Papa Francisco en Ángelus, 1-1-2022: «María coloca a Jesús en el pesebre a disposición de todos y recuerda que la vida de mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás»

https://caminocatolico.com/papa-francisco-en-homilia-de-santa-maria-1-1-2022-la-madre-de-dios-nos-ayude-a-custodiar-y-meditar-todo-sin-temer-las-pruebas-el-senor-es-fiel-y-transforma-las-cruces-en-resurreccion/* «He aquí la maternidad de María: el Hijo que ha nacido nos lo ofrece a todos nosotros. Siempre dando al Hijo, señalando al Hijo, jamás permaneciendo el Hijo como algo propio, no. Es así durante toda la vida de Jesús. Y al colocarlo ante nuestros ojos, sin decir ninguna palabra, nos da un mensaje estupendo: Dios está cerca, a nuestro alcance. No viene con el poder de quien quiere ser temido, sino con la fragilidad de quien pide ser amado; no nos juzga desde lo alto de un trono, sino que nos mira desde abajo como a un hermano, más aún, como un hijo. Nace pequeño y necesitado para que nadie deba avergonzarse jamás de sí mismo: precisamente cuando experimentamos nuestra debilidad y nuestra fragilidad, podemos sentir a Dios aún más cerca, porque se nos ha presentado así, débil y frágil»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News  traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Hoy se celebra el Día Mundial de la Paz. La paz ‘es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido’ (Mensaje para la LV Jornada Mundial de la Paz). Don de lo alto: debe ser implorada por Jesús, porque solos no somos capaces de custodiarla. Sólo podemos construir verdaderamente la paz si la tenemos en nuestro corazón, sólo si la recibimos del Príncipe de la paz. Pero la paz es también nuestro compromiso: nos pide dar el primer paso, nos pide gestos concretos. Que la Madre de Dios, Reina de la paz, al comienzo de este año obtenga la concordia para nuestros corazones y para el mundo entero»

1 de enero de 2022.- (Camino Católico) Tras haber celebrado la primera Misa del Año 2022, el sábado 1 de enero, solemnidad de María Santísima, Madre de Dios; el Papa Francisco ha rezado la oración mariana del Ángelus junto a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Reflexionando sobre el Evangelio de la liturgia de hoy que habla de la Virgen, «remitiéndonos nuevamente al encanto del pesebre», el Santo Padre ha destacado que María, tras el nacimiento del Hijo de Dios, «no se lo guarda para ella misma, sino que nos lo presenta» y deja que los pastores que van sin demora hacia la gruta, puedan adorarlo: «Lo deposita para invitarnos a mirarlo, a acogerlo y a adorarlo. He aquí la maternidad de María: el Hijo que ha nacido nos lo ofrece a todos nosotros».

El Pontífice ha subrayado que al colocarlo ante nuestros ojos, «sin decir ninguna palabra», nos da un mensaje estupendo: “Dios está cerca, a nuestro alcance. No viene con el poder de quien quiere ser temido, sino con la fragilidad de quien pide ser amado; no nos juzga desde lo alto de un trono, sino que nos mira desde abajo como a un hermano, más aún, como un hijo. Nace pequeño y necesitado para que nadie deba avergonzarse jamás de sí mismo”. Precisamente cuando experimentamos nuestra debilidad y fragilidad, es cuando podemos sentir a Dios aún más cerca, «porque se nos ha presentado así, débil y frágil. Es el Dios-niño que nace para no excluir a nadie. Para hacer que nos convirtamos todos en hermanos y hermanas».

Y dirigiendo su mirada a María con su Hijo en brazos, el Pontífice ha dedicado un pensamiento especial a las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las guerras y de las carestías o que esperan en los campos de refugiados: «Contemplando a María que coloca a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que el mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen» -dijo Francisco- haciendo hincapié en que, si nos convertimos en artesanos de la fraternidad, «podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por guerras y violencias».

En alusión al Día Mundial de la Paz, que se celebra este 1 de enero, el Papa ha puntualizado que la paz «es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido» (Mensaje para la LV Jornada Mundial de la Paz, 1): «No sirve abatirse y quejarse, sino arremangarse para construir la paz». En el vídeo de  Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Feliz Año Nuevo!

Comenzamos el año nuevo encomendándolo a María Madre de Dios. El Evangelio de la liturgia de hoy habla de ella, remitiéndonos nuevamente al encanto del pesebre. Los pastores van sin demora hacia la gruta y ¿qué encuentran? Encuentran – dice el texto – «a María, a José y al niño acostado en el pesebre» (Lc 2, 16). Detengámonos en esta escena e imaginemos a María que, como mamá tierna y cuidadosa, acaba de depositar a Jesús en el pesebre. En ese colocar suavemente podemos ver un don hecho a nosotros: la Virgen no tiene al Hijo para sí misma, sino que nos lo presenta; no lo estrecha sólo en sus brazos, sino que lo deposita para invitarnos a mirarlo, a acogerlo y a adorarlo. He aquí la maternidad de María: el Hijo que ha nacido nos lo ofrece a todos nosotros. Siempre dando al Hijo, señalando al Hijo, jamás permaneciendo el Hijo como algo propio, no. Es así durante toda la vida de Jesús.

Y al colocarlo ante nuestros ojos, sin decir ninguna palabra, nos da un mensaje estupendo: Dios está cerca, a nuestro alcance. No viene con el poder de quien quiere ser temido, sino con la fragilidad de quien pide ser amado; no nos juzga desde lo alto de un trono, sino que nos mira desde abajo como a un hermano, más aún, como un hijo. Nace pequeño y necesitado para que nadie deba avergonzarse jamás de sí mismo: precisamente cuando experimentamos nuestra debilidad y nuestra fragilidad, podemos sentir a Dios aún más cerca, porque se nos ha presentado así, débil y frágil. Es el Dios-niño que nace para no excluir a nadie. Para hacer que nos convirtamos todos en hermanos y hermanas.

Así pues: el nuevo año comienza con Dios que, en los brazos de su Madre y acostado en un pesebre, nos anima con ternura. Tenemos necesidad de este aliciente. Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios. Mirando a María con su Hijo en brazos, pienso en las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las guerras y de las carestías o que esperan en los campos de refugiados. Son muchos. Y contemplando a María que coloca a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que el mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen a hacerlo. Si nos convertimos en artesanos de la fraternidad, podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por guerras y violencias.

Hoy se celebra el Día Mundial de la Paz. La paz «es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido» (Mensaje para la LV Jornada Mundial de la Paz, 1). Don de lo alto: debe ser implorada por Jesús, porque solos no somos capaces de custodiarla. Sólo podemos construir verdaderamente la paz si la tenemos en nuestro corazón, sólo si la recibimos del Príncipe de la paz. Pero la paz es también nuestro compromiso: nos pide dar el primer paso, nos pide gestos concretos. Se construye con la atención a los últimos, con la promoción de la justicia, con el valor del perdón, que apaga el fuego del odio. Y también necesita una mirada positiva: que siempre se mire – en la Iglesia como en la sociedad – no el mal que nos divide, sino ¡el bien que puede unirnos! No sirve abatirse y quejarse, sino arremangarse para construir la paz. Que la Madre de Dios, Reina de la paz, al comienzo de este año obtenga la concordia para nuestros corazones y para el mundo entero.

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Al comienzo del año nuevo deseo a todos la paz, que es el compendio de todo bien: la paz. Saludo cordialmente y con gratitud al señor presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, y aseguro mi oración por él y por el pueblo italiano. Hoy se celebra el Día Mundial de la Paz, iniciado por San Pablo VI en 1968. En el Mensaje de este año subrayé que la paz se construye con el diálogo entre las generaciones, con la educación y con el trabajo. Sin estos tres elementos, faltan los cimientos. Agradezco todas las iniciativas promovidas en el mundo con ocasión de esta Jornada, compatiblemente con la situación de la pandemia; en particular, la Vigilia celebrada ayer por la noche en la catedral de Savona como expresión de la Iglesia en Italia.

Saludo a los participantes en la manifestación «Paz en todas las tierras», organizada por la Comunidad de San Egidio aquí en Roma y en muchas partes del mundo – ¡son buenos estos de San Egidio, son buenos! – en colaboración con las diócesis y las parroquias. ¡Gracias por su presencia y por su compromiso!

¡Y saludo a todos ustedes, queridos romanos y peregrinos! Saludo a los jóvenes de Curtatone, a las familias de Forlimpopoli, a los fieles de Padua y a los de Comun Nuovo, cerca de Sotto il Monte – patria de San Juan XXIII, el Papa de la Encíclica Pacem in terris, ¡más actual que nunca! Pero vayamos a casa pensando: ¡paz, paz, paz! Se necesita la paz. Hoy estaba viendo la imagen en el programa de televisión «A Tu (Su) imagen», sobre la guerra, sobre los desplazados, sobre las miserias… Pero esto ocurre hoy en el mundo. ¡Queremos paz!

¡Mis mejores deseos para todos! Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Feliz año! Que tengan un buen almuerzo y hasta mañana. ¡Bravos!

Francisco

El Papa en homilía de Santa María, 1-1-2022: «La Virgen nos ayude a custodiar y meditar todo, sin temer las pruebas: el Señor es fiel y transforma las cruces en resurrección»

 

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