Papa Francisco en el Ángelus, 16-8-2020: «Llevar nuestra historia a Jesús y decir  “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!»

* «Cada uno que piense en la propia historia. Siempre hay cosas feas en una historia, siempre. Vamos donde Jesús, llamamos al corazón de Jesús y le decimos: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. Y nosotros podremos hacer esto si tenemos delante de nosotros el rostro de Jesús, si nosotros entendemos cómo es el corazón de Cristo: un corazón que tiene compasión, que lleva sobre sí nuestros dolores, que lleva sobre sí nuestros pecados, nuestros errores, nuestros fracasos. Pero es un corazón que nos ama así, como somos, sin maquillaje. “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. Y por esto es necesario entender a Jesús, tener familiaridad con Jesús. Y vuelvo siempre al consejo que os doy: llevar siempre un pequeño Evangelio de bolsillo y leed cada día un pasaje. Llevad el Evangelio: en el bolso, en el bolsillo y también en el móvil, para ver a Jesús. Y allí encontraréis a Jesús como Él es, como se presenta; encontraréis a Jesús que nos ama mucho»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Sigo rezando por el Líbano, y por las otras situaciones dramáticas en el mundo que causan sufrimiento a la gente. Mi pensamiento va también a la querida Bielorrusia. Sigo con atención la situación post-electoral en este país y hago un llamamiento al diálogo, al rechazo de la violencia y al respeto de la justicia y del derecho. Encomiendo a todos los bielorrusos a la protección de la Virgen, reina de la paz. Estos días son días de fiesta: que puedan ser un tiempo para restaurar el cuerpo, pero también el espíritu mediante momentos dedicados a la oración, al silencio y al contacto relajante con la belleza de la naturaleza, don de Dios. Que esto no nos haga olvidar los problemas que hay por el Covid: muchas familias que no tienen trabajo, que lo han perdido y no tienen para comer. Nuestros descansos de verano estén también acompañados de la caridad y de la cercanía a estas familias»

16 de agosto de 2020.- (Camino Católico)  En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, el Papa ha recordado que en el Evangelio de hoy, la mujer cananea «nos enseña: el coraje de llevar su historia de dolor ante Dios, ante Jesús; de tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús».

El Pontífice ha explicado el Evangelio de este domingo que describe el encuentro entre Jesús y una mujer cananea. Mientras está con sus discípulos alejados de las multitudes, se le acerca una mujer que le implora ayuda para su hija enferma, le suplica a Jesús que tenga piedad de ella.  Al respecto Francisco ha dicho que este grito, es el grito que nace de una vida marcada por el sufrimiento, por el sentido de impotencia de una madre que ve a la hija atormentada por el mal.

El Santo Padre, describiendo el pasaje, dijo que ante la insistencia de la mujer, Jesús, al principio la ignora, pero a un cierto punto decide ponerla “a prueba citando un proverbio: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Y la mujer responde enseguida: «Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos».

Al invitar a los fieles a pensar en la propia vida, Francisco ha afirmado: «Siempre hay cosas malas en una historia, siempre. Vayamos a Jesús, llamemos al corazón de Jesús y digámosle: «¡Señor, si puedes curarme! Y podremos hacerlo si siempre tenemos el rostro de Jesús con nosotros, si entendemos cómo es el corazón de Cristo, cómo es el corazón de Jesús: un corazón que tiene compasión, que trae sobre sí nuestras penas, que trae sobre sí nuestros pecados, nuestros errores, nuestros fracasos». Y ha recordado que Dios «nos ama tal como somos, sin maquillaje: nos ama así.»

Finalmente, el Pontífice exhortó: «Y siempre vuelvo al consejo que les doy: lleven siempre un pequeño Evangelio de bolsillo y lean un pasaje cada día. Y allí encontrarán a Jesús tal como es, tal como se presenta; encontrarán a Jesús que nos ama, que nos ama tanto».

Después del rezo del Ángelus, el Papa Francisco expresó su cercanía y oración con el Líbano y Bielorrusia. Al mismo tiempo, exhortó a que este tiempo de vacaciones “no nos haga olvidar los problemas que hay por el Covid: tantas familias que no tienen trabajo, que lo han perdido y no tienen comida”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cfr Mt 15, 21-28) describe el encuentro entre Jesús y una mujer cananea. Jesús está al norte de Galilea, en territorio extranjero, para estar con sus discípulos un poco alejado de las multitudes, que lo buscan cada vez más numerosos. Y entonces se acerca una mujer que implora ayuda para la hija enferma: «¡Ten piedad de mí, Señor!» (v. 22). Es el grito que nace de una vida marcada por el sufrimiento, por el sentido de impotencia de una madre que ve a la hija atormentada por el mal y no puede curarla. Jesús al principio la ignora, pero esta madre insiste, insiste, también cuando el Maestro dice a los discípulos que su misión está dirigida solamente a las «ovejas perdidas de la casa de Israel» (v. 24) y no a los paganos. Ella le sigue suplicando, y Él, a este punto, la pone a prueba citando un proverbio – parece casi un poco cruel esto – : «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos» (v. 26). Y la mujer enseguida, despierta, angustiada, responde: «Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos» (v. 27).

Con estas palabras esta madre demuestra haber intuido la bondad del Dios Altísimo, presente en Jesús, está abierta a toda necesidad de sus criaturas. Esta sabiduría plena de confianza toca el corazón de Jesús y le arrebata palabras de admiración: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas» (v. 28). ¿Cuál es la fe grande? La fe grande es aquella que lleva la propia historia, marcada también por las heridas, a los pies del Señor pidiéndole que la sane, que le dé sentido.

Cada uno de nosotros tiene su propia historia y no siempre es una historia limpia; muchas veces es una historia difícil, con muchos dolores, muchos problemas y muchos pecados. ¿Qué hago, yo, con mi historia? ¿La escondo? ¡No! Tenemos que llevarla delante del Señor: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!” Esto es lo que nos enseña esta mujer, esta buena mujer: la valentía de llevar la propia historia de dolor delante de Dios, delante de Jesús; tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús. Hagamos, nosotros, la prueba de esta historia, de esta oración: cada uno que piense en la propia historia. Siempre hay cosas feas en una historia, siempre. Vamos donde Jesús, llamamos al corazón de Jesús y le decimos: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. Y nosotros podremos hacer esto si tenemos delante de nosotros el rostro de Jesús, si nosotros entendemos cómo es el corazón de Cristo: un corazón que tiene compasión, que lleva sobre sí nuestros dolores, que lleva sobre sí nuestros pecados, nuestros errores, nuestros fracasos.

Pero es un corazón que nos ama así, como somos, sin maquillaje. “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. Y por esto es necesario entender a Jesús, tener familiaridad con Jesús. Y vuelvo siempre al consejo que os doy: llevar siempre un pequeño Evangelio de bolsillo y leed cada día un pasaje. Llevad el Evangelio: en el bolso, en el bolsillo y también en el móvil, para ver a Jesús. Y allí encontraréis a Jesús como Él es, como se presenta; encontraréis a Jesús que nos ama, que nos ama mucho, que nos quiere mucho. Recordad la oración: ¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. Bonita oración. El Señor nos ayude, a todos nosotros, a rezar esta bonita oración que nos enseña una mujer pagana: no cristiana, ni judía, sino pagana.

La Virgen María interceda con su oración, para que crezca en cada bautizado la alegría de la fe y el deseo de comunicarla con el testimonio de una vida coherente, que nos dé la valentía de acercarnos a Jesús y decirle: ¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”.

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

sigo rezando por el Líbano, y por las otras situaciones dramáticas en el mundo que causan sufrimiento a la gente. Mi pensamiento va también a la querida Bielorrusia. Sigo con atención la situación post-electoral en este país y hago un llamamiento al diálogo, al rechazo de la violencia y al respeto de la justicia y del derecho. Encomiendo a todos los bielorrusos a la protección de la Virgen, reina de la paz.

Saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos de diferentes países. En particular, saludo a los religiosos brasileños presentes aquí en Roma – con muchas banderas – estos religiosos siguen espiritualmente la Primera Semana Nacional de la vida consagrada, que se celebra en Brasil. Buena semana de la vida consagrada. ¡Adelante! ¡Dirijo un saludo también a los valientes jóvenes de la Inmaculada!

Estos días son días de fiesta: que puedan ser un tiempo para restaurar el cuerpo, pero también el espíritu mediante momentos dedicados a la oración, al silencio y al contacto relajante con la belleza de la naturaleza, don de Dios. Que esto no nos haga olvidar los problemas que hay por el Covid: muchas familias que no tienen trabajo, que lo han perdido y no tienen para comer. Nuestros descansos de verano estén también acompañados de la caridad y de la cercanía a estas familias.

¡Os deseo a todos un feliz domingo y un buen almuerzo! Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto!

Francisco


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