Papa Francisco en el Regina Coeli: «Somos testigos de la alegría de Dios en la vida cotidiana porque Cristo está con nosotros, está vivo»

* «Hoy es la 50º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Espero que nuestro modo de comunicar en la Iglesia tenga siempre un estilo evangélico claro, un estilo que una la verdad y la misericordia»

Video completo en español con las palabras del Papa en el Regina Coeli

* «Hoy en muchos países se celebra el Día de la Madre; recordamos con gratitud y afecto a todas las madres confiándolas a María, la madre de Jesús»

de mayo de 2016.- (13 TV / Radio Vaticano Camino Católico) En la hora del Regina Coeli del VII Domingo de Pascua, el Papa Francisco reflexionó sobre el significado que tiene la Ascensión del Señor en nuestros días: Somos testigos de la alegría de Dios no sólo con palabras, sino también en la vida cotidiana. “Éste es el testimonio que cada domingo tendría que salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en las casas, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de diversión, en los hospitales, en las cárceles…”. “En su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados” (Lc, v.47).

Ante una multitud de fieles que llegaron a la Plaza de San Pedro para rezar la oración a la Madre de Dios, Francisco detalló que esta misión anunciadora tiene un secreto: la presencia del Señor resucitado que con el don del espíritu Santo abre nuestra mente y nuestro corazón para anunciar su amor y su misericordia, también en los ambiente más refinados de nuestra vida.

“¡El ‘Dios con nosotros’ no nos deja solos!”exclamó el Papa invitando a mirar hacia delante para reconocer nuestro futuro, que ante la Ascensión de Jesús, tiene la promesa de nuestra participación a la vida con Dios. «Está con nosotros, está vivo», repitió e hizo repetir a los fieles. En el vídeo se visualizan y escuchan traducidas al español las palabras del Papa en el momento de rezar el Regina Coeli, cuyo texto completo es elsiguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terrenal para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. El Evangelio de Lucas nos muestra la reacción de los discípulos ante el Señor que «se separó de ellos y fue llevado al cielo» (24,51). No hubo en ellos dolor y pérdida, sino «que se postraron delante de él, y volvieron a Jerusalén con gran alegría» (v. 52). Es el regreso de quien no teme más a la ciudad que rechazó al Maestro, que vio la traición de Judas y la negación de Pedro, la dispersión de los discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado.

A partir de ese día, para los Apóstoles y para cada discípulo de Cristo, fue posible vivir en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, incluso en aquellas más atormentadas por la injusticia y la violencia, porque sobre cada ciudad, está el mismo cielo, y cada habitante puede elevar la mirada con esperanza. En este cielo habita aquel Dios que se reveló tan cercano de asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él es por siempre el Dios-con-nosotros, y no nos deja solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer ante nosotros nuestro futuro. En la Ascensión de Jesús, el Crucificado Resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de la vida con Dios.

Antes de separarse de sus amigos, Jesús, refiriéndose al acontecimiento de su muerte y resurrección, les dijo: «Ustedes son testigos de todo esto» (v. 48). Y de hecho, después de ver a su Señor ascender al cielo, los discípulos volvieron a la ciudad como testigos que con alegría anuncian a todos la nueva vida que viene del Crucificado Resucitado, en cuyo nombre «debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados» (v. 47). Éste es el testimonio – hecho no sólo con las palabras, sino también con la vida cotidiana – que cada domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en los hogares, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de diversión, en los hospitales, en las cárceles, en los hogares de ancianos, en los lugares atestados de los inmigrantes, en las periferias de la ciudad…

Jesús nos aseguró que en este anuncio y en este testimonio estaremos «revestidos con la fuerza que viene de lo alto» (v. 49), es decir, con la potencia del Espíritu Santo. Aquí reside el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu sigue abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para proclamar su amor y su misericordia, también en los ambientes refractarios de nuestras ciudades. Este testimonio tenemos que llevarlo cada semana: Cristo está con nosotros, Jesús subió al cielo, está con nosotros, Cristo está vivo.

El Espíritu Santo es el verdadero artífice del testimonio multiforme que la Iglesia y todos los bautizados restituyen en el mundo. Por lo tanto, no podemos descuidar nunca el recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu. En esta semana, que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos espiritualmente en el Cenáculo, con la Virgen María, para recibir el Espíritu Santo. Lo hacemos incluso ahora, en comunión con los fieles reunidos en el Santuario de Pompeya para tradicional Súplica.

(Después de la oración mariana del Regina Coeli el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy es la 50º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, querida por el Vaticano II. De hecho, los padres conciliares, reflexionando sobre la Iglesia del mundo contemporáneo, comprendieron la importancia crucial de las comunicaciones, que «pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital» (Mensaje 2016). Dirijo a todos los agentes de comunicación un saludo cordial, y espero que nuestro modo de comunicar en la Iglesia tenga siempre un estilo evangélico claro, un estilo que una la verdad y la misericordia.

Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de varios países. En particular, a los fieles polacos de Varsovia, Lowicz y Ostroda; a la Filarmónica de Viena; al grupo irlandés Amigos de Mons. O’Flaherty; a los estudiantes Colegio Corderius (Países Bajos); y a la Katholische Akademische Verbindung «Capitolina».

Saludo a los participantes de la Marcha por la Vida, a los amigos de la Obra Don Folci y del Preseminario San Pío X, a los Scouts de Europa de Roma Oeste y Roma Sur, y a los numerosos confirmandos de la Diócesis de Génova. ¡Son bulliciosos, los genoveses!

Hoy en muchos países se celebra el Día de la Madre; recordamos con gratitud y afecto a todas las madres –aquellas que están hoy en la plaza, nuestras madres, aquellas que están con nosotros y aquellas que ya han ido al cielo- confiándolas a María, la madre de Jesús. Y juntos, para todas las madres, recemos el Ave María…

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco

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