Papa Francisco en homilía, 5-11-2021: «El Sagrado Corazón nos muestra la pasión amorosa de Dios por nosotros y nos hace ver cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación»

* «El Corazón de Jesús cura nuestra memoria porque nos llega al afecto fundacional. La enraíza en una base más sólida. Nos recuerda que, a pesar de cualquier cosa que nos suceda en la vida, somos amados. Sí, somos seres amados, hijos que el Padre ama siempre y, por lo tanto, hermanos por los que Corazón de Cristo palpita. Cada vez que escuchamos al Corazón, nos descubrimos ‘enraizados y fundados en la caridad’. Cultivando esta memoria, que se refuerza cuando hablamos de tú a tú con el Señor, sobre todo cuando nos dejamos mirar y amar por él en la adoración»

Video completo de Vatican News de la homilía del Papa traducida al español

* «Si queremos de verdad amar a Dios, debemos apasionarnos del hombre, de todo hombre, sobre todo de aquel que vive la condición en la que el Corazón de Jesús se ha manifestado: el dolor, el abandono, el descarte. Sobre todo, esta cultura del descarte que vivimos hoy. Cuando servimos al que sufre, consolamos y alegramos al Corazón de Cristo. El Corazón de Jesús late por nosotros rimando siempre estas palabras: ‘¡Ánimo! ¡No tengas miedo!’. Ánimo, hermana, ánimo, hermano, no desfallezcas, el Señor tu Dios es más grande que todos tus males, te toma de la mano y te acaricia. Es cercano a ti, es compasivo, es tierno. Él es tu consuelo»

5 de noviembre de 2021.- (Camino Católico)  Tal como estaba previsto, esta mañana poco después de las 10.00 el Santo Padre se ha dirigido en automóvil desde la Casa de Santa Marta hasta el Policlínico Agostino Gemelli de Roma para celebrar la Santa Misa con ocasión del 60º aniversario de la inauguración de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón.

En su homilía, el Papa, tras recordar la conmemoración “con gratitud” del “don de esta sede de la Universidad Católica”, ha compartido con los participantes en esta Eucaristía algunas reflexiones sobre su nombre. Ante todo, ha destacado que “está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, al que se dedica este día, el primer viernes del mes”. Y ha añadido: “Al contemplar el Corazón de Cristo, podemos guiarnos por tres palabras: recuerdo, pasión y consuelo”.

En cuanto a cómo funciona nuestra memoria, simplificando, Francisco ha explicado que “podríamos decir que nos acordamos de alguien o de algo cuando nos toca el corazón, cuando está ligado a un afecto o a un desamor particular”. Pues bien, el Corazón de Jesús sana nuestra memoria porque la devuelve al afecto fundacional: “Nos recuerda que, pase lo que pase en la vida, somos amados”. “Somos seres amados, hijos a los que el Padre ama siempre y en todo caso, hermanos por los que late el Corazón de Cristo”. Por esta razón, “cada vez que miramos ese Corazón nos descubrimos arraigados y cimentados en el amor, como dijo el apóstol Pablo en la primera lectura”. El Papa invitó a cultivar esta memoria, “que se fortalece cuando estamos cara a cara con el Señor, especialmente cuando nos dejamos mirar y amar por Él en la adoración”.

 “El Corazón de Cristo no es una devoción piadosa para sentir un poco de calor en el interior, no es una imagen tierna que despierte afecto. Es un corazón apasionado, herido de amor, desgarrado por nosotros en la cruz… Nos muestra cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación. En su ternura y dolor, ese Corazón revela, en definitiva, lo que es la pasión de Dios: el hombre”.

El Papa se ha referido al “consuelo”. Y ha explicado que “indica una fuerza que no viene de nosotros, sino de los que están con nosotros. Jesús, el Dios-con-nosotros, nos da esta fuerza, su Corazón nos da valor en la adversidad”.

El Papa ha dicho que el Corazón de Jesús late por nosotros, repitiendo siempre esas palabras: “Ánimo hermana, ánimo hermano, no te desanimes, el Señor tu Dios es más grande que tus males, te lleva de la mano y te acaricia. Él es su consuelo”.

Hacia el final de su homilía el Pontífice dijo que “si miramos la realidad desde la grandeza” del Corazón de Jesús, “cambia la perspectiva, cambia nuestro conocimiento de la vida porque, como nos recordaba San Pablo, conocemos el amor de Cristo que supera todo conocimiento». En el video de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

En el momento de conmemorar con agradecimiento el regalo de esta Sede de la Universidad Católica, quisiera compartir algunos pensamientos con motivo de su nombre. Está intitulada del Sagrado Corazón de Jesús, al cual está dedicado este día, primer viernes del mes. Contemplando el Corazón de Cristo podemos dejarnos guiar por tres palabras: recuerdo, pasión y consuelo.

Recuerdo. Recordar significa ‘volver con el corazón’. ¿Adónde nos hace retornar el Corazón de Jesús? A cuanto ha hecho por nosotros: el Corazón de Cristo nos muestra a Jesús que se ofrece: es el compendio de su misericordia. Mirándolo, como hace Juan en el Evangelio, nos surge de forma natural el hacer memoria de su bondad, que es gratuita, no se compra ni se vende, e incondicional, no depende de nuestras obras. Es soberana y conmueve”.

En las prisas de hoy, entre miles de carreras y continuos afanes, estamos perdiendo la capacidad de conmovernos y de experimentar la compasión, porque estamos perdiendo este volver al corazón, es decir, el recuerdo, la memoria.

Sin memoria se pierden las raíces, y sin raíces no se crece. Nos hace bien alimentar la memoria de quien nos ha amado, sanado, aliviado.

Quisiera renovar hoy mi ‘gracias’ por los cuidados y el afecto que recibí aquí. Creo que en este tiempo de pandemia nos hace bien hacer memoria también de los períodos de mayor sufrimiento: no para entristecernos, sino para no olvidarnos y para orientarnos en las decisiones hacia la luz de un pasado muy reciente.

Pero ¿cómo funciona nuestra memoria? Simplificando, podemos decir que recordamos a alguien o algo cuando nos toca el corazón, cuando se liga a un afecto particular o a una falta de afecto.

Entonces, el Corazón de Jesús cura nuestra memoria porque nos llega al afecto fundacional. La enraíza en una base más sólida. Nos recuerda que, a pesar de cualquier cosa que nos suceda en la vida, somos amados. Sí, somos seres amados, hijos que el Padre ama siempre y, por lo tanto, hermanos por los que Corazón de Cristo palpita. Cada vez que escuchamos al Corazón, nos descubrimos ‘enraizados y fundados en la caridad’, como dijo el Apóstol Pablo en la primera Lectura.

Cultivando esta memoria, que se refuerza cuando hablamos de tú a tú con el Señor, sobre todo cuando nos dejamos mirar y amar por él en la adoración. Pero también podemos cultivar entre nosotros el arte del recuerdo, haciendo tesoro de los rostros que encontramos.

Pienso en los días agotadores en el hospital, en la universidad, en el trabajo. Nos arriesgamos a que todo pase sin dejar huella o que nos quedemos sólo con la fatiga y el cansancio. Nos hace bien, por la noche, hacer resumen de los rostros que hemos encontrado, de las sonrisas que hemos recibido, de las buenas palabras.

Son recuerdos de amor y ayudan a nuestra memoria a encontrarse a sí misma. Que nuestra memoria se encuentre a sí misma. ¡Qué importantes son estos recuerdos en los hospitales! Pueden dar sentido a la jornada de un enfermo. Una palabra fraterna, una sonrisa, una caricia en el rostro: son recuerdos que se quedan dentro, que hacen bien al corazón. ¡No olvidemos la terapia del recuerdo! Hace mucho bien.

Pasión es la segunda palabra. Pasión. La primera es la memoria, recordar. La segunda es Pasión. El Corazón de Cristo no es una devoción pía para sentir un poco de calor dentro, no es una imagen tierna que suscita afecto. No es eso, no. Es un corazón apasionado, basta leer el Evangelio, un corazón herido de amor, destrozado por nosotros en la Cruz.

Hemos escuchado cómo el Evangelio nos habla: ‘Una lanza le golpeó en el costado y al instante surgió sangre y agua’. Atravesado, se entrega; muerto, da la vida. El Sagrado Corazón es el icono de la Pasión: nos muestra la ternura visceral de Dios, su pasión amorosa por nosotros y, al mismo tiempo, coronado por la cruz y rodeado de espinas, hace ver cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación. En la ternura y en el dolor, el Corazón revela cuál es la pasión de Dios: el hombre, nosotros.

¿Y cuál es el estilo de Dios?: cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura.

¿Qué nos sugiere esto? Que, si queremos de verdad amar a Dios, debemos apasionarnos del hombre, de todo hombre, sobre todo de aquel que vive la condición en la que el Corazón de Jesús se ha manifestado: el dolor, el abandono, el descarte. Sobre todo, esta cultura del descarte que vivimos hoy.

Cuando servimos al que sufre, consolamos y alegramos al Corazón de Cristo. Un pasaje del Evangelio nos impacta. El evangelista Juan, precisamente en el momento en el que describe el costado traspasado, de donde surge sangre y agua, da testimonio para que creamos.

San Juan escribe que en aquel momento se produce el testimonio. Porque el Corazón destrozado de Dios es elocuente. Habla sin palabras, porque es misericordia en estado puro, amor que es herido y que da la vida. Es Dios con la cercanía, la compasión y la ternura.

¡Cuántas palabras decimos de Dios sin dejar que transpire amor! Pero el amor habla por sí mismo, no habla de sí. Pidamos la gracia de apasionarnos del hombre que sufre, de apasionarnos del servicio, porque la Iglesia, antes que tener palabras que decir, custodia un corazón que late de amor. Antes de hablar, que aprenda a custodiar el corazón de amor.

La tercera palabra es consuelo. La primera era memoria, la segunda pasión, la tercera consuelo. Indica una fuerza que no viene de nosotros, sino que está con nosotros. De ahí viene la fuerza. Jesús, el Dios con nosotros, nos da esta fuerza, su Corazón da valentía en la adversidad. Muchas incertezas nos asustan: en este tiempo de pandemia nos hemos descubierto más pequeños y frágiles.

A pesar de tantos progresos maravillosos, se ve también en el campo médico: cuántas enfermedades raras y desconocidas. Cuando encuentro en las Audiencias personas, sobre todo niños, niñas y pregunto de qué está enfermo, me responden: ‘De una enfermedad rara’. Cuántas hay hoy’.

Cuánto cansancio para perseguir patologías, en las estructuras sanitarias, en una sanidad que sea de verdad como debe ser, para todos. Podemos desanimarnos. Por esto necesitamos consuelo. El Corazón de Jesús late por nosotros rimando siempre estas palabras: ‘¡Ánimo! ¡No tengas miedo!’. Ánimo, hermana, ánimo, hermano, no desfallezcas, el Señor tu Dios es más grande que todos tus males, te toma de la mano y te acaricia. Es cercano a ti, es compasivo, es tierno. Él es tu consuelo.

Si miramos la realidad a partir de la grandeza de su Corazón, la perspectiva cambia, cambia nuestro conocimiento de la vida porque, como nos ha recordado San Pablo, conocemos ‘el amor de Cristo que supera todo conocimiento’. Animémonos con esta certeza, con este consuelo de Dios.

Y pidamos al sagrado Corazón la gracia de ser capaces, a su vez, de consolar. Es una gracia que se pide mientras nos comprometemos con valentía a abrirnos, a ayudarnos, a llevar los unos los pesos de los otros. Vale también para el futuro de la santidad, en particular de la santidad ‘católica’: compartir, ayudarse, andar adelante juntos.

Que Jesús abra los corazones de quienes se preocupan por los enfermos con colaboración y cohesión. A tu Corazón, Señor, encomendamos la vocación del cuidado: haz que se sienta querida toda persona que se acerque a nosotros en la necesidad.

Francisco

Santa Misa  presidida por el Papa Francisco en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, 5-11-2021


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