Papa Francisco en el Ángelus, 14-3-2021: «En Cuaresma acoger la luz en nuestra conciencia en el Sacramento de la Reconciliación, para abrir el corazones al amor de Dios»

* «Quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz, ilumina los caminos de la vida. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, no puede por menos que hacer buenas obras. La luz nos lleva a hacer buenas obras. Es lo que estamos llamados a hacer con mayor empeño durante la Cuaresma: acoger la luz. No olvidéis que Dios perdona siempre, siempre, si nosotros con humildad pedimos el perdón. Basta con pedir perdón y Él perdona. Así encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios que regenera y da vida»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Hace diez años comenzaba el sangriento conflicto de Siria, que ha provocado una de las mayores catástrofes humanitarias de nuestro tiempo. Renuevo mi más encarecido llamamiento a las partes en conflicto para que den muestras de buena voluntad, a fin de que se abra un rayo de esperanza para la población extenuada. Espero igualmente un compromiso decidido y renovado, constructivo y solidario, por parte de la comunidad internacional, para que, depuestas las armas, se pueda restablecer el tejido social y comenzar la reconstrucción y la recuperación económica. Pidamos todos al Señor para que no se olvide tanto sufrimiento en la amada y atormentada Siria y para que nuestra solidaridad reavive la esperanza»

14 de marzo de 2021.- (Camino Católico) Profundizando sobre el Evangelio dominical el Papa Francisco ha recordado que en esta Cuaresma, estamos llamados a «acoger la luz en nuestra conciencia», en particular en el Sacramento de la Reconciliación, «para abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad». Lo ha hecho antes de rezar el Ángelus desde la ventana de su estudio del Palacio Apostólico.

El 14 de marzo, cuarto domingo de Cuaresma conocido como domingo «Laetare», es decir, «Alégrate»; el Papa Francisco ha reflexionado sobre la liturgia eucarística que comienza con esta invitación: «Alégrate, Jerusalén…». (cf. Is 66,10). En este contexto, el Santo Padre ha explicado que la fuente de esta alegría proviene del amor de Dios: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn. 3,16). Y precisamente este mensaje gozoso es el corazón de la fe cristiana -dijo el Pontífice- indicando que el amor de Dios «ha encontrado la cima en el don del Hijo a una humanidad débil y pecadora».

La esencia de estas palabras se desprende del diálogo nocturno entre Jesús y Nicodemo, una parte del cual está descrita en la misma página evangélica (cf. Jn 3,14-21) y sobre la cual Francisco profundiza: “Nicodemo, como todo miembro del pueblo de Israel, esperaba al Mesías, identificándolo como un hombre fuerte que juzgaría al mundo con poder. Jesús pone en crisis esta expectativa presentándose bajo tres aspectos: el del Hijo del hombre exaltado en la cruz; el del Hijo de Dios enviado al mundo para la salvación; y el de la luz que distingue a los que siguen la verdad de los que siguen la mentira”.

En cuanto a estos tres aspectos, el Obispo de Roma ha hecho hincapié en que Jesús se presenta en primer lugar como el Hijo del Hombre: “El texto alude al relato de la serpiente de bronce (cf. Números 21:4-9), que, por voluntad de Dios, fue levantada por Moisés en el desierto cuando el pueblo fue atacado por serpientes venenosas; quien había sido mordido y miraba la serpiente de bronce se curaba. Del mismo modo, Jesús fue levantado en la cruz y los que creen en Él son curados del pecado y viven”.

“Dios Padre ama a los hombres hasta el punto de «dar» a su Hijo: lo dio en la Encarnación y lo dio al entregarlo a la muerte. El propósito del don de Dios es la vida eterna de los hombres: en efecto, Dios envía a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. La misión de Jesús es misión de salvación, para todos”.

El tercer nombre que Jesús se atribuye es «luz»: “El Evangelio dice: «Vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz (v. 19). La venida de Jesús al mundo provoca una elección: quien elige las tinieblas va al encuentro de un juicio de condenación, quien elige la luz tendrá un juicio de salvación. El juicio es la consecuencia de la libre elección de cada uno: quien practica el mal busca las tinieblas, quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, hace buenas obras”.

En este sentido, el Papa recordó que estamos llamados a vivir plenamente estos aspectos durante la Cuaresma: «acoger la luz en nuestra conciencia, en particular en el Sacramento de la Reconciliación, para abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad». «Así encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios que regenera y da vida», concluyó Francisco pidiendo a María Santísima que nos ayude a no tener miedo de dejarnos «poner en crisis» por Jesús ya que, «es una crisis saludable, para nuestra curación; para que nuestra alegría sea plena».  En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Este cuarto domingo de Cuaresma es el domingo «Laetare», es decir, «Alégrate». La liturgia eucarística comienza con esta invitación: «Alégrate, Jerusalén…». (cf. Is 66,10). ¿Cuál es el motivo de esta alegría? En plena Cuaresma, ¿cuál es el motivo de esta alegría? Nos lo dice el evangelio de hoy: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn. 3,16). Este mensaje gozoso es el núcleo de la fe cristiana: el amor de Dios llega a la cumbre en el don del Hijo a una humanidad débil y pecadora. Nos ha entregado a su Hijo, a nosotros, a todos nosotros.

Es lo que se desprende del diálogo nocturno entre Jesús y Nicodemo, una parte del cual está descrita en la misma página evangélica (cf. Jn 3,14-21). Nicodemo, como todo miembro del pueblo de Israel, esperaba al Mesías, y lo identificaba con un hombre fuerte que juzgaría al mundo con poder. Jesús pone en crisis esta expectativa presentándose bajo tres aspectos: el del Hijo del hombre exaltado en la cruz; el del Hijo de Dios enviado al mundo para la salvación; y el de la luz que distingue a los que siguen la verdad de los que siguen la mentira. Veamos estos tres aspectos: Hijo del hombre, Hijo de Dios y luz.

Jesús se presenta en primer lugar como el Hijo del Hombre (vv. 14-15). El texto alude al relato de la serpiente de bronce (cf. Números 21:4-9), que, por voluntad de Dios, fue levantada por Moisés en el desierto cuando el pueblo fue atacado por serpientes venenosas; el que había sido mordido y miraba la serpiente de bronce se curaba. Del mismo modo, Jesús fue levantado en la cruz y los que creen en Él son curados del pecado y viven.

El segundo aspecto es el del Hijo de Dios (vv. 16-18). Dios Padre ama a los hombres hasta el punto de «dar» a su Hijo: lo dio en la Encarnación y lo dio al entregarlo a la muerte. La finalidad del don de Dios es la vida eterna de los hombres: en efecto, Dios envía a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. La misión de Jesús es misión de salvación, para todos.

El tercer nombre que Jesús se atribuye es «luz» (vv. 19-21). El Evangelio dice: «Vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz (v. 19). La venida de Jesús al mundo determina una elección: quien elige las tinieblas va al encuentro de un juicio de condenación, quien elige la luz tendrá un juicio de salvación. El juicio es siempre la consecuencia de la libre elección de cada uno: quien practica el mal busca las tinieblas, el mal siempre se esconde, se cubre. Quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz, ilumina los caminos de la vida. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, no puede por menos que hacer buenas obras. La luz nos lleva a hacer buenas obras. Es lo que estamos llamados a hacer con mayor empeño durante la Cuaresma: acoger la luz en nuestra conciencia, para abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad. No olvidéis que Dios perdona siempre, siempre, si nosotros con humildad pedimos el perdón. Basta con pedir perdón y Él perdona. Así encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios que regenera y da vida.

Que María Santísima nos ayude a no tener miedo de dejarnos «poner en crisis» por Jesús. Es una crisis saludable, para nuestra curación; para que nuestra alegría sea plena.

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas

Hace diez años comenzaba el sangriento conflicto de Siria, que ha provocado una de las mayores catástrofes humanitarias de nuestro tiempo: un número indeterminado de muertos y heridos, millones de refugiados, miles de desaparecidos, destrucción, violencia de todo tipo y un inmenso sufrimiento para toda la población, especialmente la más vulnerable, como niños, mujeres y ancianos. Renuevo mi más encarecido llamamiento a las partes en conflicto para que den muestras de buena voluntad, a fin de que se abra un rayo de esperanza para la población extenuada. Espero igualmente un compromiso decidido y renovado, constructivo y solidario, por parte de la comunidad internacional, para que, depuestas las armas, se pueda restablecer el tejido social y comenzar la reconstrucción y la recuperación económica. Pidamos todos al Señor para que no se olvide tanto sufrimiento en la amada y atormentada Siria y para que nuestra solidaridad reavive la esperanza. Recemos juntos por la amada y atormentada Siria. Ave María…

El próximo viernes 19 de marzo, solemnidad de San José, se abre el Año de la Familia Amoris Laetitia de la Familia: un año especial para crecer en el amor familiar. Invito a un renovado y creativo impulso pastoral para poner a la familia en el centro de la atención de la Iglesia y de la sociedad. Rezo para que cada familia sienta en su propia casa la presencia viva de la Sagrada Familia de Nazaret, que llene nuestras pequeñas comunidades domésticas de amor sincero y generoso, fuente de alegría incluso en las pruebas y dificultades.

Saludo a los chicos y chicas del equipo de baloncesto, acompañados por sus familias y sus entrenadores, presentes hoy en la Plaza. ¡Muy buenos! Seguid así.

Os saludo cordialmente a todos, queridos fieles de Roma y queridos peregrinos. Y, en particular, saludo a los numerosos filipinos que celebran el 500º aniversario de la evangelización de Filipinas. Felicidades. ¡Y adelante con la alegría del Evangelio!

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

Francisco

Papa Francisco en homilía por 500 años de evangelización en Filipinas, 14-3-21: «Dios te ama tanto que te da toda su vida, no condena,  es un Padre que nos salva»

Santa Misa presidida por el Papa Francisco del domingo de la 4ª semana de Cuaresma y por los 500 años de cristianismo en Filipinas, 14-3-2021


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