Oración a san Luis de Francia por los gobernantes y poderosos / Por P. Carlos García Malo

*  «San Luis, rey de Francia. El Señor te dio autoridad y mano gentil que no mermaron en ti el poder en los momentos de prueba. Defensor de la cruz y del Santo sepulcro de Jerusalén, enviaste custodios que guardaran la tierra de Cristo. San Luís, intercede por los reyes, gobernantes y poderosos de este mundo, a fin de que imitándote en vida, no busquen los tesoros de esta tierra que llevan a la corrupción y a la pobreza de los pueblos sino los bienes del Cielo que traen a las naciones prosperidad y la paz del alma»

P. Carlos García Malo / Camino Católico.-  Hoy la Iglesia celebra a San Luis, rey de Francia, que se distinguió en la búsqueda de la justicia y la paz entre cristianos, así como el amor a los pobres. Su reinado es recordado como uno de los mejores de la historia de Francia, siendo uno de los reyes más queridos por sus súbditos.

El príncipe Luis nació el 25 de abril de 1214 en el castillo de Poissy, en Francia, durante el reinado de su abuelo Felipe Augusto. Al nacer, se le bautizó como Luis de Poissy, al serle concedido el señorío de dicho castillo y villa desde su nacimiento. Sus padres fueron el rey Luis VIII de Francia, apodado el León, y la infanta Blanca de Castilla, luego reina de Francia, hija del rey Alfonso VIII de Castilla y la princesa inglesa Leonor de Plantagenet. Aunque Luis era el segundo de los hijos varones, su hermano Felipe, el príncipe heredero, murió cunado Luis tenía cuatro años, por lo que rápidamente se convirtió en el llamado a suceder a su padre, una vez que éste accediera al trono.

La reina Blanca, su madre, se preocupó intensamente de educarlo en profundos valores cristianos, insistiendo en la caridad y la pureza como virtudes que deberían de acompañar a un rey en todo momento. El valor que la reina Blanca le daba a la salvación del alma de su hijo, antes que cualquier otra cosa, se plasma en las palabras que le dedicaba a su hijo Luis, recordadas hasta nuestros días: «Hijo, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

Cuando el príncipe Luis tenía la edad de nueve años, su padre Luis VIII accedió al trono tras la muerte del rey Felipe Augusto. Sin embargo, el reinado de “el León” sería corto, y tres años después, cuando el joven príncipe tenía tan solo doce años, su padre muere, haciéndole rey de Francia a muy temprana edad. La tutela del reino la toma su madre, doña Blanca de Castilla, y no es hasta que su hijo tiene mayoría de edad, que éste toma en sus manos los designios del reino.

Las primeras decisiones del rey Luis IX se enfocaron en reconciliar al pueblo con la nobleza, atendiendo diariamente las quejas y peticiones de los pobres y desamparados, recorriendo el país para entender la realidad con sus propios ojos, y ordenando reformas que asegurasen la protección de sus vasallos por parte de los señores. En 1240, el rey Luis se ve obligado a sofocar una rebelión encabezada por los señores Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa, apoyados por el rey Enrique III de Inglaterra. En 1242, Luis IX vence a los rebeldes, y con gran magnanimidad, perdona a sus ofensores  y privilegia la paz con Inglaterra antes de emprender contra ella políticas más agresivas en venganza por su beligerancia.

Dos años antes de la rebelión, en 1238, el rey Luis IX consigue llevar a Francia la Corona de Espinas de Nuestro Señor, que hasta entonces había estado en Venecia, tras haber sido adquirida del emperador bizantino. Para la llegada de la Corona, el rey Luis manda construir una magnífica capilla, conservada hasta nuestros días con el nombre de “Saint Chapelle”.

Su mujer, Margarita de Provenza, acompañó al joven rey en el perfeccionamiento de la vida cristiana desde su matrimonio. Los reyes oraron durante tres noches después de su boda, antes de consumar el matrimonio, como símbolo y preparación para la santidad matrimonial, dirigiendo todas las cosas hacia Dios.

Las guerras en las que participó Luis IX fueron muchas, pero en ellas siempre se distinguió por perseguir la justicia y la paz, insistiendo en que ambas virtudes eran necesarias para la existencia de la otra. La búsqueda incansable de justicia, le ganó entre sus súbditos y los demás reyes cristianos el mote de “pacificador”, pues a donde iba conseguía la paz a través de decisiones justas y en beneficio de los demás antes que de él mismo.

Entre las grandes labores de San Luis IX para mejorar las condiciones de su pueblo y la propagación de la Fe, se distinguieron especialmente su apoyo a la naciente orden cisterciense, a quienes consideraba necesarios para lograr un equilibrio entre la vida del mundo y la orientación divina. La inclinación que el rey sentía hacia la oración, consiguió que ayudara en la fundación de la abadía de Royaumont y la Basílica de Saint-Denis. Para los pobres y las viudas, fundó los Hoteles de Dios (Hôtel-Dieu), en los que religiosas agustinas atendían a los más menesterosos gracias a generosas donaciones del rey. También fundó el Hospicio de los Trescientos, orientado a vagabundos ciegos, así como otras múltiples obras de piedad, que mejoraron la vida de sus súbditos.

En colaboración con la Iglesia, ayudó a fundar la Universidad de la Sorbona, para la formación de los jóvenes y sacerdotes, asegurando su educación en la correcta doctrina y la búsqueda de la verdad a través de la filosofía y la teología.

Antes de morir, promovió la séptima y octava cruzada, y promovió duras políticas contra muchos judíos, acusados de usura y de herejía. Durante la octava cruzada, el rey Luis viaja a Túnez para apoyar a su hermano, Carlos de Anjou, para asegurar el apoyo del emir, en contra del sultán de Egipto. Una vez en Túnez, tras haber tomado la ciudad de Cártago, el rey y otros más, son afectados por una epidemia de disentería. El 3 de agosto de 1270, el príncipe Juan Tristán, hijo del rey, fallece de la epidemia, y tres semanas después, le sigue en la muerte su padre, el rey Luis IX de Francia. A su muerte, otro de sus hijos, el príncipe Felipe, se convierte en el rey Felipe III de Francia.

Después de su muerte, los restos del rey fueron trasladados a Francia y fueron depositados en la Basílica de Saint-Denis, donde comenzaron a ser venerados, por el amor que su pueblo sentía hacia él, y por la fama de santidad personal que le precedía. En 1297, el Papa Bonifacio VIII le canonizó en la Iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

San Luis Rey es patrono de la Tercera Orden Franciscana, así como de los trabajadores de la construcción, los bordadores y mercerías, los destiladores, los peluqueros y los barberos, de las academias francesas y academias de la ciencia, así como de múltiples ciudades y diócesis, entre ellas San Luis Missouri (Estados Unidos), San Luis Potosí (México), San Luis de la Paz (México), San Luis de Senegal (Senegal), así como de la Isla de San Luis (París).

Pidamos por intercesión de san Luis de Francia por los reyes, gobernantes y poderosos:

San Luis, rey de Francia.

Ilustre monarca, amado de su pueblo por el que se entregó sin miramientos.

De fe sólida y creencias firmes en las que cimentaba su reinado.

El Señor te dio autoridad

y mano gentil que no mermaron en ti el poder en los momentos de prueba.

De matrimonio prolífico,

tuviste once hijos a los que educaste en la honradez y normas cristianas.

Defensor de la cruz y del Santo sepulcro de Jerusalén, enviaste custodios que guardaran la tierra de Cristo.

San Luis,

intercede por los reyes, gobernantes y poderosos de este mundo,

a fin de que imitándote en vida, no busquen los tesoros de esta tierra

que llevan a la corrupción y a la pobreza de los pueblos

sino los bienes del Cielo

que traen a las naciones prosperidad y la paz del alma.

Amén.

San Luis, rey de Francia, ruega por nosotros.

Carlos García Malo


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