Papa Francisco en el Ángelus, 9-2-2020: «Ser sal y luz llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor de Dios»

* «Es «sal» el discípulo que no busca el consenso y la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir. Y de esta actitud hay tanta necesidad!… La luz disipa la oscuridad y permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero ellas aún permanecen en el mundo y en las personas individuales. Es tarea del cristiano dispersarlas haciendo resplandecer la luz de Cristo en medio de nosotros y proclamando su Evangelio. Se trata de una irradiación que puede también derivar de nuestras palabras, pero que debe surgir sobre todo de nuestras ‘buenas obras’. Un discípulo y una comunidad cristiana son luz en el mundo cuando dirigen a los demás hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Siguen llegando dolorosas noticias del noroeste de Siria, en particular sobre la difícil situación de tantas mujeres y niños, de personas obligadas a huir debido a la escalada militar. Renuevo mi apremiante llamamiento a la comunidad internacional y a todos los interesados para que utilicen los instrumentos diplomáticos del diálogo y las negociaciones, en conformidad con el derecho internacional humanitario, para salvaguardar la vida y la suerte de los civiles. Recemos por esta amada y martirizada Siria»

9 de febrero de 2020.- (Camino Católico).–  «Ante la violencia, la injusticia y la opresión, el cristiano no puede encerrarse en sí mismo ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; tampoco la Iglesia puede encerrarse en sí misma, no puede abandonar su misión de evangelización y servicio». El Papa a la hora del Ángelus dominical, comenta el Evangelio del día, y explica el lenguaje simbólico que utiliza Jesucristo para dar a quienes pretenden seguirlo, algunos criterios para vivir Su presencia y dar testimonio de Él en el mundo.

Las imágenes sobre las que se detiene el Pontífice son las de la sal y la de la luz: Ustedes son la sal de la tierra, dice Jesús, ustedes son la luz del mundo (cf. Vv. 13.14). El Santo Padre comenta la primera: la sal: “La sal es el elemento que da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas”.

Se trata, afirma Francisco, “de resistir a la degradación moral, al pecado, testimoniando los valores de la honestidad y la fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, el poder y la riqueza”. Es “sal”, explica, “el discípulo que, a pesar de los fracasos diarios – que todos tenemos – se levanta del polvo de sus propios errores, recomenzando con coraje y paciencia cada día, a buscar el diálogo y el encuentro con los demás”. Y es “sal”, “el discípulo que no busca el consenso y la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir”. “¡Y de esta actitud tenemos tanta necesidad!”

La segunda imagen que Jesús propone a sus discípulos, y sobre la que profundiza el Pontífice, es la de la luz: “La luz disipa la oscuridad y permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero ellas aún permanecen en el mundo y en las personas individuales”. Es tarea del cristiano – dice el Santo Padre – dispersarlas haciendo resplandecer la luz de Cristo y anunciando su Evangelio. Y, en este caso, “se trata de una irradiación que puede también derivar de nuestras palabras, pero que debe surgir sobre todo de nuestras ‘buenas obras’”.

El Santo Padre precisa que “un discípulo y una comunidad cristiana son la luz del mundo cuando dirigen a otros hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia”. Porque “el discípulo de Jesús es luz, cuando sabe cómo vivir su fe fuera de los espacios pequeños, cuando ayuda a eliminar los prejuicios, a eliminar las calumnias y hace entrar la luz de la verdad en las situaciones viciadas por la hipocresía y la mentira”. «Hacer luz», remarca el Papa, una luz que «no es mia», sino «la de Jesús»: porque «nosotros somos instrumentos para que la luz de Jesús llegue a todos».

E incluso si en el mundo hay “condiciones de conflicto y de pecado”, Francisco recuerda que Jesús “nos invita a no tener miedo” de vivir en él. La Iglesia, subraya aún el Santo Padre, “se prodiga generosa y tiernamente por los pequeños y los pobres: esto no es el espíritu del mundo, ¡es su luz y su sal!» La Iglesia, añade, «escucha el grito de los últimos y los excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina llamada a prolongar en la historia la presencia salvífica de Jesucristo”. “Que la Virgen Santa – reza al concluir su meditación – nos ayude a ser sal y luz en medio de la gente, llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor de Dios”.

Después de rezar el Ángelus, el Romano Pontífice alza su voz por Siria renovando su apremiante llamamiento a la comunidad internacional y a las partes involucradas para que “utilicen los instrumentos diplomáticos del diálogo y las negociaciones”, para “salvaguardar la vida y la suerte de los civiles”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy (cf. Mt 5,13-16), Jesús dice a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. […]. Vosotros sois la luz del mundo» (vv. 13.14). Utiliza un lenguaje simbólico no tanto para dar una definición del discípulo, sino para indicar a aquellos que pretenden seguirlo algunos criterios para vivir  su misión en el mundo.

Primera imagen: la sal. La sal es el elemento que da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas. Se trata de resistir al pecado, a la degradación moral, testimoniando los valores de la honestidad y la fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, del poder y la riqueza. Es «sal» el discípulo que, a pesar de los fracasos diarios, que todos nosotros tenemos, se levanta del polvo de sus propios errores, recomenzando con coraje y paciencia, cada día, buscando el diálogo y el encuentro con los demás. Es «sal» el discípulo que no busca el consenso y la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir. Y de esta actitud hay tanta necesidad!

La segunda imagen que Jesús propone a sus discípulos es la de la luz: «Vosotros sois la luz del mundo». La luz disipa la oscuridad y permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero ellas aún permanecen en el mundo y en las personas individuales. Es tarea del cristiano dispersarlas haciendo resplandecer la luz de Cristo en medio de nosotros y proclamando su Evangelio. Se trata de una irradiación que puede también derivar de nuestras palabras, pero que debe surgir sobre todo de nuestras ‘buenas obras’ (v. 16). Un discípulo y una comunidad cristiana son luz en el mundo cuando dirigen a los demás hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia. El discípulo de Jesús es luz cuando cuando sabe cómo vivir su fe fuera de los espacios pequeños, cuando ayuda a eliminar los prejuicios, a eliminar las calumnias y hace entrar la luz de la verdad en las situaciones viciadas por la hipocresía y la mentira. Hacer luz, pero no es mi luz, es  la luz de Jesús, nosotros somos instrumentos para que  la luz de Jesús llegue a todos.

Jesús nos invita a no tener miedo de vivir en el mundo, incluso si a veces hay condiciones de conflicto y pecado. Ante la violencia, la injusticia y la opresión, el cristiano no puede encerrarse en sí mismo ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; tampoco la Iglesia puede encerrarse en sí misma, no puede abandonar su misión de evangelización y servicio. Jesús en la Última cena pide al Padre que no saque a los discípulos del mundo, que los deje allí, en el mundo, pero que los proteja del espíritu del mundo.  La Iglesia se prodiga generosa y tiernamente por los pequeños y los pobres: esto no es el espíritu del mundo, ¡es su luz y su sal! La Iglesia escucha el grito de los últimos y los excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina llamada a prolongar en la historia la presencia salvífica de Jesucristo.

Que la Santísima Virgen nos ayude a ser sal y luz en medio de la gente, llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor de Dios.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, en la memoria litúrgica de Santa Josefina Bakhita, se celebró la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas. Para curar esta plaga, – ¡porque es una verdadera plaga! – que explota a los más débiles, es necesario el compromiso de todos: instituciones, asociaciones y organismos educativos. En el frente de la prevención, quiero señalar cómo diversas investigaciones muestran que las organizaciones criminales están utilizando cada vez más los medios de comunicación modernos para atraer a las víctimas con el engaño. Por lo tanto, es necesario, por un lado, educar sobre el uso saludable de los medios tecnológicos, y por otro, vigilar y recordar a los proveedores de estos servicios telemáticos a sus responsabilidades.

Siguen llegando dolorosas noticias del noroeste de Siria, en particular sobre la difícil situación de tantas mujeres y niños, de personas obligadas a huir debido a la escalada militar. Renuevo mi apremiante llamamiento a la comunidad internacional y a todos los interesados para que utilicen los instrumentos diplomáticos del diálogo y las negociaciones, en conformidad con el derecho internacional humanitario, para salvaguardar la vida y la suerte de los civiles. Recemos por esta amada y martirizada Siria: Dios te salve María…

Os saludo a todos, provenientes de Italia y otros países, especialmente a los peregrinos de Sevilla, Carmona y Cádiz.

Saludo a los fieles de Milán, Nápoles-Fuorigrotta, Portici y Crispano; a los jóvenes de la Confirmación de Rosolina y los de Prato; a los participantes en el Simposio Internacional promovido por la Acción Católica sobre el tema «Pedagogía de la santidad».

Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco


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