quería de mí, qué es lo que Cristo enseñaba, para mí y para los demás. Y esa forma, ese camino… ¡es su Iglesia! Y estaba muy claro que ésta era la Iglesia de Jesucristo, y que si había un desacuerdo entre la Iglesia y mi postura, el error será mío, no de la Iglesia»

CaminoCatólico.com.- Hasta los 22 años, Nathaniel Hurd era «ateo, llana y simplemente». Su familia no era religiosa, ni siquiera le habían bautizado. Le parecía que todas las cosas relacionadas con Dios eran tonterías que no merecían ninguna atención. Simplemente, el tema no le interesaba y lo miraba con cierto desprecio. La moral familiar católica le parecía especialmente ajena y equivocada.

Y sin embargo, diez años después estaba a punto de hacerse sacerdote católico en Washington. ¿Qué sucedió? Todo empezó conociendo católicos inteligentes y devotos… y después cristalizó con un Viernes Santo muy especial, en el que le invitaron a un Via Crucis.

Hurd, que ha sido asesor de política internacional en el Capitolio, en Washington, y después ha trabajado en ayuda humanitaria internacional, ha contado su itinerario de fe, ya con 41 años, en Signposts, de CHnetwork.org. En ocasiones anteriores lo explicó en Radio María de EEUU y otros foros. P.J.G. lo cuenta en Religión en Libertad.

Un amigo inteligente: hablaba con precisión, sin vaguedades

En la universidad, con 22 años, conoció a un compañero católico muy inteligente. Se hicieron muy amigos. «Teníamos un montón de conversaciones sobre Dios y la fe. Como ateo, lo que querrías es desdeñar al creyente como, básicamente, un idiota. Eso es lo fácil, por pereza. En este caso no podía hacerlo«. Su amigo tenía doble titulación en Psicología y Clásicas, «cum laude», y era realmente listo.

«Tuve que escuchar de verdad. Había precisión en lo que decía de Dios y la fe. No eran las vaguedades que creo que muchos ateos asocian con los creyentes. Así que al final del verano perdí mi certeza de que Dios no existe y me mantuve abierto a esa posibilidad». La posibilidad de que existe Dios, un Creador Todopoderoso y que ama a los hombres y su creación.

Más adelante conoció a otro católico firme y coherente. «Impresionaba no solo por su integridad sino por su completitud. Se encontraba a gusto tanto en el museo como en un estadio deportivo». Le parecía humanamente interesante.

Bautizado, pero cristiano a su manera…

Después de dos años y medio como agnóstico abierto, en 2002 dio el paso de bautizarse como episcopaliano (anglicanos de EEUU, muy liberales en doctrina). Quería saber más, leía mucho sobre la fe… y se hacía preguntas.

En 2004, al llegar Viernes Santo, un amigo católico le preguntó: «¿tienes algún buen plan para este Viernes Santo?» Y juntos acudieron a un Via Crucis organizado por el movimiento Comunión y Liberación, por las calles de Nueva York, ciudad cosmopolita y descristianizada. De Brooklyn a Manhattan fueron con miles de fieles que cantaban, leían meditaciones, fragmentos de la Escritura, en el marco del skyline y el río. «Era extremadamente conmovedor».

La Pasión… y una pregunta de Jesús

«Esa fue la primera vez que me di cuenta, de verdad, de lo que Cristo había hecho por mí. Pienso que haber visto ‘La Pasión de Cristo’ unos días antes pudo hacerme pensar algo en ello. Pero ese día Él me hizo una pregunta muy clara: ‘yo hice esto por ti, ¿qué haces tú en tu vida diaria por mí?'».

Fue a Misa de Pascua con unos amigos católicos, convencido de que tenía que hacer algo especial. «Si vas a ir a una misa católica en algún momento del año, a esa es a la que debes ir», invita. «Me impactó el poder y la belleza de la liturgia. Y volví al día siguiente. Y empecé a revisar todas las razones por las que hasta entonces había estado cerrado a la Iglesia Católica».

«Yo quería seguir al Señor en todos los aspectos de mi vida. Había intentado seguirme a mí mismo, y no había salido muy bien. Dije: ‘vamos a probar y confiar en Él’.»

La Iglesia que Jesús dejó para enseñar

Toda su conciencia moral, desde niño, se había forjado en multitud de fuentes… excepto la enseñanza católica. Las ideas sobre matrimonio, familia, moral… Nathaniel tenía ideas muy claras -simplemente tomadas de la cultura moderna- sobre lo que la Iglesia debía pensar en estos temas.

«Pero al final, entendí en 2004 que tenía que haber una forma de saber qué es lo que Cristo quería de mí, qué es lo que Cristo enseñaba, para mí y para los demás. Y esa forma, ese camino… ¡es su Iglesia! Y estaba muy claro que ésta era la Iglesia de Jesucristo, y que si había un desacuerdo entre la Iglesia y mi postura, el error será mío, no de la Iglesia».

Realizó el Curso de Iniciación Cristiana para adultos y en la Vigilia Pascual de 2005 entraba plenamente en la Iglesia Católica. Dedicó varios años a examinar si tenía vocación sacerdotal en un programa de la arquidiócesis de Washington, pero en 2010 entendió que estaba llamado a la vida laical y familiar.

Ha trabajado como asesor y profesor en política internacional y en organizaciones de ayuda internacional, especialmente con refugiados en Irak, Jordania, Líbano, Etiopía, Somalia y Sudán.

Hoy recomienda a quien le pregunta la siguiente dieta espiritual: misa diaria, confesarse con regularidad, dejar un rato para reflexionar en silencio y así renovar la relación con Dios.

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