Pablo Dorado, 27 años, se salió del seminario, tuvo novia, intentó alistarse al ejército y «un día mi madre me puso contra la espada y la pared y decidí volver… Quiero ser cura para servir a los demás»

* «Vale la pena ser sacerdote y hacer el Reino de Dios entre nosotros; esta sociedad necesita mucho la ayuda de Dios y yo quiero estar con ellos… Un cura del siglo XXI tiene que llevar el evangelio diciendo lo mismo de siempre pero de forma actual, con un mensaje que provoque a todos, jóvenes y adultos. Para ello hay que gastar tiempo y tener ganas de estar con las personas. Que el sacerdote sea una persona que les eduque de forma suave, de forma cariñosa sin hacer grandes teologías» 

Camino católico.- Este domingo día 12 de mayo en la capilla mayor del seminario de Burgos, Pablo Dorado, que está finalizando los cursos de teología, ha recibido el ministerio de acólito como un paso más en el camino para su ordenación sacerdotal. Esto le permite prestar un servicio más específico en la Eucaristía como por ejemplo preparar las ofrendas en el altar, dar la comunión siendo ministro extraordinario de la comunión, purificar los vasos sagrados y exponer el Santísimo Sacramento. A pesar de tener solo 27 años, la vida de Pablo Dorado ha dado ya muchas vueltas. Su biografía ha intentado ajustarse a lo que Dios quería para él. Sus «rachas buenas y rachas malas», como le gusta decir, han marcado también su historia. Cuenta su testimonio en la página digital de la Arquidiócesis de Burgos.

Cuando era un adolescente entró en el Seminario Menor, quizás guiado por la senda de su hermano, hoy ya sacerdote. Pero a punto de acabar 2º de bachillerato, hablando con Javier Valdivieso –que por aquel entonces era formador–, «decidimos que lo más conveniente era dejar el Seminario y tomarme un tiempo para reflexionar y decidir qué hacer con mi vida».

Pasaron así cuatro años entre estudiar y no estudiar, amoríos con alguna chica, intentar alistarse en el ejército… «Pero nada de aquello funcionaba porque no estaba hecho para eso», indica. «Al final, un día de la Virgen del Pilar mi madre me puso contra la espada y la pared, me tiré al vacío y decidí volver al Seminario», convencido de que ese era su camino.

Se dirigió al entonces director espiritual y como no tenía acabado el bachillerato, se puso manos a la obra en el colegio San Pedro y San Felices. Acabó el curso, hizo la Selectividad y al año siguiente entró en el Seminario. Desde entonces han pasado ya cinco años «y nunca antes había sido tan feliz como ahora», revela. 

Pablo se considera un chico normal, un joven a quien le gusta practicar deporte y jugar al mus. De ahí que no entienda que la gente le mire raro y piense que esté loco por querer ser cura, pues él lo tiene claro: «Vale la pena ser sacerdote y hacer el Reino de Dios entre nosotros; esta sociedad necesita mucho la ayuda de Dios y yo quiero estar con ellos».

Mientras llega ese momento, Pablo pasa sus días formándose en el Seminario conviviendo con sus compañeros seminaristas, entre los que asegura existe buen ambiente, también con los del Seminario Menor. «Los siento como una familia porque están a tu lado en las buena y en las malas y son apoyo y punto para crecer, pues te hacen corregir tus errores».

Lo del estudio de la Teología es otro cantar, es su piedra en el camino: «Lo que más me cuesta es el estudio porque me cuesta concentrarme y ponerme a ello, aunque una vez que me pongo me gusta y lo disfruto…» Y junto a ello, otra dimensión esencial de la formación de Pablo es el trato y la amistad con Dios en la oración y las celebraciones comunitarias; además de colaboraciones con alguna parroquia de la ciudad.

Preguntado sobre cómo ve su futuro sacerdocio, Pablo asegura que «un cura del siglo XXI tiene que llevar el evangelio diciendo lo mismo de siempre pero de forma actual, con un mensaje que provoque a todos, jóvenes y adultos. Para ello hay que gastar tiempo y tener ganas de estar con las personas. Que el sacerdote sea una persona que les eduque de forma suave, de forma cariñosa sin hacer grandes teologías». Y asegura: «Yo quiero hacerme cura porque me gusta estar con los demás y al servicio de los demás».

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