Papa Francisco en el Ángelus: «En la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos el signo del amor infinito de Dios y la raíz de nuestra salvación»

«Mientras contemplamos y celebramos la Santa Cruz, pensemos con conmoción en tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo. Esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa no está aún garantizada o plenamente realizada. También sucede en países y ambientes que en principio tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde, concretamente, los creyentes y, de modo especial los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones»

14 de septiembre de 2014.- (13 TV Radio Vaticano Camino CatólicoA la hora del Ángelus dominical en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Papa recordó a los miles de fieles y peregrinos que se habían dado cita en la soleada Plaza de San Pedro que nosotros no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces; sino que exaltamos la Cruz de Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la humanidad, tal como nos lo recuerda el Evangelio de Juan en la liturgia del día. 

Por esta razón dijo Francisco, nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz. De ahí que el Obispo de Roma haya invitado – mientras contemplamos y celebramos la santa Cruz – a pensar con conmoción en tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo. Y añadió que esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa no está aún garantizada o plenamente realizada; así como también en países y ambientes que, en principio, tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde concretamente los creyentes, y de modo especial los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones. . En el vídeo se escucha y visualiza la meditación completa del Santo Padre, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

El 14 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Alguna persona no cristiana podría preguntarnos: ¿por qué “exaltar” la cruz? Podemos responder que nosotros no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces: exaltamos la Cruz de Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la humanidad. 

Es esto lo que nos recuerda el Evangelio de Juan en la liturgia del día: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito” (3, 16). El Padre ha “dado” al Hijo para salvarnos, y esto ha comportado la muerte de Jesús, y la muerte en la cruz. ¿Por qué? ¿Por qué ha sido necesaria la Cruz? 

A causa de la gravedad del mal que nos tenía esclavos. La Cruz de Jesús expresa ambas cosas: toda la fuerza negativa del mal, y toda la mansa omnipotencia de la misericordia de Dios. La Cruz parece decretar el fracaso de Jesús, pero en realidad, marca su victoria. En el Calvario, los que se burlaban de Él le decían: “Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz” (Cfr. Mt 27, 40). Pero era verdad lo contrario: precisamente porque era el Hijo de Dios Jesús estaba allí, en la cruz, fiel hasta el fin al designio del amor del Padre. Y precisamente por esto Dios ha “exaltado” a Jesús (Fil 2,9), confiriéndole una realeza universal.

Y cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De aquella Cruz brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Por medio de la Cruz de Cristo el maligno ha sido vencido, la muerte es derrotada, se nos ha dado la vida y se nos ha devuelto la esperanza. ¡Eh! Esto es importante. Por medio de la Cruz de Cristo se nos ha devuelto la esperanza. 

¡La Cruz de Jesús es nuestra única y verdadera esperanza! He aquí porqué la Iglesia “exalta” la Santa Cruz, y he aquí porqué nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz. Es decir, nosotros no exaltamos las cruces, sino “la” Cruz gloriosa de Jesús, signo del amor inmenso de Dios. Signo de nuestra salvación, y camino hacia la Resurrección. Y ésta es nuestra esperanza. 

Mientras contemplamos y celebramos la Santa Cruz, pensemos con conmoción en tantos hermanos y hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo. Esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa no está aún garantizada o plenamente realizada.

También sucede en países y ambientes que en principio tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde, concretamente, los creyentes y, de modo especial los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones. 

Por eso hoy los recordamos y rezamos de modo especial por ellos. En el Calvario, a los pies de la cruz, estaba la Virgen María (Cfr. Jn 19, 25-27). Es la Virgen Dolorosa, que mañana celebraremos en la liturgia. A Ella encomiendo el presente y el futuro de la Iglesia, para que todos sepamos descubrir y acoger siempre el mensaje de amor y de salvación de la Cruz de Jesús. Le encomiendo de modo particular a las parejas de esposos que he tenido la alegría de unir en matrimonio esta mañana en la Basílica de San Pedro.

 (Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

Mañana, en la República Centro Africana, oficialmente se dará inicio a la Misión anhelada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para buscar la pacificación de este país y proteger a la población civil, que está sufriendo gravemente las consecuencias de los conflictos en curso. 

Mientras les aseguro el compromiso y la oración de la Iglesia católica, animo el esfuerzo de la Comunidad Internacional, que sale en ayuda de los Centroafricanos de buena voluntad. Que lo antes posible la violencia ceda el paso al diálogo; que los despliegues opuestos dejen de lado los intereses particulares y se preocupen para que cada ciudadano, perteneciente a cualquier etnia y religión, pueda colaborar para la edificación del bien común. ¡Que el Señor acompañe este trabajo por la paz!

Ayer fui a Redipuglia (Italia), al cementerio austro-húngaro y al cementerio monumental militar, allí oré por los muertos a causa de la gran guerra, los números son aterradores, se habla de alrededor de ocho millones de jóvenes soldados caídos y de casi siete millones de civiles. Esto nos hace entender que la guerra es una locura, una locura de la cual la humanidad todavía no ha aprendido la lección, porque después de esa, hubo otra segunda guerra mundial, y tantas otras que hoy aún están en curso. Pero, ¿cuándo aprenderemos, cuándo aprenderemos nosotros esta lección? Invito a todos a mirar a Jesús crucificado para entender que el odio y el mal son derrotados con el perdón y el bien, para comprender que la respuesta de la guerra aumenta sólo el mal y la muerte.

Y ahora los saludo cordialmente a todos ustedes, fieles romanos y peregrinos procedentes de Italia y de diversos países. Saludo en especial a “Los amigos de Santa Teresita y de Madre Elisabeth” de Colombia; a los fieles de Sotto il Monte Giovanni XXIII, Messina, Génova, Collegno y Spoleto, y al coro juvenil de Trebaseleghe (Padua). Saludo a los representantes de los trabajadores del Grupo IDI y a los seguidores del Movimiento Arcoíris Santa María Dolorosa.

Les pido por favor que recen por mí. A todos les deseo buen domingo y buen almuerzo. ¡Hasta pronto!

Papa Francisco

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