Papa en Amoris Laetitia: “acompañar, discernir e integrar” caso por caso a los divorciados que se han vuelto a casar

El octavo capítulo de «Amoris laetitita» se ocupa de la actitud pastoral hacia quienes viven en segundas nupcias: ninguna regla general sobre el acceso a los sacramentos, pero hay una puerta abierta a mayor espacio para recorridos que tengan en cuenta las diferentes situaciones personales. «No es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada ‘irregular’ viven en una situación de pecado mortal»

8 de abril de 2016.- (Andrea Tornielli /  Vatican Insider / 13 TV  / Camino católico)  Los párrafos 296 – 312 del octavo capítulo de la exhortación apostólica «Amoris laetitia» Leer / PDF – están dedicados al discernimiento de las situaciones «irregulares». Contienen tres palabras clave: «acompañar», «discernir» e«integrar». Nunca se nombra explícitamente la admisión a la eucaristía en el texto, aunque en una nota se haga referencia a los «sacramentos». Se explica que no son posibles reglas canónicas generales, válidas para todos, por lo que el camino es el del discernimiento caso por caso.  

«Nadie está condenado para siempre»  

«Nadie puede ser condenado para siempre—escribe el Papa—, ¡porque esa no es la lógica del Evangelio!». «Obviamente —añade—, si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis o predicar, y en ese sentido hay algo que lo separa de la comunidad». Es decir, no se trata de reivindicar derechos, ni de auto-justificaciones públicas.  

Diferentes circunstancias  

Bergoglio recuerda que los divorciados que han centrado nuevas nupcias «pueden encontrarse en situaciones muy diferentes», que no pueden ser clasificadas en «afirmaciones demasiado rígidas». Una cosa, por ejemplo, es un segundo matrimonio consolidado en el tiempo, con nuevos hijos, «con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas». La Iglesia, observa el Papa, reconoce situaciones en las que el hombre y la mujer, por serios motivos, como la educación de los hijos, no pueden satisfacer la obligación de la separación. Y también están todos los que han hecho «grandes esfuerzos» para salvar el primer matrimonio y han sufrido un abandono injusto, o el caso de quienes se han casado de nuevo «en vista de la educación de los hijos» y, tal vez, en conciencia y seguros de que el matrimonio anterior, «irreparablemente destruido, no había sido nunca válido». Un caso completamente diferente sería, por ejemplo, un nueva unión que llega después de un divorcio reciente, con todas las consecuencias de sufrimiento y de confusión que afectan a los hijos y a las familias, o la situación de quienes han faltado reiteradamente «a sus compromisos familiares». Que quede claro, observa Francisco:«este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia». 

Distinguir las situaciones  

El Papa retoma las conclusiones de los padres sinodales y afirma que el discernimiento debe ser hecho, siempre, «distinguiendo adecuadamente» las situaciones, puesto que no existen «simples recetas». Hay que integrar a los divorciados que se han vuelto a casar, que no están excomulgados, en las comunidades cristianas, «evitando toda ocasión de escándalo». El Papa afirma que hay que evaluar cuáles «formas de exclusión» deben ser superadas (por ejemplo no pueden ser padrinos o madrinas de bautismos o leer las lecturas), pero no toma decisiones al respecto.  

Ninguna normativa general  

No hay que esperar de esta exhortación «una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos». En cambio, solo es posible «un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares». Y, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas». Los sacerdotes tienen la tarea de acompañar a las personas por esta vía, según la «enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del obispo». 

Examen de conciencia para los divorciados que se han vuelto a casar  

El Papa sugiere un examen de conciencia mediante momentos de «reflexión y de arrepentimiento». Los divorciados que se han vuelto a casar «deberían preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis; si hubo intentos de reconciliación; cómo es la situación del cónyuge abandonado; qué consecuencias tiene la nueva relación sobre el resto de la familia y la comunidad de los fieles».  

No a una doble moral  

El coloquio con el sacerdote, «en el fuero interno, contribuye a la formación de un juicio correcto sobre lo que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia». Francisco aclara que «este discernimiento no podrá jamás prescindir de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuesto por la Iglesia». Por lo que deben ser garantizadas «las condiciones necesarias de humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza». Estas actitudes son fundamentales para evitar el peligro de «mensajes equivocados, como la idea de que algún sacerdote puede conceder rápidamente ‘excepciones’, o de que existen personas que pueden obtener privilegios sacramentales a cambio de favores». La responsabilidad y la discreción, sin la pretensión de «poner sus deseos por encima del bien común de la Iglesia», permiten evitar el peligro de «pensar que la Iglesia sostiene una doble moral». 

Discernimiento especial  

El Papa también reflexiona sobre las razones que permiten un «discernimiento especial» en ciertas situaciones, pero sin reducir nunca «las exigencias del Evangelio». Se trata de evaluar «condicionamientos» y «circunstancias atenuantes». «Ya no es posible decir —afirma el Papa— que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada ‘irregular’ viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante». Y los límites no dependen simplemente de una «eventual ignorancia de la norma». Hay quienes, efectivamente, podrían encontrarse en condiciones «concretas que no les permitan actuar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa». Es decir: puede haber «factores que limitan la capacidad de decisión».  

Situación objetiva e imputabilidad  

El Catecismo de la Iglesia católica (n. 1735) afirma, con respecto a estos condicionamientos, que «a imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales». Por ello, un «juicio negativo sobre una situación objetiva no implica un juicio sobre la imputabilidad o la culpabilidad de la persona involucrada». Por lo tanto, continúa Francisco, «la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia». Hay que «alentar la maduración de una conciencia iluminada», pero a veces también se puede reconocer cuál es «por el momento» «la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios», aunque «todavía no sea plenamente el ideal objetivo». Francisco escribe que «es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general». E invita a recordar que santo Tomás de Aquino afirma: «cuanto más se desciende a lo particular, tanto más aumenta la indeterminación».  

No a la «casuística»

Las normas generales «presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar», pero «en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares». Al mismo tiempo, precisa Bergoglio, hay que decir que «lo que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma». Porque esto daría lugar a una «casuística insoportable», poniendo en peligro «los valores que se deben preservar con especial cuidado».

Las leyes morales no son piedras  

Un pastor «no puede sentirse satisfecho aplicando solamente leyes morales a quienes viven en situaciones ‘irregulares’, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas». Francisco recuerda lo que afirmó la Comisión Teológica Internacional: «La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión».  

Recibir ayuda de la Iglesia  

«A causa de los condicionamientos o de los factores atenuantes—escribe el Papa— es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia». Se precisa significativamente en la nota número 351 que «en ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos». Al creer que «todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación». A todos los que «tienen dificultades para vivir plenamente la ley divina, debe resonar la invitación a recorrer» la vía de las obras de misericordia.  

Nunca renunciar a proponer lo ideal  

El Papa después insiste, para evitar «cualquier interpretación desviada», que «de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza». Cualquier «forma de relativismo» al respecto sería una «falta de fidelidad al Evangelio». 

Posibles etapas de crecimiento  

Sin embargo, añade Francisco, «de nuestra conciencia del peso de las circunstancias atenuantes» deriva que «sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas». El Papa comprende a quienes «prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna». Pero afirma creer sinceramente que «Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad». Los pastores que «proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles también a asumir la lógica de la compasión con los frágiles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes». 

Dar espacio al amor de Dios  

La enseñanza de la teología moral «no debería dejar de incorporar estas consideraciones», observa Francisco, explicando que «a veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios». Y es muy significativa la nota que completa este pasaje, en la que el Papa escribe: «algunos sacerdotes exigen a los penitentes un propósito de enmienda sin sombra alguna, con lo cual la misericordia se esfuma debajo de la búsqueda de una justicia supuestamente pura. Por ello, vale la pena recordar la enseñanza de san Juan Pablo II», quien, en una carta al cardenal William Baum, afirmaba que «la previsibilidad de una nueva caída ‘no prejuzga la autenticidad del propósito’».  

La lógica del perdón

En la Iglesia «debe prevalecer» la lógica que siempre lleva a «comprender, a perdonar, a acompañar», y, sobre todo, «a integrar». Francisco invita a los fieles que viven en «situaciones complejas» a acercarse «con confianza» a dialogar con sus pastores. No siempre «encontrarán en ellos una con afirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz». Y también invita a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, «con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista».

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