Pablo, 25 años: «Mi llamada a ser sacerdote se dio viendo un video de Juan Pablo II. Yo no tenía motivos para creer, me refugiaba en fumar porros, beber…»

Pablo, el primero por la izquierda

*  «En un documental sobre su vida me llamó la atención una cosa que dijo. Juan Pablo II, si no recuerdo mal, estaba en una sinagoga en Italia y dijo una palabras que calaron en mí. No me acuerdo exactamente de las palabras pero dijo algo como que las religiones monoteístas debían de dar a conocer a Dios al mundo porque hay gente en el mundo que no conoce a Dios. Este “hay gente en el mundo que no conoce a Dios” fue lo que me marcó y en ese momento pasó por mi cabeza la idea de ser sacerdote. Ese momento marca un antes y un después en mi vida. No es que no creyera en Dios en ese momento pero necesitaba pruebas para tener mi propia fe. Un niño, al que se le trasmite la fe vive de la fe de sus padres y es la base de la suya, pero necesita pasar a tener sus propios motivos, sus propias experiencias. Entonces me encuentro con que en mi cabeza, después de esto, pasa la idea de ser sacerdote; no sé por qué, simplemente pasó. Yo me puse nervioso porque no lo quería. No es la primera vez que me planteaba lo de ser sacerdote pero antes por miedo a lo que pensarían de mi dejaba la idea de lado. Bueno yo en ese momento no sabía que pensar. No dije nada hasta el lunes que llegó mi familia de Roma. Reuní a mis padres y le conté lo que me pasó el sábado por la noche. Mi madre empezó a llorar, yo pensaba ¡hombre tampoco es para tanto! Y mi madre me dijo: ¡es lo que le he pedido a Juan Pablo II! Mi parroquia tiene costumbre de en un momento dado de cualquier peregrinación entrar a un templo significativo y rezar allí y ofrecerle al santo o virgen del lugar una intención particular y no sólo eso sino escribirla y dejarla por alguna parte de la Iglesia, y mi madre le pidió a Juan Pablo II un hijo sacerdote y parece ser que se lo está concediendo»

CaminoCatólico.com.- Con el empuje vigoroso de las almas enamoradas de Dios, Pablo, un joven valenciano de 25 años, nacido en Torrent como el quinto hijo en una familia de 11 hermanos, regala en una larga entrevista de Jacob Bellido en Jóvenes Católicos, la apasionante aventura de su alma desde que, con 13 años, el año 2006, se abrió a cultivar el vínculo con Dios en una comunidad del Camino Neocatecumenal. Concretamente la 3ª comunidad de la parroquia de la Sagrada Familia de Torrent.

El año 2000 cuando tenía cinco años dejó España y partió con su familia como misioneros a Costa Rica. Estuvieron allí cinco años y aunque al comienzo no era muy consciente de la implicancia de esta experiencia la siembra daría frutos con los años. Él mismo narra en los párrafos extraídos de larga entrevista los momentos más significativos de su camino de conversión hasta la llamada de Dios que le llevó a considerar el sacerdocio. Así lo explica en primera persona:

En el año 2000, mi familia y yo, partimos en misión a Costa Rica y estuvimos unos 5 años. Cuando partimos en misión yo tenía 7 años, por lo que al principio no era muy consciente de aquello. Partimos como Familia en Misión por lo que nuestra misión era evangelizar en las parroquias, con las catequesis e ir también de casa en casa anunciando el Evangelio. Esta misión era más de mis padres, pero nuestro papel, aunque en ese momento podíamos no ser conscientes, era muy importante: ser como somos, ser niños en medio de una realidad concreta y de un barrio concreto. Es lo
mismo que podemos hacer en nuestras parroquias pero en otra parte del mundo.

Esta misión parece no hacer nada, pero hace muchísimo, porque a la gente le llamaba la atención nuestra forma de vivir. Yo y mis hermanos éramos niños normales y hacíamos cosas normales pero había ciertas cosas que los demás nunca habían visto. Yo siempre recuerdo que los sábados por la tarde mis casa era un campo de guerra, para ducharnos todos e ir bien vestidos a la Eucaristía, que esto para nosotros es algo súper normal, pero la gente que vive a nuestro alrededor no lo entiende.

Los domingos rezábamos laudes en familia y cantábamos los salmos, por lo que el barrio nos escuchaba y se cuestionaban acerca de lo que hacíamos. Muchas veces invitábamos a amigos a que vinieran a rezar los domingos con nosotros o a comer. Se impresionaban que rezáramos los domingos y que fuera todos juntos, que comiéramos todos juntos en familia y que rezáramos antes
de comer. Esa realidad que nosotros vivíamos era totalmente nuevo para ellos.

Una cosa que se me quedó grabada en la mente fue una cosa que me contó mi padre, yo tendría 9 o 10 años. Mi padre trabaja en la curia de la diócesis de Puntarenas. Cuando volvía del trabajo siempre pasaba con el coche, de camino a casa, por la cárcel y él sentía celo por hacer las catequesis allí, de anunciar el Evangelio a los presos, pero desestimaba la idea porque era una locura y se iba a encontrar muchos obstáculos. Y una vez se decidió así fue. Se lo comentó al párroco y le pareció una locura, se lo comentó al catequista itinerante y también le parecía una locura, se lo comentaron al obispo y lo mismo, pero al final se dejaron llevar, vieron que era de Dios y permitieron que se hicieran allí las catequesis, incluso el gerente o alcaide de la cárcel también le parecía una locura pero al final las cosas de Dios, como las lleva Él, salen adelante. La cosa es que consiguieron hacer las catequesis y hubo muchas historias increíbles que pasaron pero si he de destacar una es la que ocurrió al final de las catequesis. Al final de una catequización se hace una convivencia, normalmente te vas a un hotel, a una casa de convivencias o a un convento, etc., pero claramente los presos no podían salir por lo que se hizo allí. Días antes de la convivencia se le acerca un preso a mi padre y le comunica que le van a dar la libertad, mi padre lo felicita, le da la enhorabuena, pero pasaba algo: el preso quería hacer la convivencia pero le daban la libertad días antes de la convivencia. Esto me impactó muchísimo. Cómo un preso que llevaría no sé cuántos años allí metido quería quedarse unos días más para poder hacer la convivencia. Trataron de hablar con el alcaide o gerente de la cárcel pero creo que no fue posible.

Esta y otras muchas experiencias lo que hicieron fue, una vez ya crecí y tomé conciencia de ello, que tomara conciencia de la importancia de la misión y lo necesitado que está el mundo de Cristo, esto ha puesto en mí el deseo de misión, por ello luego pude irme a un seminario Redemptoris Mater, e incluso aquí en el seminario diocesanocon mi vocación, tengo claro que mi vocación va en función de una misión y cuando me alejo del origen de mi vocación es cuando ésta pierde sentido.

Todo ocurrió con la beatificación de Juan Pablo II. Mi parroquia organizó un viaje para ir Roma y participar de esta fiesta. Yo no quise ir. Había oído hablar muy bien de Juan Pablo II y sé que fue el Papa que estuvo cuando yo nací hasta que murió en 2005, pero yo pensaba que no tenía nada que ver con ese hombre así que en Roma no se me había perdido nada.

Se fueron casi toda mi familia, en casa quedamos yo y mi hermano mayor. El sábado después de la Eucaristía me voy a casa, ceno y, después de cenar, se pone en mi cabeza la duda o la cuestión ¿Quién es Juan Pablo II? ¿Quién era este hombre, qué ha hecho, porqué es tan aclamado? Así que me puse a investigar sobre su vida. Busqué en internet todo lo referente a Juan Pablo II. En un documental sobre su vida me llamó la atención una cosa que dijo. Juan Pablo II, si no recuerdo mal, estaba en una sinagoga en Italia y dijo una palabras que calaron en mí. No me acuerdo exactamente de las palabras pero dijo algo como que las religiones monoteístas debían de dar a conocer a Dios al mundo porque hay gente en el mundo que no conoce a Dios. Este “hay gente en el mundo que no conoce a Dios” fue lo que me marcó y en ese momento pasó por mi cabeza la idea de ser sacerdote.

Para entender esto hay que mirar un poco mi historia. Cuando volví de Costa Rica era un adolescente y hacía lo que muchos adolescentes hacían: fumar tabaco, beber e incluso fumar porros. Estaba en una parte de mi historia en el que no entendía muchas cosas de mi vida, mi historia, mi familia y como refugio me refugiaba en los amigos, en el fumar porros, beber etc. Gracias a Dios y a mi comunidad Neocatecumenal pude dejar este mundo, pero aun así no tenía motivos para creer. Es verdad que yo he visto a Dios en la historia de mi familia como transcurrió la misión que fue con muchas dificultades pero nunca nos faltó de nada.

Entonces volviendo al momento en el que estaba en el vídeo. Ese momento marca un antes y un después en mi vida. No es que no creyera en Dios en ese momento pero necesitaba pruebas para tener mi propia fe. Un niño, al que se le trasmite la fe vive de la fe de sus padres y es la base de la suya, pero necesita pasar a tener sus propios motivos, sus propias experiencias. Entonces me encuentro con que en mi cabeza, después de esto, pasa la idea de ser sacerdote; no sé por qué, simplemente pasó. Yo me puse nervioso porque no lo quería. No es la primera vez que me planteaba lo de ser sacerdote pero antes por miedo a lo que pensarían de mi dejaba la idea de lado.

Bueno yo en ese momento no sabía que pensar. No dije nada hasta el lunes que llegó mi familia de Roma. Reuní a mis padres y le conté lo que me pasó el sábado por la noche. Mi madre empezó a llorar, yo pensaba ¡hombre tampoco es para tanto! Y mi madre me dijo: ¡es lo que le he pedido a Juan Pablo II! Mi parroquia tiene costumbre de en un momento dado de cualquier peregrinación entrar a un templo significativo y rezar allí y ofrecerle al santo o virgen del lugar una intención particular y no sólo eso sino escribirla y dejarla por alguna parte de la Iglesia, y mi madre le pidió a Juan Pablo II un hijo sacerdote y parece ser que se lo está concediendo.

…Estuve un año de discernimiento en casa y al final hablé con mi párroco y miramos la posibilidad de continuar aquí en Valencia y si soy sincero entré por probar a ver si el Señor me seguía llamando al sacerdocio y entré para un año y ¡ya voy por el tercero! Si miro atrás y la experiencia de estos años en el diocesano solo me sale decir que el Señor es grande y misericordioso. El otro día nos dieron una charla increíble sobre el discernimiento y el sacerdote nos decía: “Cuando un chico pide entrar a un seminario lo que se busca en él no es que esté capacitado para ordenarse al día siguiente, sino que tenga capacidades, se buscan capacidades. Que sea capaz con la ayuda de Dios, a través de los formadores y el director espiritual, de ir superando obstáculos.

Esto me encantó porque resume el tiempo que he vivido del seminario: un tiempo de combate, de superación, de aprendizaje, incluso de llegar a conocer tus límites y reconocer que eres capaz de unas cosas y de otras no, de reconocerte débil y necesitado y pedir ayuda. Y además yo tengo otra gracia que me ha concedido el Señor: que es tener una comunidad de fe que es mi comunidad Neocatecumenal. Una comunidad que desde que surgió la vocación se ha ido alimentando todas las semanas de palabra, eucaristía y convivencia, ahí también he aprendido a conocerme y a confirmar a aquello que el Señor había puesto en mi corazón que es la vocación, que antes no quería y ahora la tengo como un tesoro.

Pablo

Puedes leer la entrevista a Pablo integra a Pablo aquí

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