Papa Francisco en el Ángelus: «Sigamos la lógica evangélica de la justicia y no la mundana de la corrupción»

* «Cuando buscamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la transparencia en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. En la gratuidad y en la donación de nosotros mismos a nuestros hermanos, servimos al amo justo: Dios»

Video completo de las palabras del Papa traducidas al español

18 de septiembre 2016.- (13 TV / Radio Vaticano Camino Católico)  “Jesús hoy nos exhorta a hacer una elección clara entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción y de la avaricia y aquella de la rectitud y del compartir”,lo dijo el Papa Francisco a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus del tercer domingo de septiembre.

Comentando el Evangelio que la liturgia presenta este XXV Domingo del tiempo Ordinario, el Santo Padre señaló que “hoy Jesús nos invita a reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: aquel mundano y aquel del Evangelio”. Y lo hace mediante la narración de la parábola del administrador infiel y corrupto, que es alabado por el hombre rico, no obstante su deshonestidad. En el vídeo superior se escuchan y visualizan las palabras del Santo Padre traducidas al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hoy Jesús nos invita a reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: aquel mundano y aquel del Evangelio. El espíritu del mundo no es el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante la narración de la parábola del administrador infiel y corrupto, que es alabado por Jesús no obstante su deshonestidad (Cfr. Lc 16,1-13). En seguida, es necesario precisar que este administrador no es presentado como un modelo a seguir, sino como un ejemplo de astucia. Este hombre es acusado de una mala gestión de los negocios de su amo y, antes de ser echado, busca astutamente cautivar la benevolencia de los deudores, condonando a ellos una parte de la deuda para asegurarse así un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús observa: «Los hijos de este mundo son más astutos en su trato con lo demás que los hijos de la luz» (v. 8).

A tal astucia mundana nosotros estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don del Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu y de los valores del mundo, que tanto gustan al demonio, para vivir según el Evangelio. Y la mundanidad, ¿Cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción, de engaño, de prepotencia, y constituyen el camino más equivocado, el camino del pecado, porque la una te lleva a la otra, ¡eh! Es como una cadena, a pesar – es verdad – que esa sea la más cómoda de recorrer, generalmente. En cambio, el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio – serio pero gozoso, ¡eh! Lleno de alegría – y comprometido, impostado en la honestidad, en la rectitud, en el respeto a los demás y a su dignidad, en el sentido del deber. ¡Y esta es la astucia cristiana!

El recorrido de la vida necesariamente implica una elección entre estos dos caminos: entre honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre el bien y el mal. No se puede oscilar entre la una y la otra, porque se mueven sobre lógicas diversas y contrastantes. El profeta Elías decía al pueblo de Israel que caminaba sobre estas vías: “Ustedes cojean con los dos pies”. Es una bella imagen. Es importante decidir qué dirección tomar y luego, una vez decidida aquella justa, caminar con impulso y determinación, encomendándose a la gracia del Señor y a la ayuda de su Espíritu. Fuerte y categórico es la conclusión del pasaje evangélico: «Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo» (v. 13).

Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a hacer una elección clara entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, de la prepotencia y de la avaricia y aquella de la rectitud, de la mansedumbre y del compartir. Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa de poderlas usar y dejarlas cuando quiere. Se comienza con poco: un manojo de aquí y una coima de allá… Y entre esta y aquella lentamente se pierde la libertad. También la corrupción produce dependencia, y genera pobreza, explotación, sufrimiento. ¡Y cuantas víctimas existen hoy en el mundo! Cuántas víctimas de esta difundida corrupción. En cambio, cuando buscamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la transparencia en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. En la gratuidad y en la donación de nosotros mismos a nuestros hermanos, servimos al amo justo: Dios.

La Virgen María nos ayude a escoger en cada ocasión y a todo costo el camino justo, encontrando también el coraje de caminar contra corriente, para poder seguir a Jesús y a su Evangelio.

(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas,

Ayer en Codrongianos (Sassari) se proclamó Beata a Elisabetta Sanna, madre de familia. Se quedó viuda, se dedico totalmente a la oración y al servicio de los enfermos y de los pobres. Su testimonio es modelo de caridad evangélica animada por la fe.

Hoy en Génova se concluye el Congreso Eucarístico Nacional. Dirijo un especial saludo a los fieles allí reunidos y espero que este evento de gracia reavive en el pueblo italiano la fe en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, en el que adoramos a Cristo, fuente de vida y esperanza para todo hombre.

El próximo martes iré a Asís al Encuentro interreligioso, 30 años después de aquel histórico convocado por San Juan Pablo II. Invito a las parroquias, las asociaciones eclesiales y a los fieles de todo el mundo a vivir ese día como una Jornada de Oración por la Paz. Tras el ejemplo de San Francisco, hombre de fraternidad y mansedumbre, estamos llamados a ofrecer al mundo un fuerte testimonio de nuestro común compromiso por la paz y la reconciliación entre los pueblos.

Os saludo con afecto a vosotros, romanos y peregrinos provenientes de los distintos países. En especial saludo a los fieles de la diócesis de Colonia y de Marianapolis.

A todos os deseo un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí ¡Buena comida y hasta luego!

Francisco

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