Papa Francisco en el Ángelus, 11-8-19: «La fe necesita ser alimentada, con el encuentro con Jesús en la oración y la escucha de su Palabra para preparar el encuentro final con el Señor»

* «La verdadera fe abre el corazón al prójimo e impulsa a la comunión concreta con sus hermanos, sobre todo con los más necesitados… El Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por lo tanto, estamos llamados a hacer fructificar todos nuestros talentos, sin olvidar jamás que “no tenemos aquí la ciudad estable, sino que vamos en busca de la ciudad futura” (Heb 13, 14). En esta perspectiva, cada instante se vuelve precioso, por lo que es necesario vivir y actuar en esta tierra teniendo en el corazón la nostalgia del cielo»

Video completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Mañana se cumple el 70 aniversario de los Convenios de Ginebra, importantes instrumentos jurídicos internacionales que imponen límites al uso de la fuerza y que tienen por objeto proteger a los civiles y a los prisioneros en tiempos de guerra. Que este aniversario haga que los Estados sean cada vez más conscientes de la necesidad imprescindible de proteger la vida y la dignidad de las víctimas de los conflictos armados. Todos están obligados a respetar los límites impuestos por el derecho internacional humanitario, protegiendo a las poblaciones indefensas y las estructuras civiles, especialmente hospitales, escuelas, lugares de culto y campos de refugiados. Y no olvidemos que la guerra y el terrorismo son siempre una grave pérdida para toda la humanidad. Son la gran derrota humana»

11 de agosto de 2019.- (Camino Católico)  El 11 de agosto, XIX domingo del tiempo ordinario y memoria litúrgica de Santa Clara de Asís, virgen y fundadora de las Clarisas; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus acompañado de miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro bajo el caluroso sol del verano romano. En su habitual comentario al Evangelio dominical, (cfr. Lc 12, 32-48), el Santo Padre reflexionó sobre el momento en el que Jesús llama a sus discípulos a la continua vigilancia para captar el paso de Dios en su propia vida, indicándoles las modalidades para vivir bien esta vigilancia: «Estén preparados, con los vestidos apretados a los costados y las lámparas encendidas» (v. 35).

En primer lugar, la expresión de llevar «ceñida la cintura” (la ropa cerca de las caderas), «es una imagen que recuerda la actitud del peregrino, listo para emprender el camino», dijo Francisco, explicando que se trata de «no echar raíces en moradas confortables y tranquilizadoras, sino de abandonarse con sencillez y confianza a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta siguiente». En segundo lugar, se nos pide que «mantengamos las lámparas encendidas para poder iluminar la oscuridad de la noche», añadió el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que estamos invitados a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas «noches» de la vida: «la lámpara de la fe necesita ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra». En este sentido, el Papa subrayó que se nos confía esta lámpara para el bien de todos: por lo tanto, nadie puede retirarse íntimamente en la certeza de su propia salvación, desinteresándose de los demás: «la fe verdadera abre el corazón al prójimo e impulsa hacia la comunión concreta con los hermanos, sobre todo con los más necesitados».

Asimismo, profundizando sobre la parábola que relata Jesús sobre los siervos que esperan el regreso del señor cuando vuelve de la boda (vv. 36-40), el Pontífice destacó otro aspecto de la vigilancia: estar preparados para el encuentro final y definitivo con el Señor: «Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo encontrará a su regreso aún despiertos… Y si llegando en medio de la noche o antes del amanecer, los encontrará así, ¡dichosos ellos!» (vv. 37-38). Con estas palabras- aseveró el Papa- el Maestro nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por lo tanto, estamos llamados a hacer fructificar todos nuestros talentos, «sin olvidar jamás que no tenemos aquí la ciudad estable, sino que vamos en busca de la ciudad futura» (Heb 13,14). En esta perspectiva, cada instante se vuelve precioso, por lo que es necesario vivir y actuar en esta tierra teniendo en el corazón la nostalgia del cielo. «Si habremos vivido en sintonía con el Evangelio y los mandamientos de Dios, Él nos hará partícipes de su felicidad eterna en la patria celestial», indicó Francisco.

Tras rezar la oración mariana del Ángelus el Santo Padre recordó que mañana, 12 de agosto, se cumple el 70º aniversario de los Convenios de Ginebra, importantes instrumentos jurídicos internacionales que imponen límites al uso de la fuerza y que tienen por objeto proteger a los civiles y a los prisioneros en tiempos de guerra. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 12, 32-48), Jesús llama a sus discípulos a la continua vigilancia para captar el paso de Dios en su propia vida, porque Dios continuamente pasa en la vida. E indica las modalidades de vivir bien esta vigilancia: “Estén preparados, con la cintura ceñida y las lámparas encendidas” (ver 35). En primer lugar “ceñida la cintura”, una imagen que recuerda la actitud del peregrino, listo para emprender el camino. Se trata de no echar raíces en moradas confortables y tranquilizadoras, sino de abandonarse, estar abiertos con sencillez y confianza al paso de Dios en nuestra vida, a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta siguiente. Muchas veces el Señor nos acompaña de la mano para guiarnos, porque nosotros nos equivocamos en este camino tan difícil. En efecto, quien confía en Dios sabe bien que la vida de fe no es algo estático, sino dinámico. La vida de fe es una meta continua para dirigirse hacia etapas siempre nuevas, que el Señor mismo indica día tras día. Porque Él es el Señor de las sorpresas, el Señor de la novedad, de las verdaderas novedades.

Primero era “la cintura ceñida” y después se nos pide que mantengamos “las lámparas encendidas”, para poder iluminar la oscuridad de la noche. Estamos invitados, es decir, a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas “noches” de la vida. Reconocemos que todos hemos tenido días que eran verdaderas noches espirituales. La lámpara de la fe necesita ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra. Retomo algo que les he dicho muchas veces: lleven siempre un pequeño evangelio de bolsillo para leerlo, es un encuentro con Jesús, con la Palabra de Jesús. Esta lámpara nos ha sido confiada para el encuentro con Jesús con la oración y la Palabra, por lo tanto hace que nadie pueda retirarse íntimamente en la certeza de su propia salvación, desinteresándose de los demás. Es una fantasía creer que uno puede iluminarse dentro, no, es una fantasía. La verdadera fe abre el corazón al prójimo e impulsa a la comunión concreta con sus hermanos, sobre todo con los más necesitados.

Y Jesús, para hacerse comprender, para hacer comprender esta actitud, relata la parábola de los siervos que esperan el regreso del señor cuando vuelve de la boda (vv. 36-40), presentando así otro aspecto de la vigilancia: estar preparados para el encuentro final y definitivo con el Señor. Cada uno de nosotros se encontrará ese día en el día del encuentro, cada uno de nosotros tiene su propia fecha del encuentro definitivo. Dice el Señor: «Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo encontrará a su regreso aún despiertos… Y si llegando en medio de la noche o antes del amanecer, los encontrará así, ¡dichosos ellos!”. (vv. 37-38). Con estas palabras, el Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por lo tanto, estamos llamados a hacer fructificar todos nuestros talentos, sin olvidar jamás que “no tenemos aquí la ciudad estable, sino que vamos en busca de la ciudad futura” (Heb 13, 14). En esta perspectiva, cada instante se vuelve precioso, por lo que es necesario vivir y actuar en esta tierra teniendo en el corazón la nostalgia del cielo, los pies en la tierra, caminar sobre la tierra, trabajar en la tierra, hacer el bien en la tierra y con el corazón nostálgico del cielo.

Nosotros no podemos comprender verdaderamente en qué consiste esta felicidad suprema, sin embargo Jesús hace que lo intuyamos con la similitud del Señor que encontrando todavía despiertos a los siervos a su regreso, dice Jesús: “se ceñirá sus vestiduras, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. (v. 37). La felicidad eterna del paraíso se manifiesta así: la situación se invertirá, y ya no serán más los siervos, es decir, nosotros, los que sirvamos a Dios, sino que Dios mismo se pondrá a nuestro servicio y esto lo hace Jesús desde ahora. Jesús reza por nosotros, Jesús nos mira y ora al Padre por nosotros, Jesús nos sirve ahora, es nuestro servidor y esta será la felicidad eterna. El pensamiento del encuentro final con el Padre, rico en misericordia, nos llena de esperanza, y nos estimula a comprometernos constantemente en nuestra santificación y en la construcción de un mundo más justo y fraterno.

Que la Virgen María, por su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Mañana se cumple el 70 aniversario de los Convenios de Ginebra, importantes instrumentos jurídicos internacionales que imponen límites al uso de la fuerza y que tienen por objeto proteger a los civiles y a los prisioneros en tiempos de guerra. Que este aniversario haga que los Estados sean cada vez más conscientes de la necesidad imprescindible de proteger la vida y la dignidad de las víctimas de los conflictos armados. Todos están obligados a respetar los límites impuestos por el derecho internacional humanitario, protegiendo a las poblaciones indefensas y las estructuras civiles, especialmente hospitales, escuelas, lugares de culto y campos de refugiados. Y no olvidemos que la guerra y el terrorismo son siempre una grave pérdida para toda la humanidad. Son la gran derrota humana.

Os saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. Muchos jóvenes también están presentes hoy. Os saludo con afecto! En particular, los adolescentes de Saccolongo y los de Creola; el grupo de pastoral juvenil de Verona; y los jóvenes de Cittadella.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de orar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco

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