Papa Francisco en el Ángelus, 26-12-2020: «Como San Esteban, ser testigos de Jesús perdonando y rezando por quien ofende, transformando el mal en bien todos los días»

* «El Señor quiere que hagamos de la vida una obra extraordinaria a través de los gestos comunes, los gestos de todos los días. En el lugar donde vivimos, en familia, en el trabajo, en todas partes, estamos llamados a ser testigos de Jesús, aunque solo sea regalando la luz de una sonrisa, luz que no es nuestra: es de Jesús, e incluso solo huyendo de las sombras de las habladurías y los chismes. Y, si vemos algo que no va bien, en lugar de criticar, chismorrear y quejarnos, recemos por quienes se equivocaron y por esa difícil situación. Y cuando surja una discusión en casa, en lugar de intentar prevalecer, intentemos resolver»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Recemos hoy por los que sufren persecución por el nombre de Jesús. Lamentablemente son muchos. Más que en los primeros tiempos de la Iglesia. Encomendemos a la Virgen María estos hermanos y hermanas nuestros, que responden a la opresión con mansedumbre y, como verdaderos testigos de Jesús, vencen el mal con el bien… Que el clima de alegría navideña, que hoy se prolonga y aún nos llena el corazón, despierte en todos el deseo de contemplar a Jesús en el pesebre, para luego servirlo y amarlo en las personas que nos rodean»

26 de diciembre de 2020.- (Camino Católico) “Los gestos de amor cambian la historia, si vemos algo que no va bien, en lugar de criticar, chismorrear y quejarnos, recemos por quienes se equivocaron y por esa difícil situación. Sigamos el ejemplo de San Esteban”. Es la invitación del Papa Francisco antes de rezar el Ángelus de este mediodía, en el cual el Pontífice ha mostrado la figura de San Esteban, a quien la Iglesia Católica celebra hoy, para invitarnos a seguir su ejemplo valiente de responder al mal con el bien.

Mostrando este ejemplo, Francisco hoy invita a ser testigos de Cristo y nos dice la clave para serlo: “Imitando a Jesús”. Al igual que San Esteban, que se hizo diácono, es decir, servidor, y sirvió a los pobres en las mesas, tratando de imitar al Señor todos los días y lo hizo hasta el final. El Papa después se ha detenido en una serie de preguntas para hacernos reflexionar: ¿hacen falta realmente estos testimonios de bondad cuando en el mundo se propaga la maldad? ¿Para qué sirve rezar y perdonar? ¿Solo para dar un buen ejemplo?

La respuesta del Pontífice es clara: “No, es mucho más”. El Papa ha recordado la Palabra del día para responder a estas preguntas: “Entre aquellos por los que Esteban rezaba y a los que perdonaban había, dice el texto, «un joven, llamado Saulo» que «aprobaba su muerte». Poco después, por la gracia de Dios, Saulo se convierte y deviene Pablo, el más grande misionero de la historia. Pablo nace por la gracia de Dios, pero a través del perdón de Esteban. Esta es la semilla de su conversión”. “Es una prueba – puntualiza – de que los gestos de amor cambian la historia: incluso los pequeños, ocultos, cotidianos. Porque Dios guía la historia a través del humilde valor de quien reza, ama y perdona”.

Este ejemplo de la conversión de Saulo en Pablo es válido también para nosotros. Francisco explica hoy que el Señor “quiere que hagamos de la vida una obra extraordinaria a través de los gestos de todos los días”. Además, recuerda que estamos llamados a ser testigos de Jesús “en el lugar donde vivimos, en familia, en el trabajo, en todas partes”, pero ¿cómo? “aunque solo sea regalando la luz de una sonrisa y huyendo de las sombras de las habladurías y los chismes” dice el Papa y subraya: “si vemos algo que no va bien, en lugar de criticar, chismorrear y quejarnos, recemos por quienes se equivocaron y por esa difícil situación. Y cuando surja una discusión en casa, en lugar de intentar prevalecer, intentemos resolver; y empezar de nuevo cada vez, perdonando a los que nos han ofendido”.

Por último, destaca su invitación a rezar hoy por los que sufren persecución por el nombre de Jesús: “Lamentablemente son muchos. Encomendamos a la Virgen María estos hermanos y hermanas nuestros, que responden a la opresión con mansedumbre y, como verdaderos testigos de Jesús, vencen el mal con el bien”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ayer el Evangelio hablaba de Jesús como «luz verdadera» que viene al mundo, luz que «brilla en las tinieblas» y que «las tinieblas no la vencieron» (Jn 1,9.5). Hoy vemos al testigo de Jesús, san Esteban, que brilla en las tinieblas. Los testigos brillan con la luz de Jesús, no tienen luz propia. La Iglesia tampoco tiene luz propia; por eso los antiguos padres llamaron a la Iglesia “el misterio de la luna”. Al igual que la luna no tiene luz propia, los testigos no tienen luz propia, son capaces de tomar la luz de Jesús y reflejarla. Esteban es acusado falsamente y lapidado brutalmente, pero en las tinieblas del odio, en el tormento de la lapidación,  hace brillar la luz de Jesús: reza por los que le están matando y los perdona, como Jesús en la cruz. Es el primer mártir, es decir, el primer testigo, el primero de una gran multitud de hermanos y hermanas que, hasta hoy, siguen llevando luz a las tinieblas: personas que responden al mal con el bien, que no ceden a la violencia y la mentira, sino que rompen la espiral del odio con la mansedumbre del amor. Estos testigos iluminan el alba de Dios en las noches del mundo.

Pero, ¿cómo se convierte uno en testigo? Imitando a Jesús, tomando luz de Jesús. Este es el camino para todo cristiano: imitar a Jesús, tomar la luz de Jesús. San Esteban nos da el ejemplo: Jesús había venido para servir y no para ser servido (cf. Mc 10,45), y él vive para servir y no para ser servido, y viene para servir: Esteban fue elegido diácono, se hace diácono, es decir, servidor, y sirve a los pobres en las mesas (cf. Hch 6,2). Trata de imitar al Señor todos los días y lo hace hasta el final: al igual que Jesús es capturado, condenado y asesinado fuera de la ciudad y, como Jesús, reza y perdona. Dice mientras le apedreaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado » (7,60). Esteban es testigo porque imita a Jesús.

Sin embargo, podría surgir una pregunta: ¿hacen falta realmente estos testimonios de bondad cuando en el mundo se propaga la maldad? ¿Para qué sirve rezar y perdonar? ¿Solo para dar un buen ejemplo? ¿Para qué sirve esto? No, es mucho más. Lo descubrimos por un detalle. Entre aquellos por los que Esteban rezaba y a los que perdonaban había, dice el texto, «un joven, llamado Saulo» (v. 58), que «aprobaba su muerte» (8,1). Poco después, por la gracia de Dios, Saulo se convierte, recibe la luz de Jesús, la acepta, se convierte y deviene Pablo, el más grande misionero de la historia. Pablo nace precisamente por la gracia de Dios, pero a través del perdón de Esteban, a través del testimonio de Esteban. Esta es la semilla de su conversión. Es una prueba de que los gestos de amor cambian la historia: incluso los pequeños, ocultos, cotidianos. Porque Dios guía la historia a través del humilde valor de quien reza, ama y perdona. Muchos santos ocultos, los santos de la puerta de al lado, testigos ocultos de vida, cambian la historia con pequeños gestos de amor.

Ser testigos de Jesús es válido también para nosotros. El Señor quiere que hagamos de la vida una obra extraordinaria a través de los gestos comunes, los gestos de todos los días. En el lugar donde vivimos, en familia, en el trabajo, en todas partes, estamos llamados a ser testigos de Jesús, aunque solo sea regalando la luz de una sonrisa, luz que no es nuestra: es de Jesús, e incluso solo huyendo de las sombras de las habladurías y los chismes. Y, si vemos algo que no va bien, en lugar de criticar, chismorrear y quejarnos, recemos por quienes se equivocaron y por esa difícil situación. Y cuando surja una discusión en casa, en lugar de intentar prevalecer, intentemos resolver; y empezar de nuevo cada vez, perdonando a quien ofende. Pequeñas cosas, pero cambian la historia, porque abren la puerta, abren la ventana a la luz de Jesús. San Esteban, mientras recibía las piedras del odio, devolvía palabras de perdón. Así cambió la historia. También nosotros podemos transformar el mal en bien todos los días, como sugiere un hermoso proverbio que dice: «Haz como la palmera, le tiran piedras y deja caer dátiles».

Recemos hoy por los que sufren persecución por el nombre de Jesús. Lamentablemente son muchos. Más que en los primeros tiempos de la Iglesia. Encomendemos a la Virgen María estos hermanos y hermanas nuestros, que responden a la opresión con mansedumbre y, como verdaderos testigos de Jesús, vencen el mal con el bien.

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo a todos vosotros, familias, grupos y fieles que seguís este momento de oración a través de los medios de comunicación social. Tenemos que hacerlo así, para evitar que la gente venga a la Plaza. Y de este modo colaborar con las disposiciones que han dado las Autoridades, para ayudarnos a todos a huir de esta pandemia.

Que el clima de alegría navideña, que hoy se prolonga y aún nos llena el corazón, despierte en todos el deseo de contemplar a Jesús en el pesebre, para luego servirlo y amarlo en las personas que nos rodean. En estos días he recibido felicitaciones de Roma y de otras partes del mundo. Es imposible responder a cada uno, pero aprovecho y expreso ahora mi gratitud, sobre todo por el don de la oración, que hacéis por mí y que correspondo de buen grado.

Feliz día de San Esteban. Por favor seguid rezando por mí.

¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco


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