Papa Francisco en el Ángelus: «Cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios”

“Nombraré a 16 nuevos cardenales… Junto a ellos, uniré a los miembros del Colegio cardenalicio a tres arzobispos eméritos que se han distinguido por su servicio, entre ellos Mons. Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo emérito de Pamplona”

13 de enero de 2014.-(13 TV Radio Vaticano Camino Católico) Ayer domingo, 12 de enero, miles de peregrinos llegaron a la Plaza de San Pedro de Roma para escuchar al Papa Francisco durante la hora de la oración mariana del Ángelus Domini festividad del Bautismo del Señor.

El Santo Padre ha agradecido a los presentes “por cada vida nueva, cada niño que nace es un don de alegría y esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios”, dijo el Papa introduciendo el rezo a la Madre de Dios.

Diecinueve nuevos cardenales, entre los cuales tres arzobispos eméritos que se distinguieron por su servicio a la Santa Sede y a la Iglesia, serán creados por el Papa durante el Consistorio que tendrá lugar el próximo 22 de febrero. Los nombres de los nuevos cardenales fueron anunciados por el Papa Francisco después de la oración del Ángelus. En el vídeo se visualiza y escucha toda la meditación, las oración del Ángelus y la comunicación de los nombramientos de los Cardenales creados por el Papa. El texto completo de la meditación del Santo Padre es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy es la fiesta del Bautismo del Señor, y esta mañana he bautizado a treinta y dos recién nacidos. Agradezco con ustedes al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. ¡A mí me gusta bautizar niños, me gusta tanto! Cada niño que nace es un don de alegría y esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios.

La página del Evangelio de hoy subraya que cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, “se abrieron para Él los cielos” (Mt 3,16). Esto realiza las profecías. De hecho, hay un invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: “ ¡Si tú abrieras el cielo y descendieras!” (Is 63,19). Si los cielos quedan cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe, una vez más, nos ha dado la certeza de que los cielos se han abierto con la venida de Jesús. Y en el día del Bautismo de Cristo todavía contemplamos los cielos abiertos. La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el comienzo del gran tiempo de la misericordia, después que el pecado había cerrado los cielos, elevando como una barrera entre el ser humano y su Creador. ¡Con el nacimiento de Jesús los cielos se abren! Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde cuando el Verbo es hizo carne es pues posible ver los cielos abiertos.

Ha sido posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para San Esteban, el primer mártir, que exclamó: “¡Contemplo los cielos abiertos!” (At 7,56). Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el Bautismo, por medio del Espíritu Santo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Este el gran tiempo de la misericordia! ¡No lo olvidemos! ¡Este el gran tiempo de la misericordia!

Cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizando con el pueblo penitente – Él sin pecado y sin necesidad de conversión – Dios Padre hizo sentir su voz en el cielo: “¡Éste es mi Hijo amado en quien me complazco! (v 17). Jesús recibe la aprobación del Padre celeste, que ha lo enviado justamente para que acepte compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el verdadero modo de amar. Jesús no se separa de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Y así nos hace hijos, junto con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del verdadero amor. Y este es el gran tiempo de la misericordia.
¿No les parece que en nuestro tiempo haya necesidad de un suplemento de comunión fraterna y de amor? ¿No les parece que todos tenemos necesidad de un suplemento de caridad? No aquella que se conforma de la ayuda improvisada que no involucra, no pone en juego, sino de aquella caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano. ¡Cuál sabor adquiere la vida, cuando se deja inundar por el amor de Dios!

Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso de seguir a Cristo en la vía de la fe y de la caridad, la vía trazada por nuestro Bautismo.

 (A continuación el Santo Padre rezó la oración del ángelus y después dijo:)

Dirijo a todos ustedes mi saludo cordial, en particular a las familias y a los fieles venidos de diversas parroquias de Italia y de otros países, como también a las asociaciones y a los varios grupos.

Hoy querría dirigir un pensamiento especial a los padres que han llevado a sus hijos al Bautismo y a los que están preparando el Bautismo de uno de sus hijos. Me uno a la alegría de estas familias, agradezco con ellos al Señor, y rezo para que el Bautismo de los niños, ayude a los mismos padres a redescubrir la belleza de la fe y a volver en modo nuevo a los Sacramentos y a la comunidad.

Como ya fue anunciado el próximo 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de San Pedro, tendré la alegría de tener un Consistorio, durante el cual nombraré a 16 nuevos cardenales, que —pertenecientes a 12 naciones de todas las partes del mundo— representan la profunda relación eclesial entre la Iglesia de Roma y las demás Iglesias diseminadas por el mundo.

Al día siguiente presidiré una solemne concelebración con los nuevos cardenales, mientras que el 20 y el 21 de febrero tendré un Consistorio con todos los cardenales para reflexionar sobre el tema de la familia.

He aquí el nombre de los nuevos cardenales:

1. Mons. Pietro Parolin, arzobispo titular de Acquapendente, secretario de Estado.

2. Mons. Lorenzo Baldisseri, arzobispo titular de Diocleziana, secretario general del Sínodo de los obispos.

3. Mons. Gerhard Ludwig Müller, arzobispo-obispo emérito de Ratisbona, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe.

4. Mons. Beniamino Stella, arzobispo titular de Midila, prefecto de la Congregación para el clero.

5. Mons. Vincent Gerard Nichols, arzobispo de Westminster (Gran Bretaña).

6. Mons. Leopoldo José Brenes Solórzano, arzobispo de Managua (Nicaragua).

7. Mons. Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo de Quebec (Canadá).

8. Mons. Jean-Pierre Kutwa, arzobispo de Abiyán (Costa de Marfil).

9. Mons. Orani João Tempesta, o.cist., arzobispo de Río de Janeiro (Brasil).

10. Mons. Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia-Città della Pieve (Italia).

11. Mons. Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires (Argentina).

12. Mons. Andrew Yeom Soo jung, arzobispo de Seúl (Corea).

13. Mons. Ricardo Ezzati Andrello, s.d.b., arzobispo de Santiago de Chile (Chile).

14. Mons. Philippe Nakellentuba Ouédraogo, arzobispo de Uagadugu (Burkina Faso).

15. Mons. Orlando B. Quevedo, o.m.i., arzobispo de Cotabato (Filipinas).

16.Mons. Chibly Langlois, obispo de Les Cayes (Haití).

Junto a ellos, uniré a los miembros del Colegio cardenalicio a tres arzobispos eméritos que se han distinguido por su servicio a la Santa Sede y a la Iglesia:

Mons. Loris Francesco Capovilla, arzobispo titular de Mesembria;

Mons. Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo emérito de Pamplona;

Mons. Kelvin Edward Felix, arzobispo emérito de Castries, Antillas.

Recemos por los nuevos cardenales, a fin de que revestidos de las virtudes y los sentimientos del Señor Jesús, Buen Pastor, puedan ayudar más eficazmente al Obispo de Roma en su servicio a la Iglesia universal.

Papa Francisco

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