Oración a Cristo pidiendo que su Divina Misericordia sane nuestras heridas / Por P. Carlos García Malo
* «Oh, buen Jesús. Hoy en la fiesta de tu Divina Misericordia. Que tu preciosa sangre sane y cicatrice las heridas del alma y del cuerpo; y esa agua, símbolo del bautismo y los sacramentos, purifique y refresque nuestro espíritu. Que nos dejemos abrazar por tu infinito amor y escondidos en tu pecho abierto nos dejemos consolar y animar por ti en todo momento confiados en tu infinita Misericordia»
CaminoCatólico.- «La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia» (Diario, 300). La Fiesta de la Divina Misericordia que se celebra el segundo domingo de Pascua tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos … «y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia» (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones… «porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil» (Diario, 742).
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 23 de mayo del 2000 un decreto en el que se establece, por indicación de Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia». Oremos a Cristopidiendo que su Divina Misericordia sane nuestras heridas:
Oh, buen Jesús
que no quieres la muerte del pecador
sino que se convierta y viva.
Hoy en la fiesta de tu Divina Misericordia
acudimos esperanzados mirando la imagen,
que revelaste a Santa Faustina Kowalska,
dejándonos envolver por esos rayos de amor
que brotan de tu corazón atravesado
por nuestros pecados e ingratitudes.
Que tu preciosa sangre sane y cicatrice
las heridas del alma y del cuerpo;
y esa agua,
símbolo del bautismo y los sacramentos,
purifique y refresque nuestro espíritu.
Que nos dejemos abrazar por tu infinito amor
y escondidos en tu pecho abierto
nos dejemos consolar y animar por ti en todo momento
confiados en tu infinita Misericordia.
Amén.
«Por tu dolorosa pasión,
ten misericordia de nosotros y del mundo entero.»
¡Jesús, confío en Ti! ¡Jesús, confío en Ti! ¡Jesús, confío en Ti!
P. Carlos García Malo
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