Oración de acción de gracias al Señor por la Eucaristía y por los sacerdotes en el Jueves Santo, la Cena del Señor / Por P. Carlos García Malo

*«Gracias Señor por ser el único y eterno sacerdote. Gracias por todos los ministros ordenados. Indignos, pero elegidos por ti. Gracias por sus vidas entregadas en el silencio de, a veces, una vida incomprendida y humillada por quienes no te aman. Gracias, Señor, por mis hermanos sacerdotes, por su abnegación y sus desvelos. Gracias por elegirnos entre tu pueblo»
P. Carlos García Malo / Camino Católico.- Hoy la Iglesia celebra el Jueves Santo. En este día, durante la Última Cena, Jesús instituyó dos sacramentos: La Eucaristía y el Orden Sacerdotal. La Iglesia conmemora este día con una eucaristía especial. En ella, el sacerdote realiza el lavatorio de pies a doce personas quienes representan a los apóstoles. Con esta acción, Jesús nos transmite el mensaje de la caridad. “Cuando dice: Lo mismo que yo hice con ustedes, practiquenlo en favor de los demás”. También en este día, Cristo nos dejó un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros así como yo los he amado”.
También celebramos que Cristo instituyó el Sacramento Sacerdotal e instituyó la Eucaristía, cuando partió el pan durante la última cena y les dijo a los apóstoles : “Hagan esto en memoria mía”. En este día Jesús nos deja su testamento: La Eucaristía, el Sacerdocio y el mandato de amarnos los unos a los otros. Oremos dando gracias al Señor por la Eucaristía y por todos los sacerdotes:
«Tomad y comed, esto es mi cuerpo…
tomad y bebed, esta es mi sangre derramada por muchos…»
De nada serviría esta expresión
si detrás no le hubieran acompañado los gestos
de entrega hasta el final y de servicio.
Sin lavatorio de los pies,
sin inclinarse a secar los pies de sus discípulos, como un esclavo más,
(¡Señor, lávame a mí!),
sin pasión y sin cruz,
sólo hubieran sido palabras que se lleva el viento.
Sin embargo se transforman
en poderoso lenguaje de salvación
cuando las pronuncia el sacerdote.
Y entonces, el mismo cuerpo de Cristo
y su misma sangre se hacen presente en el altar.
Y tú y yo nos alimentamos de Cristo,
y las penas de este mundo son más llevaderas con Él
y los gozos llevan una unción singular.
Gracias Señor por ser el único y eterno sacerdote.
Gracias por todos los ministros ordenados.
Indignos, pero elegidos por ti.
Gracias por sus vidas entregadas en el silencio de,
a veces,
una vida incomprendida y humillada por quienes no te aman.
Gracias, Señor, por mis hermanos sacerdotes,
por su abnegación y sus desvelos.
Gracias por elegirnos entre tu pueblo.
Gracias por instituir la Eucaristía
y ofrecerte en cada altar
por nuestras vidas con sus gozos y sus sombras.
Gracias, porque al alimentarnos de Ti y en Ti
podemos vivir el Amor fraterno y mirarnos los unos a los otros con tus ojos llenos de ternura y compasión.
Gracias por tanta gracia en un solo día.
P. Carlos García Malo