Papa Francisco en el Ángelus, 20-6-2021: «¡Cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones!»

* «¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad! Pidamos hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón. La Virgen María, que en su vida nunca dejó de confiar en Dios, despierte en nosotros la necesidad vital de encomendarnos a Él cada día»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Uno mi voz a la de los obispos de Myanmar, que la semana pasada lanzaron un llamamiento llamando la atención del mundo entero sobre la desgarradora experiencia de miles de personas que en ese país están desplazados y están muriendo de hambre: «Nosotros suplicamos con toda la gentileza permitir pasillos humanitarios» y que «iglesias, pagodas, monasterios, mezquitas, templos, como también escuelas y hospitales» sean respetados como lugares neutrales de refugio. ¡El Corazón de Cristo toque los corazones de todos llevando paz a Myanmar»

20 de junio de 2021.- (Camino Católico) Antes de rezar el Ángelus dominical con los fieles que se dieron cita este mediodía en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha comentado el Evangelio de este 20 de junio, en el que san Marcos relata el episodio de la tormenta que Jesús calmó ante la sorpresa de los discípulos llenos de miedo. El Santo Padre ha dicho que al igual que los discípulos, “asaltados por las pruebas de la vida”, solemos sentirnos “asfixiados por el miedo” y “corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”: Que en la barca, “aunque esté dormido, Jesús está allí”,

Francisco ha argumentado que muchas veces también nosotros, “asaltados por las pruebas de la vida”, le hemos gritado al Señor: «¿Por qué permaneces en silencio y no haces nada por mí?, especialmente cuando sentimos que nos hundimos, porque el amor o el proyecto en el que habíamos puesto grandes esperanzas se desvanece”.

 “Su sueño, si por un lado nos asombra, por otro nos pone a prueba. El Señor, de hecho, espera que lo involucremos, que lo invoquemos, que lo pongamos en el centro de lo que vivimos”. Después de afirmar que el sueño de Jesús “nos hace despertar”, porque, para ser discípulos de Jesús, “no basta con creer que Dios existe”, sino que “hay que implicarse con Él, hay que alzar también la voz con Él, clamarle a Él”.

De ahí su consejo de contarle todo a Jesús, dado que Él así lo desea, y quiere que “nos aferremos a Él para encontrar refugio contra las olas de la vida”. Al recordar que el Evangelio dice que los discípulos se acercaron a Jesús para despertarlo y hablarle, Francisco ha dicho que “éste es el principio de nuestra fe”: “Reconocer que por nosotros mismos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros de las estrellas para encontrar nuestro rumbo”.

Además,  ha añadido que “la fe empieza por creer que no nos bastamos a nosotros mismos, por sentirnos necesitados de Dios”. De manera que cuando “superamos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos” y superamos esa “falsa religiosidad” que indica que no hay que “molestar a Dios”, en realidad, cuando clamamos a Él, “puede obrar maravillas en nosotros”.

El Santo Padre ha asegurado que el episodio de Jesús que, implorado por los discípulos, calma el viento y las olas, nos plantea otra pregunta: “¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe? Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas en vez de mirar a Jesús”. “También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo sólo en el momento de la necesidad!”

Y ha concluido sugiriendo pedir hoy “la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón. Que la Virgen María, que en su vida nunca dejó de confiar en Dios, despierte en nosotros la necesidad vital de encomendarnos a Él cada día”. Al final de la oración mariana, Francisco unió su voz a la de los obispos de Myanmar, intérpretes del grito de dolor de una población  probada también por el hambre. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la liturgia de hoy se narra el episodio de la tempestad calmada por Jesús (Mc 4,35-41). La barca en la que los discípulos atraviesan el lago es asaltada por el viento y las olas y ellos temen hundirse. Jesús está con ellos en la barca, sin embargo, se queda en la popa durmiendo sobre un cabezal. Los discípulos, llenos de miedo, le gritan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38).

Y muchas veces también nosotros, asaltados por las pruebas de la vida, hemos gritado al Señor: “¿Por qué te quedas en silencio y no haces nada por mí?”. Sobre todo cuando parece que nos hundimos, porque el amor o el proyecto en el que habíamos puesto grandes esperanzas desvanece; o cuando estamos a merced de las persistentes olas de la ansiedad; o cuando nos sentimos sumergidos por los problemas o perdidos en medio del mar de la vida, sin ruta y sin puerto. O incluso, en los momentos en los que desaparece la fuerza para ir adelante, porque falta el trabajo o un diagnóstico inesperado nos hace temer por nuestra salud o la de un ser querido. Son muchos los momentos en los que nos sentimos en tempestad, nos sentimos casi acabados.

En estas situaciones y en muchas otras, también nosotros nos sentimos ahogados por el miedo y, como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista lo más importante. En la barca, de hecho, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba. El Señor está ahí, presente; de hecho, espera – por así decir – que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él. Escuchad esto: es necesario gritarle a Él. La oración, muchas veces, es un grito: “¡Señor, sálvame!”. Hoy, día del refugiado, estaba viendo en el programa “A sua immagine” (A su imagen), muchos que vienen en pateras y cuando se van a ahogar gritan:  “¡Sálvanos!”. También en nuestra vida sucede lo mismo: “¡Señor, sálvanos!”, y la oración se convierte en un grito.

Hoy podemos preguntarnos: ¿cuáles son los vientos que se abaten sobre mi vida, cuáles son las olas que obstaculizan mi navegación y ponen en peligro mi vida espiritual, mi vida de familia, mi vida psíquica también? Digamos todo esto a Jesús, contémosle todo. Él lo desea, quiere que nos aferremos a Él para encontrar refugio de las olas anómalas de vida. El Evangelio cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan (cfr v. 38). Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta. La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios.  Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros.

Jesús, implorado por los discípulos, calma el viento y las olas. Y les plantea una pregunta, una pregunta que nos concierne también a nosotros: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» (v. 40). Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas más que mirar a Jesús. Y el miedo nos lleva a mirar las dificultades, los problemas difíciles y no a mirar al Señor, que muchas veces duerme. También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad! Pidamos hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón. La Virgen María, que en su vida nunca dejó de confiar en Dios, despierte en nosotros la necesidad vital de encomendarnos a Él cada día.

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

¡Queridos hermanos y hermanas!

Uno mi voz a la de los obispos de Myanmar, que la semana pasada lanzaron un llamamiento llamando la atención del mundo entero sobre la desgarradora experiencia de miles de personas que en ese país están desplazados y están muriendo de hambre: «Nosotros suplicamos con toda la gentileza permitir pasillos humanitarios» y que «iglesias, pagodas, monasterios, mezquitas, templos, como también escuelas y hospitales» sean respetados como lugares neutrales de refugio. ¡El Corazón de Cristo toque los corazones de todos llevando paz a Myanmar!

Hoy se celebra la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas, sobre el tema “Juntos podemos hacer la diferencia”. Abramos nuestro corazón a los refugiados; hagamos nuestras sus tristezas y sus alegrías; ¡aprendamos de su valiente resiliencia! Y así, todos juntos, haremos crecer una comunidad más humana, una única gran familia.

Dirijo una cordial bienvenida a todos vosotros, procedentes de Roma, de Italia y de otros países. Veo peruanos, polacos… y otros países allí… En particular, saludo a la Asociación Guías y Scout Católicos Italianos; la delegación de madres profesoras en las escuelas italianas, los jóvenes del Centro Padre Nuestro de Palermo, fundado por el beato don Puglisi; los jóvenes de Tremignon y Vaccarino, y los fieles de Niscemi, Bari, Anzio y Villa de Briano.

Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad