Papa Francisco en el Ángelus: «Vivir una Navidad cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros»

«El Verbo, que encontró morada en el seno virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros está llamado a responder, como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia, de su amor»

21 de diciembre de 2014.- (13 TV Radio Vaticano Camino Católico)  Ante la inminencia de la Navidad, a la hora del Ángelus del cuarto y último Domingo de Adviento, el Papa Francisco recordó a los fieles y peregrinos reunidos en una Plaza de San Pedro adornada con los símbolos típicos de este período – el Pesebre y el Árbol – que la liturgia nos invita a meditar el relato del anuncio del Ángel a María. Y afirmó que al contemplar el momento en que esta sencilla muchacha de Nazaret se vuelve disponible al mensaje divino con su “sí” vemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.

Ante todo su fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios y abandonarse a ella con plena disponibilidad de mente y de corazón. Y también la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. Porque Ella – dijo el Papa Francisco – es la que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios en ese “sí” humilde y valiente, enseñándonos, de este modo, a comprender el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta generosa. El Papa Bergoglio no olvidó mencionar la presencia silenciosa de San José en este misterio, cuya figura se representa siempre en todo pesebre.

Después de destacar que el don precioso de la Navidad es la paz, que Cristo es nuestra paz verdadera, el Santo Padre concluyó pidiendo la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad y dispuestos a acoger al Salvador, es decir de Dios-con-nosotros. En el vídeo se escucha y visualiza la meditación completa del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, cuarto y último Domingo de Adviento, la liturgia quiere prepararnos a la Navidad, ya a las puertas, invitándonos a meditar el relato del anuncio de Ángel a María. El Arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor, que ella se convierta en la madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1, 31-32).

Fijemos la mirada sobre esta sencilla muchacha de Nazaret, en el momento en que se vuelve disponible al mensaje divino con su “sí”; captamos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.

Ante todo, su fe, su actitud de fe, que consiste en escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Al responder al Ángel María dijo: “Yo soy la sierva del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (v. 38). En su “sí” lleno de fe, María no sabe por cuáles caminos deberá aventurarse, cuáles dolores deberá padecer, cuáles riesgos afrontar. Pero es consciente que es el Señor quien pide y ella se fía totalmente de Él, se abandona a su amor. Ésta es la fe de María.

Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios, “revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad” (Rm 16, 25). Ha hecho posible la encarnación del Verbo gracias precisamente a su “sí” humilde y valiente. María nos enseña a comprender el momento favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta rápida y generosa.

Y Jesús pasa. En efecto, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén, que se produjo históricamente hace ya más de dos mil años, se produce como evento espiritual, en el “hoy” de la Liturgia. El Verbo, que encontró morada en el seno virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros está llamado a responder, como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia, de su amor.

Eh, cuántas veces Jesús pasa por nuestra vida. Y cuántas veces nos envía un ángel. Y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos tan ocupados e inmersos en nuestros pensamientos, en nuestros asuntos e incluso, en estos días, en nuestra preparación de la Navidad, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a la puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un “sí”, como el de María.

Un santo decía: “Tengo temor de que el Señor pase”. ¿Saben por qué tenía temor? Temor de no darse cuenta y dejarlo pasar. Cuando nosotros sentimos en nuestro corazón: “Pero yo querría ser más bueno, más buena, me he arrepentido de esto que he hecho, aquí está precisamente el Señor que llama, que te hace sentir ganas de ser mejor, las ganas de permanecer más cerca de los demás, de Dios. Si tú sientes esto, detente. Allí está el Señor. Y ve a rezar, tal vez a la Confesión. A limpiar un poco el orujo. Eso hace bien. Pero acuérdate bien, si tú sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama. No lo dejes pasar.

En el misterio de la Navidad, junto a María está la silenciosa presencia de San José, tal como es representada en todo pesebre, también en el que pueden admirar aquí, en la Plaza de San Pedro.

El ejemplo de María y de José es para todos nosotros una invitación a recibir acoger, con total apertura del alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano.

Él viene a traer al mundo el don de la paz: “En la tierra, paz a los hombres que él ama” (Lc 2, 14), como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra paz verdadera. Y Cristo llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma. Abramos las puertas a Cristo.

Nos encomendamos a la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.

 (Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo a todos ustedes, fieles romanos y peregrinos venidos de varios países; a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular, saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, la Comunidad Papa Juan XXIII y a los scout AGESCI de Tor Sapienza (Roma).

No olvidar: el Señor pasa, y si tu sientes el deseo de mejorar, de ser más bueno, es el Señor, que golpea a tu puerta. En esta Navidad, el Señor pasa.

Les deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al Señor, una Navidad de alegría y de fraternidad. No se olviden por favor, de rezar por mí. Buen almuerzo. ¡Hasta pronto!

Francisco

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