Papa Francisco a autoridades en Sarajevo: «He venido como peregrino de paz y de diálogo»

«Para oponernos con éxito a la barbarie de los que toman ocasión y pretexto de cualquier diferencia para una violencia cada vez más brutal, tenemos que reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio»

6 de junio de 2015.- (ACI  / Radio Vaticano Camino Católico)  En el Palacio Presidencial, donde tuvo lugar la ceremonia de bienvenida y la visita de cortesía a la presidencia de Bosnia y Herzegovina, las palabras de esperanza del Papa Francisco, en su primer discurso, fueron recibidas con grandes aplausos.

«Imploro del Altísimo paz y prosperidad para Sarajevo y para toda Bosnia y Herzegovina», dijo, agradeciendo la amable acogida y el cordial saludo del Presidente de turno Mladen Ivanić, y expresando su alegría por encontrarse allí.

«Sarajevo y Bosnia y Herzegovina tienen un significado especial para Europa y el mundo entero», destacó, recordando luego que «esta ciudad ha sufrido tanto por los sangrientos conflictos del siglo pasado y ha vuelto a ser lugar de diálogo y pacífica convivencia».

El Obispo de Roma alentó la colaboración de la Comunidad internacional, de la Unión Europea y de todos los países y organizaciones presentes en este territorio para impulsar cada vez más los progresos ya alcanzados.

Tras recordar la visita de San Juan Pablo II, en 1997, y la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton, el Papa Bergoglio hizo hincapié en que Bosnia y Herzegovina es parte integrante de Europa: sus éxitos y sus dramas se insertan en la historia de los dramas europeos y son una seria advertencia, que debe impulsar todo esfuerzo para que los procesos de paz sean más sólidos e irreversibles.

«La paz y la concordia entre croatas, serbios y bosnios, las relaciones cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos y cristianos, testimonian al mundo entero que la colaboración entre varias etnias y religiones en vista del bien común es posible, que un pluralismo de culturas y tradiciones puede subsistir y dar vida a soluciones originales y eficaces de los problemas, que aun las heridas más profundas pueden ser sanadas por un camino que purifique la memoria y dé esperanza para el porvenir» En el vídeo se visualiza y escucha el discurso del Santo Padre a las autoridades, cuyo texto completo es el siguiente:

Señores Miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina Señor Presidente de turno

Miembros del Cuerpo Diplomático

Queridos hermanos y hermanas

Agradezco de corazón a los miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina por su amable acogida, y de modo particular al Señor Presidente de turno Mladen Ivanić por el cordial saludo que, en nombre de todos, me ha dirigido. Es para mí un motivo de alegría encontrarme en esta ciudad, que ha sufrido tanto a causa de los sangrientos conflictos del siglo pasado, y vuelve a ser un lugar de diálogo y de convivencia pacífica. Ha pasado de una cultura del enfrentamiento, de la guerra a hacer una cultura del encuentro.

Sarajevo, así como Bosnia y Herzegovina, tienen un significado especial para Europa y el mundo entero. En estos territorios hay comunidades que, desde hace siglos, profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, cada una con sus características peculiares y orgullosa de sus tradiciones específicas, lo que no ha sido obstáculo para que durante mucho tiempo hayan tenido relaciones de mutua amistad y cordialidad.

 Incluso en la misma estructura arquitectónica de Sarajevo se encuentran huellas visibles y permanentes de esas relaciones, ya que en su tejido urbano, a poca distancia unas de otras, surgen sinagogas, iglesias y mezquitas, de tal modo que la ciudad recibió el nombre de la “Jerusalén de Europa”. Representa en efecto una encrucijada de culturas, naciones y religiones; y ese papel requiere que se construyan siempre nuevos puentes, que se sane y restaure los ya existentes, de modo que se asegure una comunicación fluida, segura y civil.

Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás.

Así, es posible también curar las graves heridas del pasado reciente, y mirar hacia el futuro con esperanza, enfrentándose con el corazón libre de temores y rencores a los problemas cotidianos que toda comunidad civilizada ha de afrontar. He venido como peregrino de paz y de diálogo.

Dieciocho años después de la visita histórica de san Juan Pablo II, que tuvo lugar casi dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton, me complace ver los progresos realizados, que debemos agradecer al Señor y a tantas personas de buena voluntad. Sin embargo, es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto mutuos. Para facilitar este proceso se necesita la cercanía y colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión Europea, y de todos los países y organizaciones presentes y activas en el territorio de Bosnia y Herzegovina.

Bosnia y Herzegovina forma parte de Europa; sus logros y sus dramas se insertan de lleno en la historia de los éxitos y dramas de Europa, y al mismo tiempo son un serio llamamiento a hacer todo lo posible para que el proceso de paz comenzado sea cada vez más sólido e irreversible.                    

En esta tierra, la paz y la concordia entre croatas, serbios y bosnios, así como las iniciativas encaminadas a su fortalecimiento, las relaciones cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos y cristianos, tienen una importancia que va más allá de sus fronteras. Testimonian ante el mundo que la colaboración entre los diversos grupos étnicos y religiones para el bien común es posible, que se puede dar una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar soluciones originales y eficaces a los problemas, que incluso las heridas más profundas pueden ser curadas a través de un proceso que purifique la memoria y dé esperanza para el futuro. He visto hoy esa esperanza en esos niños que he saludado en el aeropuerto. Musulmanes, ortodoxos, judíos, católicos, y otras minorías. Todos juntos, felices, esa es la esperanza. Apostemos en eso.

Para oponernos con éxito a la barbarie de los que toman ocasión y pretexto de cualquier diferencia para una violencia cada vez más brutal, tenemos que reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio.

Los responsables políticos están llamados a la noble tarea de ser los primeros servidores de sus comunidades con una actividad que proteja en primer lugar los derechos fundamentales de la persona humana, entre los que destaca el de la libertad religiosa. De ese modo, será posible construir, con un compromiso concreto, una sociedad más pacífica y justa, para que con la ayuda de todos se encuentre solución a los múltiples problemas de la vida cotidiana del pueblo.

Para ello, es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico: así todos y cada uno se sentirán plenamente participes de la vida pública y, disfrutando de los mismos derechos, podrán dar su contribución específica al bien común.

Excelentísimos señores y señoras:

La Iglesia católica, a través de la oración y la acción de sus fieles y de sus instituciones, participa en el trabajo de reconstrucción material y moral de Bosnia y Herzegovina, compartiendo sus alegrías y preocupaciones, deseosa de manifestar con decisión su cercanía especial con los pobres y necesitados, inspirada por la enseñanza y el ejemplo de su divino Maestro, Jesús.

La Santa Sede se alegra por todo el camino recorrido en estos años y asegura su compromiso de seguir promoviendo la cooperación, el diálogo y la solidaridad, a sabiendas de que, en una convivencia civil y ordenada, la paz y la escucha mutua son condiciones indispensables para un desarrollo auténtico y permanente. Espera fervientemente que, con la ayuda de todos y después de que las nubes oscuras de la tormenta han desaparecido finalmente, Bosnia y Herzegovina pueda proceder en el camino emprendido, para que después del frío invierno florezca la primavera. Y se ve florecer la primavera.

Con estos sentimientos, imploro del Altísimo paz y prosperidad para Sarajevo y para toda Bosnia y Herzegovina.

Francisco

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