Papa Francisco a 100 enfermos del Cottolengo de Turín: «Ustedes son miembros preciosos de la Iglesia, son la carne de Cristo crucificado que tenemos el honor de tocar y de servir»

* «Es nuestra tarea desarrollar “anticuerpos” en contra de esta manera de considerar a los ancianos, o a las personas con discapacidades, como si fueran vidas que ya no son dignas de ser vividas»

21 de junio de 2015.- (Radio Vaticano Camino Católico) Fue el encuentro más conmovedor el que se llevó a cabo lejos de las cámaras fotográficas, para tutelar la privacidad de los enfermos y de los discapacitados. El Papa Francisco visitó este domingo 21 de junio por la tarde a los enfermos y los discapacitados de la Iglesia de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, conocida como el Cottolengo, en el marco de su viaje apostólico a la ciudad de Turín, Italia.

“Gracias por la labor que ustedes hacen con cariño y humildad al servicio a la Iglesia y de los que sufren, recen por las vocaciones para que otros se unan a esta misión”, expresó el Papa en el pasillo antes de saludar a los enfermos y los trabajadores.
 
Acogido por 100 enfermos, saludó uno a uno, no solo estrechó manos, sino abrazó y se acercó a las personas una vez más, con un sentido afecto por los enfermos. El Papa estaba contento de estar con ellos. «He visto lágrimas correr por los rostros”, explicó Don Marco, sacerdote del Cottolengo.  El Pontífice dejó otra vez el discurso oficial y habló desde el corazón con los pacientes y los trabajadores, y reiteró el mal de la cultura del descarte que atenta contra la vida y la atención de la sociedad por los más débiles. Un discurso breve para estar más tiempo con los enfermos.

«No podía venir a Turín –dijo el Papa–sin detenerme en esta casa, fundada hace casi dos siglos por San José Benedicto Cottolengo», que«inspirado por el amor misericordioso de Dios Padre y confiando completamente en su Providencia, acogió a personas pobres, abandonadas y enfermas que no podían ser recibidas en los hospitales de la época». 

Francisco dijo que la situación en la que operaba el Cottolengo a veces se repite en nuestros días:«La exclusión de los pobres y las dificultades para los indigentes a la hora de recibir la asistencia y las curas necesarias es una situación que desgraciadamente existe todavía hoy. Se han hecho grandes progresos en la medicina y en la asistencia social, pero se ha difundido también una cultura del descarte, como consecuencia de una crisis antropológica que ya no pone al hombre en el centro, sino el consumo y los intereses económicos». 

«Entre las víctimas de esta cultura del descarte, quisiera recordar en particular a los ancianos –añadió Bergoglio–,que esta casa acoge numerosos. Su longevidad no siempre es vista como un don de Dios, sino a veces como un peso difícil de sostener, sobre todo cuando la salud se ve fuertemente comprometida. Esta mentalidad no le hace bien a la sociedad, y es nuestra tarea desarrollar “anticuerpos” en contra de esta manera de considerar a los ancianos, o a las personas con discapacidades, como si fueran vidas que ya no son dignas de ser vividas». 

«Queridos hermanos enfermos –dijo el Papa–,ustedes son miembros preciosos de la Iglesia, son la carne de Cristo crucificado que tenemos el honor de tocar y de servir con amor. Con la gracia de Jesús, ustedes pueden ser testimonios y apóstoles de la divina misericordia que salva al mundo». 

Francisco explicó que la razón de ser de la Pequeña Casa «no es el asistencialismo, o la filantropía, sino el Evangelio: el Evangelio del amor de Cristo es la fuerza que la hizo nacer y que la hace salir adelante: el amor de predilección de Jesús por los más frágiles y los más débiles. Y por esto una obra como esta no sale adelante sin la oración, que es el primer y más importante trabajo de la Pequeña Casa, como amaba repetir su fundador, y como demuestran los seis monasterios de Monjas de vida contemplativa ligadas a la misma obra». 

El Papa agradeció al final a las monjas, a los hermanos consagrados, a los sacerdotes, a los operadores laicos y a los voluntarios:«Amigos del Cottolengo»: «están llamados a continuar, con fidelidad creativa, la misión de este gran Santo de la caridad», sirviendo a los más débiles y «contribuyendo de esta manera al crecimiento del Reino de Dios y de un mundo más acogedor y fraterno».

Michelle Riva, 56 años, enfermo desde hace 15 años de ELA (esclerosis lateral amiotrófica), se encontró con el Papa Francisco en el Cottolengo.

“Para mí y nuestra asociación (enfermos de ELA) es un sueño la posibilidad de ver de cerca al Papa Franciscos sucede solo una vez en la vida para quien está en mis condiciones”, dijo Riva a Sat2000, la televisión de los obispos italianos. Las palabras son metálicas y robotizadas porque son filtradas por un computador debido a que la enfermedad no le permite hablar.

De hecho, una«cruz» para los enfermos de ELA es el deterioro físico que lleva a la inmovilidad. Riva, para poder ver al Papa, ha sido transportado al Cottolengo en un bus-ambulancia con cuatro puestos que le permite moverse con seguridad junto a un acompañante, incluso realizando viajes largos como al santuario de Lourdes (Francia).

Riva pidió la oración de Francisco porque en unos días le amputarán un brazo debido a un sarcoma (un tipo de tumor que ataca los huesos, los músculos..).“Más allá de la ELA, el diseño que Dios ha deparado para mí se complica y necesito de la cercanía de la palabra de Dios y de la oración de Francisco”.

El hombre considera providencial que el Papa haya visitado Turín justo en el día en que se celebra la Jornada Mundial de la lucha contra la ELA en el mundo, 21 de junio.  “Es importante porque las enfermedades raras como la ELA tienen pocos subsidios y fondos para la investigación científica, espero que el Papa diga algo para sensibilizar a las personas y actuar contra la enfermedad”.

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