Papa Francisco en el Ángelus: «Abolir la pena de muerte y ninguna ejecución en el Año de la Misericordia»

* «El Jubileo extraordinario de la Misericordia es una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de toda persona. También el criminal mantiene el inviolable derecho a la vida, don de Dios. Me apelo a la conciencia de los gobernantes, para que se alcance un consenso internacional para la abolición de la pena de muerte»

21 de febrero de 2016.- (13 TV / Radio Vaticano Camino CatólicoEncontrándose con miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro este segundo domingo de Cuaresma para rezar el Ángelus, el Papa Francisco se refirió al Evangelio de la Transfiguración de Jesús. “El viaje apostólico que cumplí hace unos días a México fue una experiencia de transfiguración”, reflexionó el Pontífice. “El Señor nos ha mostrado la luz de su gloria a través del cuerpo de su Iglesia, de su Pueblo santo que vive en aquella tierra”. “Un cuerpo herido tantas veces, un Pueblo tantas veces oprimido, despreciado, violado en su dignidad. En efecto, los diversos encuentros vividos en México han sido encuentros llenos de luz: la luz de la fe que transfigura los rostros y aclara el camino”,  puntualizó el Papa, quien agradeció al Señor y a la Virgen de Guadalupe “por el don de esta peregrinación”. F

rancisco también pidió dar gracias a la Santísima Trinidad por el encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscú y de todas la Rusias. “También este evento es una luz profética de Resurrección, de la que hoy en día el mundo tiene más que nunca necesidad”, concluyó.

Después del rezo a la Madre de Dios, del segundo Domingo de Cuaresma, el Papa Francisco reiteró su anhelo de que se impulse la abolición de la pena de muerte. En la víspera de un encuentro internacional sobre este tema, en la capital italiana, el Obispo de Roma dirigió un llamamiento a las conciencias de los gobernantes, en especial a los católicos, en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. En el vídeo superior se escucha y visualiza la meditación del Santo Padre traducida al español y las palabras posteriores al rezo de la oración mariana, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

El segundo domingo de Cuaresma nos presenta El Evangelio de la Transfiguración de Jesús.

El viaje apostólico que cumplí hace unos días a México fue una experiencia de transfiguración.

¿Por qué? Porque el Señor nos ha mostrado la luz de su gloria a través del cuerpo de su Iglesia, de su Pueblo santo que vive en aquella tierra. Un cuerpo tantas veces herido, un Pueblo tantas veces oprimido, despreciado, violado en su dignidad. En efecto, los diversos encuentros vividos en México han sido encuentros llenos de luz: la luz de la fe que transfigura los rostros y aclara el camino.

El “baricentro” espiritual de mi peregrinación ha sido el Santuario de la Virgen de Guadalupe. Permanecer en silencio ante la imagen de la Madre era aquello que me propuse ante todo.  Y agradezco a Dios que me lo haya concedido. He contemplado, y me he dejado mirar por Aquella que lleva impresos en sus ojos las miradas de todos sus hijos, y recoge los  dolores por las violencias, los secuestros, los asesinatos, los abusos en perjuicio de tanta gente pobre, de tantas mujeres. Guadalupe es el Santuario mariano más visitado del mundo. De toda América van a rezar allí donde la Virgen Morenita se mostró al indio san Juan Diego, dando comienzo a la evangelización del continente y a su nueva civilización, fruto del encuentro entre diversas culturas.

Y esta es precisamente la herencia que el Señor ha entregado a México: custodiar la riqueza de las diversidades y, al mismo tiempo, manifestar la armonía de la fe común, una fe inquieta y robusta, acompañada por una gran carga de vitalidad y de humanidad. Como mis Predecesores, también yo he ido a confirmar la fe del pueblo mexicano, pero al mismo tiempo a ser confirmado; he recogido a manos llenas este don para que sea en beneficio de la Iglesia universal.

Un ejemplo luminoso de lo que estoy diciendo es dado por las familias: las familias mexicanas me han acogido con alegría como mensajero de Cristo, Pastor de la Iglesia; pero a su vez me han donado testimonios límpidos y fuertes, testimonios de fe vivida, de fe que transfigura la vida, y esto para la edificación de todas las familias cristianas del mundo. Y lo mismo se puede decir de los jóvenes, de los consagrados, de los sacerdotes, de los trabajadores, de los carcerados.

Por esto doy gracias al Señor y a la Virgen de Guadalupe por el don de esta peregrinación. Además, agradezco al Presidente de México y a las demás Autoridades civiles por la afectuosa acogida; agradezco vivamente a mis hermanos en el Episcopado, y a todas las personas que han colaborado en tantas maneras.

Elevemos una alabanza especial a la Santísima Trinidad por haber querido que, en esta ocasión, se realizase en Cuba el encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscú y de todas la Rusias, el querido hermano Kiril; un encuentro tan deseado también por mis Predecesores. Este evento es  asimismo una luz profética de Resurrección, de la que hoy en día el mundo tiene más que nunca necesidad. Que la Santa Madre de Dios continúe a guiarnos en el camino de la unidad. Recemos a la Virgen de Kazan, de la que el Patriarca Kiril me ha regalado un ícono.

(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Mañana tendrá lugar en Roma un encuentro internacional sobre el tema: ‘Por un mundo sin la pena de muerte’ promovido por la Comunidad de San Egidio. Deseo que el simposio pueda dar un renovado impulso al compromiso en favor de la abolición de la pena capital. Es un signo de esperanza ver que se desarrolla y difunde cada vez más en la opinión pública  una posición contraria a la pena de muerte, también como instrumento de legítima defensa social. En efecto, las sociedades modernas tienen la posibilidad de reprimir eficazmente el crimen, sin quitarle definitivamente a aquel que lo ha cometido la posibilidad de redimirse. El problema se debe enfocar en la perspectiva de una justicia penal, que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio de Dios sobre el hombre y sobre la sociedad. El mandamiento ‘no matarás’ tiene valor absoluto y se refiere tanto al inocente como al culpable.

El Jubileo extraordinario de la Misericordia es una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de toda persona. También el criminal mantiene el inviolable derecho a la vida, don de Dios. Me apelo a la conciencia de los gobernantes, para que se alcance un consenso internacional para la abolición de la pena de muerte. Y propongo a cuantos entre ellos son católicos que cumplan un gesto valiente y ejemplar: que no se ejecute ninguna condena a la pena de muerte en este Año Santo de la Misericordia.

Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados hoy a obrar no solo en favor de la abolición de la pena de muerte, sino también con el fin de mejorar las condiciones de reclusión, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de la libertad.

Dirijo un cordial saludo a las familias, a los grupos parroquiales a las asociaciones y a todos los numerosos peregrinos de Roma, de Italia y de otros países. Saludo a los fieles provenientes de Sevilla, Cádiz y Ceuta,  y a los de Trieste, Corato y Torino.

Un pensamiento particular dirijo a la comunidad Papa Juan XXIII, fundada por el Siervo de Dios Don Oreste Benzi, que ha promovido para  el próximo viernes por las calles del centro de Roma, un ‘Vía crucis’ de solidaridad y de oración por las mujeres víctimas de la trata de personas

La Cuaresma es un tiempo propicio para cumplir un camino de conversión que tiene como centro la misericordia. Por lo tanto, hoy, he pensado regalarles a ustedes que están aquí en la plaza una ‘medicina espiritual’ llamada Misericordina. Ya lo hicimos una vez, pero ésta es de mejor calidad: es la Misericordina plus. Una cajita que contiene un Rosario y una imagen de Jesús Misericordioso. Ahora la van a distribuir los voluntarios, entre los cuales hay pobres, sin techo, prófugos y también religiosos. Reciban este don como una ayuda espiritual para difundir, en especial en este Año de la Misericordia, el amor, el perdón y la fraternidad.

Deseo a todos un feliz domingo y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Una buena comida y hasta pronto!

Francisco

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