Papa Francisco almuerza con 90 presos en la cárcel de Poggioreale: «¡Nada podrá nunca separarnos del amor de Dios! Ni siquiera las rejas de una cárcel»

Claudio Fabián, un preso argentino representando a los reclusos le dijo al Pontifice:

«Nosotros los encarcelados hemos sido olvidados por todos: el gobierno, las instituciones, pero no por Dios, por Jesucristo ni por su Iglesia. Aquí en la cárcel encontré a Dios y al Señor Jesucristo mediante las catequesis semanales, la misa de los domingos y la lectura de su libro “Mente abierta, corazón creyente”, que me mandó mi madre desde Argentina»

21 de marzo de 2015.- (Radio Vaticano Camino Católico«A menudo los encarcelados son tenidos en condiciones indignas de la persona humana, y después no logran reintegrarse en la sociedad».Papa Francisco lo escribió en el discurso que entregó a los detenidos de la cárcel de Poggioreale, en donde almorzó con los reclusos.

«A veces sucede que nos sentimos desilusionados, sin confianza, abandonados por todos: pero Dios no se olvida nunca de sus hijos, ¡no los abandona nunca! Él siempre está a nuestro lado, especialmente en la hora de la prueba; es un Padre “rico de misericordia”, que dirige siempre hacia nosotros su mirada serena y benévola, nos espera siempre con los brazos abiertos», se lee en el discurso papal.

«Esta es una certeza que infunde consuelo y esperanza, especialmente en los momentos difíciles y tristes. Aunque en la vida nos hayamos equivocado, el Señor no se cansa nunca de indicarnos la vía del regreso y del encuentro con Él. El amor de Jesús por cada uno de nosotros es fuente de consuelo y de esperanza. Es una certeza fundamental para nosotros: ¡nada podrá nunca separarnos del amor de Dios! Ni siquiera las rejas de una cárcel. La única cosa que nos puede separar de Él es nuestro pecado; pero si lo reconocemos y lo confesamos con arrepentimiento sincero, ese pecado se convierte en lugar de encuentro, porque Él es misericordia»,subrayó el Papa en el discurso que escribió para la ocasión. 

«Queridos hermanos, conozco sus situaciones dolorosas: me llegan muchas cartas (algunas verdaderamente conmovedoras), de los penitenciarios de todo el mundo. Los encarcelados –se lee en el discurso papal– a menudo son tenidos en condiciones indignas de la persona humana, y después no logran reintegrarse en la sociedad. Pero gracias a Dios hay también dirigentes, capellanes, educadores, operadores pastorales que saben estar cerca de ustedes de la manera correcta».

Papa Francisco llegó a la cárcel de Poggioreale antes de las 13 horas. El almuerzo, preparado por los encarcelados que trabajan en las cocinas del instituto, incluía: macarrones al horno, asado con papas y un buffet de dulces típicos napolitanos. La mesa del banquete se encontraba dentro de la Iglesia del instituto penitenciario; participaron 90 reclusos en el almuerzo con el Papa. Entre ellos, había diez personas que se encuentran en la sección reservada para los transexuales, homosexuales y enfermos de Sida. El Papa estaba al centro de la mesa con 12 detenidos y a su lado había un detenido argentino.

En Poggioreale estaba esperando al Papa una delegación de reclusos de otros institutos penitenciarios de Secondigliano, de la OPG de Nápoles y del Insituto para menores de Nisida. El Papa fue recibido por el director de la Casa penitenciaria Giuseppe Salvia, Antonio Fullone, el comandante, Gaetano Diglio, y el capellán, Franco Espósito. A lo largo del corredor que conduce a la capilla, Papa Francisco saludó a los representantes de la dirección, de la policía penitenciaria y de los empleados de la Cárcel. Después del almuerzo, se llevó a cabo el intercambio de saludos. Por lo que se ha podido saber, tanto los dos reclusos elegidos para los saludos como el Papa no pronunciaron discursos, sino que los entregaron y hablaron libremente.

Claudio Fabián, argentino, y Pasquale, representando a los reclusos de Secondigliano, tomaron la palabra. «Nosotros los encarcelados hemos sido olvidados por todos: el gobierno, las instituciones, pero no por Dios, por Jesucristo ni por su Iglesia», dijo el primero. «Aquí en la cárcel encontré a Dios y al Señor Jesucristo mediante las catequesis semanales, la misa de los domingos y la lectura de su libro “Mente abierta, corazón creyente”, que me mandó mi madre desde Argentina», confió.

«Nosotros,  que estamos manchados de por vida, que somos marginados, exluidos de muchas vías para la reinserción, ¿encontraremos acogida fuera de estos muros?»,fue la pregunta del segundo. El Papa respondió que Dios está presente incluso en la cárcel.

 

 

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