Papa a los jóvenes en Paraguay: «Queremos jóvenes fuertes, con esperanza y fortaleza porque conocen a Jesús y tienen un corazón libre»

* «Solidaridad, trabajo, esperanza. Esfuerzo. Conocer a Jesús. Conocer a Dios, mi fortaleza. ¿Un joven que viva así tiene la cara aburrida? ¿Tiene el corazón triste? Ese es el camino. Pero para eso hace falta sacrificio, hace falta andar contra corriente»

13 de julio de 2015.- (ACI  / Camino Católico)  “Señor Jesús, dame un corazón libre, que no sea esclavo de todas las trampas del mundo, que no sea esclavo de la comodidad, del engaño, que no sea esclavo de la buena vida, que no sea esclavo de los vicios, que no sea esclavo de una falsa libertad que es hacer lo que me gusta en cada momento”. El Papa en su última cita en tierra paraguaya, en el litoral de Costanera , la tarde del domingo 12 de julio, improvisó completamente su discurso, porque, como explicó al final, “los discursos son aburridos”.  El discurso preparado para leer lo entregó y publicamos su texto complejo debajo del improvisado.

Prefirió hablar desde el corazón, respondiendo a las preguntas y a las experiencias que narraron dos jóvenes, Liz y Manuel. Dramáticas realidades que enseñan las dificultades que viven todos los días muchísimos jóvenes en el planeta, expuestos a la explotación y con desafíos dramáticos. En el vídeo se visualiza y escucha el discurso improvisado del Papa, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos jóvenes, buenas tardes. Después de haber leído el Evangelio, Orlando se acercó a saludarme y me dijo: “Te pido que reces por la libertad de cada uno de nosotros, que rece por la libertad de cada uno de nosotros de todos”. Es la bendición que pedimos ahora todos juntos, la libertad. Porque la libertad es un regalo que nos da Dios pero hay que saber recibirlo, hay que saber tener el corazón libre.

Porque todos sabemos que en el mundo hay tantos lazos que nos atan el corazón y no dejan que el corazón sea libre: la explotación, la falta de medios para sobrevivir, la drogadicción, la tristeza, todas esas cosas nos quitan la libertad. Así que todos juntos, agradeciéndole a Orlando que haya pedido esa bendición, tener un corazón libre, un corazón que pueda decir  lo que piensa, que pueda decir lo que siente y que pueda hacer lo que piensa y  lo que siente, ese es un corazón libre. Y eso es lo que vamos a pedir todos juntos, esa bendición que Orlando pidió para todos.

Repitan conmigo (Santo Padre invita a rezar todos juntos)

Vídeo de la oración del Papa Francisco con los jóvenes pidiendo un «corazón libre»

Todos:  Señor Jesús dame un corazón libre, que no sea esclavo de todas las trampas del mundo,  que no sea esclavo de la comodidad, del engaño, que no sea esclavo de la buena vida, que no sea esclavo de los vicios, que no sea esclavo de una falsa libertad de hacer lo que me gusta en cada momento.

Gracias Orlando por hacernos caer en la cuenta de que tenemos que pedir un corazón libre, pídanlo todos los días.

Ya hemos escuchado dos testimonios, el de  Liz y el de Manuel. Liz nos enseña una cosa, así como Orlando nos enseñó a rezar para tener un corazón libre. Liz con su vida nos enseña que no hay que ser como Poncio Pilato, lavarse las manos. Liz podría haber tranquilamente puesto a su mamá en un asilo y a su abuela en otro asilo y vivir su vida de joven divirtiéndose, estudiando lo que quería. Y  Liz dijo no… la abuela, la mamá,  y Liz se convirtió en sierva, en servidora  y si quieren más fuerte todavía, en sirvienta de la mamá y de la abuela y lo hizo con cariño.

Decía ella que hasta se cambiaron los roles y ella terminó siendo la mamá de su mamá del modo cómo la cuidaba. Su mamá con esa enfermedad (Alzheimer) tan cruel que confunde las cosas y ella quemó su vida hasta ahora, hasta los 25 años, sirviendo a su mamá y a su abuela. ¿Sola? No Liz no estaba sola.

Ella dijo dos cosas que nos tienen que ayudar. Habló de un ángel, de una tía que fue como un ángel y habló del encuentro con los amigos los fines de semana, con la comunidad juvenil de evangelización, del grupo juvenil que alimentaba su fe. Y esos dos ángeles, esa tía que la custodiaba y ese grupo juvenil le daba más fuerza para seguir adelante. Y eso se llama solidaridad. ¿Cómo se llama? (todos responden al Papa: solidaridad). Cuando nos hacemos cargo del problema de otro. Y ella encontró allí un remanso para su corazón cansado.

Pero hay algo que se nos escapa. Ella no dijo  “bueno hago estoy y nada más”. Ella estudió y es enfermera y para hacer todo eso la ayuda la solidaridad que recibió de ustedes del grupo de ustedes, que recibió de esa tía que era como un ángel, la ayudó a seguir adelante.

Y hoy a los 25 años tiene la gracia que Orlando nos hacía pedir. Tiene un corazón libre. Liz cumple el cuarto mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Liz muestra su vida, la quema en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad, es un grado altísimo de amor, un  testimonio.

Padre ¿entonces se puede amar? Ahí tiene a alguien que nos enseña a amar. Primero libertad, corazón libre, segundo solidaridad para acompañar. Solidaridad. Eso es lo que nos enseña este segundo testimonio. Y a Manuel no le regalaron la vida. Manuel no es un nene bien, no fue  un nene, un muchacho a quien la vida le fue fácil. Dijo palabras duras. Fui explotado, fui maltratado, a riesgo de caer en las adicciones. Estuve solo. Explotación, maltrato y soledad. Y en vez de salir a hacer maldades, en vez de salir a robar se fue a trabajar, en vez de salir a vengarse de la vida, miró adelante. Manuel usó una frase linda: “pude salir adelante, porque la situación en la que yo estaba era difícil hablar de futuro”.

¿Cuántos jóvenes, ustedes hoy tienen la posibilidad, de estudiar, de sentarse a la mesa con la familia todos los días, tienen la posibilidad de que no les falte lo esencial. Cuántos de ustedes tienen eso? Todos juntos, lo que tienen eso digan: Gracias Señor.

Gracias Señor porque acá tuvimos un testimonio de un muchacho que desde chico supo lo que es el dolor la tristeza, que fue explotado, maltratado, que no tenía que comer y que estaba solo. Señor salva a esos chicos y chicas que están en esa situación. Y para nosotros Señor, gracias, gracia Señor. (El Papa invita a todos a decir: Gracias Señor).

Libertad de corazón, ¿se acuerdan? Libertad de corazón, lo que nos decía Orlando: servicio, solidaridad. Lo que nos decía Liz: esperanza, trabajo, luchar, salir adelante, lo que nos decía Manuel. Como ven la vida no es fácil para muchos jóvenes y esto quiero que lo entiendan, quiero que se lo metan en la cabeza.

Si mi vida es relativamente fácil, hay otros chicos y chicas que no les es relativamente fácil, más aún, que la desesperación los empuja a la delincuencia, los empuja al delito, los empuja  a colaborar con la corrupción. A esos chicos, a esas chicas les tenemos que decir que nosotros le estamos cerca, que queremos darle una mano, que queremos ayudarlos con solidaridad, con amor, con esperanza.

Hubo dos frases que dijeron los dos que hablaron: Liz y Manuel, dos frases que son lindas, escúchenlas. Liz dijo que empezó a “conocer a Jesús”. ¡Conocer a Jesús! y eso es abrir la puerta a la esperanza. Y Manuel dijo: “conocí a Dios, mi Fortaleza”. Conocer a Dios es fortaleza, o sea, conocer a Dios, acercarse a Jesús es esperanza y fortaleza; y eso es lo que necesitamos de los jóvenes hoy: jóvenes con esperanza y jóvenes con fortaleza, no queremos jóvenes debiluchos, jóvenes que están “ahí no más”, ni sí ni no, no queremos jóvenes que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos.

Queremos jóvenes fuertes, queremos jóvenes con esperanza y con fortaleza ¿por qué? porque conocen a Jesús, porque conocen a Dios, porque tienen un corazón libre. Corazón libre, repitan, [y los jóvenes repiten] solidaridad, trabajo, esperanza, esfuerzo, conocer a Jesús, conocer a Dios mi fortaleza. Un joven que viva así ¿tiene la cara aburrida? (Pregunta el Papa) ¡No! (Responden los jóvenes). ¿Tiene un corazón triste? (Pregunta el Papa) ¡No! (Responden losjóvenes). Ese es el camino, pero para eso hace falta sacrificio, hace falta andar contracorriente.

Las Bienaventuranzas que leímos hace un rato son el plan de Jesús para nosotros. El plan, es un plan contracorriente. Jesús les dice: “Felices los que tienen alma de pobre”. No dice felices los ricos, los que acumulan plata. Los que tienen el alma de pobre, los que son capaces de acercarse y comprender lo que es un pobre. Jesús no dice felices los que lo pasan bien sino que dice felices los que tienen capacidad de afligirse por el dolor de los demás. Y así, yo les recomiendo que lean después en casa las Bienaventuranzas que están en el capítulo quinto de San Mateo. ¿En qué capítulo están? (Pregunta el Papa)¡Quinto! (Responden los jóvenes) ¿De qué evangelio? (Pregunta el Papa) San Mateo (Responden los jóvenes). Léanla y medítenla que les va a hacer bien.

Yo te agradezco Liz, que andas por aquí, supongo. Te agradezco Manuel ¿por dónde andas metido?  y te agradezco Orlando (El Papa los busca con la mirada). Corazón libre es lo que les deseo. Y me tengo que ir. ¡No! (Responden los jóvenes).

El otro día, un cura en broma me dijo: “Sí, usted siga aconsejándole a los jóvenes que hagan lío, siga, siga… pero después los líos que hacen los jóvenes los tenemos que arreglar nosotros”. ¡Hagan lío! pero también ayuden a arreglar y organizar el lío que hacen. Las dos cosas ¿eh? Hagan lío y organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan.

Como sabía las preguntas porque me las habían pasado antes, había escrito un discurso a ustedes para dárselos, pero los discursos son aburridos así que se lo dejo al señor Obispo  encargado de la juventud para que lo publique.

Y ahora, antes de irme les pido: Primero, que sigan rezando por mí, segundo, que sigan haciendo lío, tercero que ayuden organizar el lío que hacen para que no destruyan nada. Y todos juntos ahora en silencio, vamos a elevar el corazón a Dios, cada uno:

Señor Jesús, cada uno desde su corazón en voz baja repita las palabras.

Señor Jesús, te doy gracias por estar aquí, te doy gracias porque nos diste hermanos como Liz, Manuel y Orlando. Te doy gracias porque nos diste muchos hermanos que son como ellos, que te encontraron Jesús, que te conocen Jesús, que saben que Tú, su Dios eres su fortaleza.

Jesús, te pido por los chicos y chicas que no saben que Tú eres su fortaleza y que tienen miedo de vivir, miedo de ser felices, miedo de soñar.

Jesús, enséñanos a soñar, a soñar cosas grandes, cosas lindas, cosas que aunque parezcan cotidianas son cosas que engrandecen el corazón. Señor Jesús, danos fortaleza, danos un corazón libre, danos esperanza, danos amor y enséñanos a servir. Amén

Ahora les voy a dar la bendición y les pido por favor que recen por mí y que recen por tantos chicos y chicas que no tienen la gracia que tienen ustedes de haber conocido a Jesús que les da esperanza, les da un corazón libre, y los hace fuertes y, que los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo

Francisco

Discurso completo que el Papa Francisco no leyó en el encuentro con los jóvenes:

Queridos jóvenes:

Me da una gran alegría poder encontrarme con ustedes, en este clima de fiesta. Poder escuchar sus testimonios y compartir su entusiasmo y amor a Jesús. Gracias a Mons. Ricardo Valenzuela, responsable de la pastoral juvenil, por sus palabras. Gracias Manuel y Liz por la valentía en compartir sus vidas, sus testimonios en este encuentro. No es fácil hablar de las cosas personales y menos delante de tanta gente. Ustedes han compartido el tesoro más grande que tienen, sus historias, sus vidas y cómo Jesús se fue metiendo en ellas.

Para responder a sus preguntas me gustaría destacar algunas de las cosas que ustedes compartían. Manuel, vos nos decías algo así: «Hoy me sobran ganas de servir a otros, tengo ganas de superarme». Pasaste momentos muy difíciles, situaciones muy dolorosas, pero hoy tenés muchas ganas de servir, de salir, de compartir tu vida con los demás.

Liz no es nada fácil ser madre de los propios padres y más cuando uno es joven, pero qué sabiduría y maduración guardan tus palabras cuando nos decías: «Hoy juego con ella, cambio los pañales, son todas las cosas que hoy les entrego a Dios y estoy apenas compensando todo lo que mi madre hizo por mí».

Ustedes jóvenes paraguayos, sí que son valientes. También compartieron cómo hicieron para salir adelante. Dónde encontraron fuerzas. Los dos dijeron: «En la parroquia». En los amigos de la parroquia y en los retiros espirituales que ahí se organizaban. Dos claves muy importantes: los amigos y los retiros espirituales.

Los amigos. La amistad es de los regalos más grande que una persona, que un joven puede tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin amigos. Fíjense si será de las cosas más hermosas que Jesús dice: «yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,5).

Uno de los secretos más grande del cristiano radica en ser amigos, amigos de Jesús. Cuando uno quiere a alguien, le está al lado, lo cuida, ayuda, le dice lo que piensa, sí, pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros, nunca nos deja tirados. Los amigos se hacen el aguante, se acompañan, se protegen. Así es el Señor con nosotros. Nos hace el aguante.

Los retiros espirituales. San Ignacio hace una meditación famosa llamada de las dos banderas. Describe por un lado, la bandera del demonio y por otro, la bandera de Cristo. Sería como las camisetas de dos equipos y nos pregunta, en cuál nos gustaría jugar.

Con esta meditación, nos hace imaginar, cómo sería pertenecer a uno u a otro equipo. Sería como preguntarnos, ¿con quién querés jugar en la vida? Y dice San Ignacio que el demonio para reclutar jugadores, les promete a aquellos que jueguen con él riqueza, honores, gloria, poder. Serán famosos. Todos los endiosarán.

Por otro lado, nos presenta la jugada de Jesús. No como algo fantástico. Jesús no nos presenta una vida de estrellas, de famosos, por el contrario, nos dice que jugar con él es una invitación, a la humildad, al amor, al servicio a los demás. Jesús no nos miente. Nos toma en serio.

En la Biblia, al demonio se lo llama el padre de la mentira. Aquel que prometía, o mejor dicho, te hacía creer que haciendo determinadas cosas serías feliz. Y después te dabas cuenta que no eras para nada feliz. Que estuviste atrás de algo que lejos de darte la felicidad, te hizo sentir más vacío, más triste.

Amigos: el diablo es un «vende humo». Te promete, te promete, pero no te da nada, nunca va a cumplir nada de lo que dice. Es un mal pagador. Te hace desear cosas que no dependen de él, que las consigas o no. Te hace depositar la esperanza en algo que nunca te hará feliz. Esa es su jugada, esa es su estrategia.

Hablar mucho, ofrecer mucho y no hacer nada. Es un gran «vende humo» porque todo lo que nos propone es fruto de la división, del compararnos con los demás, de pisarle la cabeza a los otros para conseguir nuestras cosas. Es un «vende humo» porque, para alcanzar todo esto, el único camino es dejar de lado a tus amigos, no hacerle el aguante a nadie. Porque todo se basa en la apariencia. Te hace creer que tu valor depende de cuánto tenés.

Por el contrario, tenemos a Jesús, que nos ofrece su jugada. No nos vende humo, no nos promete aparentemente grandes cosas. No nos dice que la felicidad estará en la riqueza, el poder, orgullo. Por el contrario. Nos muestra que el camino es otro. Este Director Técnico les dice a sus jugadores: Bienaventurados, felices los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la justicia. Y termina diciéndoles, alégrense por todo esto (cf. Mt 5,1-12).

¿Por qué? Porque Jesús no nos miente. Nos muestra un camino que es vida, que es verdad. Él es la gran prueba de esto. Es su estilo, su manera de vivir la vida, la amistad, la relación con su Padre. Y es a lo que nos invita. A sentirnos hijos. Hijos amados.

Él no te vende humo. Porque sabe que la felicidad, la verdadera, la que deja lleno el corazón, no está en las «pilchas» que llevamos, en los zapatos que nos ponemos, en la etiqueta de determinada marca.

Él sabe que la felicidad verdadera, está en ser sensibles, en aprender a llorar con los que lloran, en estar cerca de los que están tristes, en poner el hombro, dar un abrazo. Quien no sabe llorar, no sabe reír y por lo tanto, no sabe vivir. Jesús sabe que en este mundo de tanta competencia, envidia y tanta agresividad, la verdadera felicidad pasa por aprender a ser pacientes, a respetar a los demás, a no condenar ni juzgar a nadie.

El que se enoja, pierde, dice el refrán. No le des el corazón a la rabia, al rencor. Felices los que tienen misericordia. Felices los que saben ponerse en el lugar del otro, en los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar. Todos hemos alguna vez experimentado esto. Todos en algún momento nos hemos sentido perdonados, ¡qué lindo que es! Es como recobrar la vida, es tener una nueva oportunidad. No hay nada más lindo que tener nuevas oportunidades. Es como que la vida vuelve a empezar.

Por eso, felices aquellos que son portadores de nueva vida, de nuevas oportunidades. Felices los que trabajan para ello, los que luchan para ello. Errores tenemos todos, equivocaciones, miles. Por eso, felices aquellos que son capaces de ayudar a otros en su error, en sus equivocaciones. Que son verdaderos amigos y no dejan tirado a nadie.

Esos son los limpios de corazón, los que logran ver más allá de la simple macana y superan las dificultades. Felices los que ven especialmente lo bueno de los demás.

Liz, vos nombraste a Chikitunga, esta Sierva de Dios paraguaya. Dijiste que era como tu hermana, tu amiga, tu modelo. Ella, al igual que tantos, nos muestra que el camino de las bienaventuranzas es un camino de plenitud, un camino posible, real. Que llena el corazón.

Ellos son nuestros amigos y modelos que ya dejaron de jugar en esta «cancha», pero se vuelven esos jugadores indispensables que uno siempre mira para dar lo mejor de sí. Ellos son el ejemplo de que Jesús no es un «vende humo», su propuesta es de plenitud. Pero por sobre todas las cosas, es una propuesta de amistad, de amistad verdadera, de esa amistad que todos necesitamos. Amigos al estilo de Jesús. Pero no para quedarnos entre nosotros, sino para salir a la «cancha», a ir a hacer más amigos. Para contagiar la amistad de Jesús por el mundo, donde estén, en el trabajo, en el estudio, en la previa, por WhatsApp, en Facebook o Twitter.

Cuando salgan a bailar, o tomando un buen tereré. En la plaza o jugando un partidito en la cancha del barrio. Ahí es donde están los amigos de Jesús. No vendiendo humo, sino haciendo el aguante. El aguante de saber que somos felices, porque tenemos un Padre que está en el cielo.

Francisco

 

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