Oración a San Antonio de Padua por la conversión y entrega a Dios / Por P. Carlos García Malo

* «San Antonio de Padua, hijo predilecto de san Francisco de Asís, tu vida siempre envuelta en cariño y amor popular, confirió la imagen de hombre santo, humilde al que le acompañaron innumerables prodigios y milagros. Pastor evangélico, ayúdanos en la conversión y entrega a Dios, confiando plenamente en que su gracia quiere habitar en las vidas de todo bautizado y obrar maravillas en aquellos que se dejan sorprender por el divino Espíritu»

P. Carlos García Malo / Camino Católico.-  El 13 de junio la Iglesia celebra la fiesta de uno de los santos más conocidos y venerados en el mundo, San Antonio de Padua, a quien según la tradición, se le invoca para hallar objetos perdidos. La tradición se habría originado en un problema que tuvo con un novicio.

San Antonio nació en Portugal en 1195 en una familia de la nobleza. Desde niño se consagró a la Santísima Virgen. En su juventud fue atacado por las pasiones sensuales pero con ayuda de Dios las dominó, encontrando su fortaleza en las visitas al Santísimo.

Fue admitido en los franciscanos a inicios de 1221, participó en Asís del capítulo general de la orden de ese año y más adelante fue enviado a predicar en diversas ciudades, obteniendo un gran éxito en la conversión de los herejes.

Como la gente buscaba estar cerca de él y algunos le arrancaban pedazos de su hábito, se le asignó un grupo de hombres para protegerlo después de los sermones. En ocasiones predicaba en plazas y mercados. Bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies.

Se trasladó a Padua, donde ya había trabajado anteriormente. Denunció y combatió el vicio de la usura pero poco a poco la salud de San Antonio se fue deteriorando y se retiró a descansar a los bosques. Al sentir que su vida llegaba a su término, pidió regresar a Padua, pero solo llegó hasta los límites de la ciudad.

El 13 de junio de 1231 recibió los últimos sacramentos, entonó un canto a la Virgen y antes de partir a la Casa del Padre, dijo sonriente: «Veo venir a Nuestro Señor». Fue canonizado sin que haya transcurrido un año de su muerte por el Papa Gregorio IX  y declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío XII.

Un hombre retó a San Antonio a probar que Jesús estaba en la Eucaristía y dejó sin comer tres días a su mula. Llevó al animal al templo y le mostró pasto fresco, pero la mula prefirió ir con el Santo, que se encontraba al lado con una hostia consagrada, y se arrodilló.

Muchas veces caminamos por la vida como ovejas sin pastor. La conversión debemos profundizarla cada día optando por entregarnos al Señor. Pidamos con esta oración la intercesión de San Antonio de Padua por la gracia nuestra conversión y entrega a Dios:

San Antonio de Padua,

hijo predilecto de san Francisco de Asís,

tu vida siempre envuelta en cariño y amor popular,

confirió la imagen de hombre santo,

humilde al que le acompañaron innumerables prodigios y milagros.

Hombre de Dios dedicado a la oración,

al ayuno y a la lectura de las santas escrituras,

el Espíritu Santo te dio un don de predicación

que no sólo convirtió los corazones pecadores

sino que incluso los animales

ante tus palabras reaccionaban de forma inaudita,

como lo hizo la burra que en Rimini se arrodilló

ante la custodia que llevabas en tus manos,

o los peces que a orillas del mar

aleteaban sus colas en homenaje a Aquel de quién les hablabas

ante la terquedad de quienes no quisieron escuchar tus sermones.

No pudieron contigo,

cumpliéndose el Evangelio, cuando intentaron envenenarte,

y hasta la imposición de tus manos

conseguía sanar a hombres y mujeres de graves enfermedades.

Tuviste el privilegio de tener en tus brazos al niño Dios

que salvaría del pecado al ser humano en la cruz,

imagen por la que se te reconoce.

Pastor evangélico,

ayúdanos en la conversión y entrega a Dios,

confiando plenamente en que su gracia quiere habitar en las vidas de todo bautizado

y obrar maravillas en aquellos que se dejan sorprender por el divino Espíritu.

Amén.

San Antonio de Padua y de Lisboa, ruega por nosotros.

Carlos García Malo

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