Papa Francisco en el Ángelus 19-8-18: «Comulgar es recibir el Cuerpo de Cristo Vivo, que nos transforma y prepara para el cielo»

* «Cada vez que participamos en la Santa Misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo sobre la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús aprendemos lo que es la vida eterna. Es vivir para el Señor: «el que me come vivirá por mí» (v. 57). La Eucaristía nos plasma para que no vivamos sólo para nosotros mismos, sino para el Señor y para nuestros hermanos y hermanas. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fructífero el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía»

Video completo de la transmisión en directo de  13 TV  traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «En los últimos días, los habitantes del Kerala en India fueron afectados duramente por lluvias intensísimas, inundaciones y deslizamientos de tierra, con grandes pérdidas de vidas humanas, numerosos desaparecidos y desplazados, e ingentes daños a los cultivos y a las casas. Que no falte a estos hermanos nuestra solidaridad y el apoyo concreto de la Comunidad Internacional… Recemos juntos por cuantos han perdido la vida y por todas las personas que están probadas por esta gran calamidad»

19 de agosto de 2018.- (Camino Católico)  Este domingo 19 de agosto el Papa Francisco, como todos los domingos, se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Pontificio para rezar junto a los fieles presentes en la plaza de san Pedro la oración mariana del Ángelus. El Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio del día, Juan 6, versículos 51 al 58, que nos introduce en la segunda parte del discurso que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, tras haber alimentado a una gran multitud con cinco panes y dos peces. Jesús se presenta – dijo el Santo Padre –como el pan vivo bajado del cielo; el pan que da la vida eterna.

El Papa Francisco señaló en primer lugar, que este pasaje del Evangelio es “decisivo”, porque “provoca la reacción de quienes lo escuchan”, quienes se ponen a discutir entre ellos preguntándose «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»(v.52)

De este modo explicó que cuando el signo del pan compartido lleva a su significado verdadero, es decir, el don de sí mismo hasta el sacrificio, surge la incomprensión, “e inclusive el rechazo” de Aquel que poco antes se quería llevar al triunfo. Y llamó a recordar que Jesús tuvo que marcharse, esconderse, porque querían hacerlo rey. Primero «el momento del triunfo, y luego el desapego porque no había gustado esta palabra de Jesús».

Pero de ahí surge la respuesta asertiva de Jesús: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes»(v.53). Y Francisco subrayó que en este punto de la lectura “junto con la carne aparece también la sangre”:

“Carne y sangre en el lenguaje bíblico -explicó – expresan la humanidad concreta. La gente y los mismos discípulos intuyen que Jesús los invita a entrar en comunión con Él, a “comer” a Él, a su humanidad, para compartir con Él el don de la vida por el mundo. ¡Nada de triunfos y espejismos de éxito!” Es precisamente el sacrificio de Jesús que se dona a sí mismo por nosotros”. 

El Obispo de Roma prosiguió afirmando que entorno al altar encontramos aquello que nos alimenta y apaga espiritualmente nuestra sed hoy y por la eternidad:

“Este pan de vida, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, se nos dona gratuitamente en el banquete Eucarístico”. Y añadió:

“Cada vez que participamos en la Santa Misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo sobre la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos lo que es la vida eterna. Es vivir para el Señor: «el que me come vivirá por mí »(v. 57). La Eucaristía nos plasma para que no vivamos sólo para nosotros mismos, sino para el Señor y para nuestros hermanos y hermanas. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fructífero el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía”.

Seguidamente Francisco recordó lo que repite Jesús a cada uno de nosotros y que podemos leer en el versículo 53: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes». Y se detuvo en este punto para aclarar que “no se trata de un alimento material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios”, y que “para tener esta vida, es necesario nutrirse del Evangelio y del amor e los hermanos”.

Pero el Papa también puso en guardia sobre cuáles pueden ser nuestras reacciones a la invitación de Jesús a nutrirnos de su Cuerpo y de su Sangre: “Podemos sentir la necesidad de discutir y de resistir”, como lo hicieron quienes escuchaban a Jesús, en el Evangelio que leemos hoy.

Esta necesidad de discutir y resistir sucede – aseguró Francisco – cuando nos cuesta modelar nuestra existencia según la de Jesús, actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo:

“Nutriéndonos de este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, con sus sentimientos, con sus comportamientos. Por ello es tan importante comunicarse; es tan importante ir a Misa y recibir la comunión, porque es recibir el Cuerpo de Cristo, es recibir a este Cristo que nos transforma desde dentro y recibir este Cristo Vivo que nos prepara para el cielo». 

En la conclusión de su catequesis y antes de  la oración mariana, el Pontífice oró para que “la Virgen María sostenga nuestra intención de hacer comunión con Jesucristo, nutriéndonos con su Eucaristía, para que a su vez nos convirtamos en pan partido para los hermanos”.

“Que no falte a nuestros hermanos nuestra solidaridad y el apoyo concreto de la Comunidad Internacional”: fue el sentido llamamiento del Papa, después de rezar el Ángelus, por las poblaciones afectadas por las inundaciones provocadas por las lluvias monzónicas en Kerala, en el sur de la India. En el vídeo de 13 TV se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje del Evangelio de este domingo (cf. Jn 6, 51-58) nos introduce en la segunda parte del discurso que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, después de alimentar a una gran multitud con cinco panes y dos peces: la multiplicación de los panes. Él se presenta como «el pan vivo bajado del cielo», el pan que da vida la eterna, y Jesús agrega: «El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo» (v. 51). Este pasaje es decisivo, y de hecho, provoca la reacción de quienes le escuchan, que se ponen a discutir entre ellos: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? (V. 52). Cuando el signo del pan compartido muestra su verdadero significado, esto es, la entrega de sí mismo hasta el sacrificio, emerge la incomprensión, emerge el rechazo a Aquel a quien poco antes querían llevar de forma triunfal. Recordemos que Jesús tuvo que esconderse porque querían hacerlo rey. Primero el momento del triunfo, y luego el desapego porque no había gustado esta palabra de Jesús.

Y Jesús prosigue: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes» (v.53). Aquí, junto con la carne, presenta también la sangre. Carne y sangre, en el lenguaje bíblico, expresan la humanidad concreta. La gente y los mismos discípulos intuyen que Jesús los invita a entrar en comunión con Él, a “comer” a Él, a su humanidad, para compartir con Él el don de la vida por el mundo. ¡Nada de triunfos y espejismos de éxito! Es precisamente el sacrificio de Jesús quien se da a sí mismo por nosotros.

Este pan de vida, el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, se nos dona gratuitamente en la mesa de la Eucaristía. Alrededor del altar encontramos lo que nos quita el hambre y nos quita la sed espiritualmente hoy y por toda la eternidad. Cada vez que participamos en la Santa Misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo sobre la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús aprendemos lo que es la vida eterna. Es vivir para el Señor: «el que me come vivirá por mí» (v. 57). La Eucaristía nos plasma para que no vivamos sólo para nosotros mismos, sino para el Señor y para nuestros hermanos y hermanas. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fructífero el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía.

Jesús, como en aquel tiempo, también hoy repite a cada uno de nosotros: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes» (v 53). Hermanos y hermanas, no se trata de un alimento material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios. Cuando vamos a tomar la comunión recibimos la misma vida de Dios. Para tener esta vida, es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos. Ante la invitación de Jesús a nutrirnos de su Cuerpo y de su Sangre podemos advertir la necesidad de discutir y de resistir, como hacían los oyentes de los que habla el Evangelio de hoy. Esto sucede cuando nos cuesta modelar nuestra existencia según la de Jesús, actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo. Nutriéndonos de este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, con sus sentimientos, con sus comportamientos. Por ello es tan importante comunicarse; es tan importante ir a Misa y recibir la comunión, porque es recibir el Cuerpo de Cristo, es recibir a este Cristo que nos transforma desde dentro y recibir este Cristo Vivo que nos prepara para el cielo.

Que  la Virgen María sostenga nuestra intención de hacer comunión con Jesucristo, nutriéndonos con su Eucaristía, para que a su vez nos convirtamos en pan partido para los hermanos.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En los últimos días, los habitantes del Kerala en India fueron afectados duramente por lluvias intensísimas, inundaciones y deslizamientos de tierra, con grandes pérdidas de vidas humanas, numerosos desaparecidos y desplazados, e ingentes daños a los cultivos y a las casas. Que no falte a estos hermanos nuestra solidaridad y el apoyo concreto de la Comunidad Internacional. Estoy cercano a la Iglesia en Kerala, que está en primera línea para socorrer a la población. También todos nosotros estamos cerca de la Iglesia en Kerala. Recemos juntos por cuantos han perdido la vida y por todas las personas que están probadas por esta gran calamidad. Recemos juntos en silencio:… Ave María…

Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, peregrinos italianos de diferentes países. En particular, saludo a los jóvenes de Ucrania y los animo a ser agentes de paz y reconciliación. Saludo a los nuevos seminaristas con los Superiores del Colegio Norteamericano de Roma; así como a los adolescentes y jóvenes de la diócesis de Verona.

A todos os deseo un buen domingo y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Una buena comida y hasta la vista!

Francisco

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