Papa Francisco en el Ángelus: «La vida consagrada es un don de Dios”

Hoy celebramos el día en Italia para la vida.  Apoyo a las asociaciones, movimientos y centros culturales dedicados a la defensa y promoción de la vida. Quisiera unirme a los obispos italianos reiterando que cada hijo es rostro del Señor amante de la vida, y un don para la familia y la sociedad»

2 de febrero de 2014.-(13 TV /Radio Vaticano Camino Católico) El Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en un domingo lluvioso en Roma, fiesta de la Presentación del Señor, ha hecho hincapié durante el Ángelus en la plaza de san Pedro, en la mucha necesidad que tiene hoy la Iglesia y el mundo de la presencia de los religiosos.

Una presencia “que fortalece y renueva el compromiso de la difusión del Evangelio, la educación cristiana, la caridad hacia los más necesitados, la oración contemplativa”. “Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino” ha afirmado Francisco. Una ofrenda de sí mismos a Dios que concierne también a todos los cristianos, “porque todos estamos consagrados a Él por medio del bautismo”. En el vídeo se visualiza y escucha toda la meditación y la oración del Ángelus del Papa. El texto completo de la meditación del Santo Padre es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

¡Veo a muchos en la plaza, todos estáis mojados por la lluvia y tenéis mucho coraje!

Hoy celebramos la fiesta de la Presentación de Jesús al templo. Esta fecha es también la Jornada de la Vida Consagrada, que destaca la importancia que la Iglesia da a quienes han acogido la vocación de seguir a Jesús de cerca siguiendo el camino de los consejos evangélicos.

El evangelio de hoy nos cuenta que cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al Niño al templo para ofrecerlo y consagrarlo a Dios, como indicado por la ley judía. Este episodio evangélico constituye también una imagen aquellos por un don de Dios donan la propia vida, asumiendo así las facciones de Jesús, pobre y obediente.

Este ofrecimiento de sí mismos a Dios se refiere a todos los cristianos, porque todos hemos sido consagrados a Él mediante el bautismo. Todos hemos sido llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, hacer de nuestra vida un don generoso en la familia, en el trabajo, en el servicio de la Iglesia, en las obras de misericordia.

Entretanto tal consagración es vivida de una manera particular por los religiosos, monjes, laicos consagrados, que tras profesar los votos pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva.

Esta pertenencia al Señor permite a quienes la viven de manera auténtica, ofrecer un testimonio especial del evangelio del reino de Dios. Totalmente consagrados a Dios se encuentran enteramente entregados a los hermanos, para llevar la luz de Cristo allí donde las tinieblas son más densas y para difundir la esperanza en los corazones que perdieron la confianza.

Las personas consagradas son el signo de Dios en los diversos ambientes de la vida, son la levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, profecía de compartir con los pequeños y los pobres. Así entendida y vivida, la vida consagrada nos aparece realmente como es: ¡un don de Dios!

Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino. Necesitamos tanto de estas presencias, que refuerzan y renuevan con empeño la difusión del evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados, de la oración contemplativa, el empeño de la formación humana y espiritual de los jóvenes, de las familias, el empeño por la justicia y la paz en la familia humana.

Pensemos un poco que sucedería si no existieran las monjas, sin las monjas en los hospitales, sin las monjas en las misiones, en las escuelas. Pensemos a una Iglesia sin las monjas, es impensable. Son este don y esta levadura que lleva al pueblo de Dios hacia adelante. Son grandes estas mujeres que consagran su vida y llevan adelante el mensaje de Jesús.

La Iglesia y el mundo necesitan de este testimonio del amor y de la misericordia de Dios. Los consagrados, los religiosos y religiosas son este testimonio de que Dios es bueno, de que Dios es misericordioso. Por ello es necesario valorizar con gratitud las experiencias de la vida consagrada y profundizar el conocimiento de los diversos carismas y espiritualidades.

Es necesario rezar para que tantos jóvenes respondan “sí” al Señor que los llama a consagrase totalmente al Él, y para dar un servicio desinteresado a los hermanos. Consagrar la vida para servir a Dios y a los hermanos.

Por todos estos motivos, como ya fue anunciado, el año próximo será dedicado de una manera especial a la vida consagrada. Confiamos desde ahora esta iniciativa a la intercesión de la Virgen María y de san José, que en cuanto padres de Jesús fueron los primeros a ser consagrados por Él y a consagrar su vida a Él.

(A continuación el Santo Padre rezó la oración del ángelus y después dijo:)

Saludo a las  familias, parroquias, asociaciones y a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de muchas partes del mundo. En particular, saludo a los estudiantes españoles de Villafranca de los Barros y Zafra.

Hoy celebramos el día en Italia para la vida, que tiene como tema «Generar futuro». Extiendo mi saludo y mi apoyo a las asociaciones, movimientos y centros culturales dedicados a la defensa y promoción de la vida. Quisiera unirme a los obispos italianos reiterando que «cada hijo es rostro del Señor amante de la vida, y un don para la familia y la sociedad»(Mensaje para la 36ª jornada nacional para toda la vida).

Cada uno, en su propio papel y en su propio ámbito, se siente llamados a amar y servir a la vida, para aceptarla, respetarla y promoverla, especialmente cuando es frágil y necesita cuidado y atención, desde el vientre hasta su propósito en esta tierra.

Saludo al Cardenal Vicario y quienes participan en la diócesis de Roma para la animación de esta jornada por la vida. Quiero expresar mi agradecimiento a los profesores que, en esta circunstancia, han dado lugar a conferencias sobre temas de actualidad relacionados con el parto.

Les deseo a todos buen domingo y buena comida. ¡Adiós!

Papa Francisco

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