Papa Francisco en homilía en Santa Marta, 6-5-2020: «Jesús nos pide tener el valor de ver nuestras tinieblas para que su luz entre y nos salve»

* «No es fácil vivir en la luz. La luz nos hace ver muchas cosas feas dentro de nosotros que no queremos ver. Pensemos en nuestros vicios, pensemos en nuestra soberbia, pensemos en nuestro espíritu mundano: todo esto nos ciega, nos aleja de la luz de Jesús. Pero si comenzamos a pensar en estas cosas, nos encontraremos un muro, no, encontraremos una salida, porque Jesús mismo dice que Él es la luz, y también: “Vine al mundo no para condenar al mundo, sino para salvar al mundo” (cf. Jn 12,46-47). Jesús mismo, la luz, dice: “Ten valor: déjate iluminar, déjate ver por lo que tienes dentro, porque soy yo quien te lleva adelante, para salvarte. No te condeno. Yo te salvo” (cf. v. 47). El Señor nos salva de nuestras tinieblas interiores, de las tinieblas de la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la vida nacional, internacional»

Video completo de la transmisión en directo de Vatican News de la  homilía del Papa traducida al español

* «Oremos hoy por los hombres y mujeres que trabajan en los medios de comunicación. En este tiempo de pandemia arriesgan mucho y el trabajo es mucho. Que el Señor los ayude en este trabajo de transmitir, siempre, la verdad»

6 de mayo de 2020.- (Camino Católico)  En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este miércoles de la IV Semana de Pascua, el Papa Francisco  ha pedido por todos aquellos que trabajan en los medios de comunicación:

“Oremos hoy por los hombres y mujeres que trabajan en los medios de comunicación. En este tiempo de pandemia arriesgan mucho y el trabajo es mucho. Que el Señor los ayude en este trabajo de transmitir, siempre, la verdad”.

En su homilía, el Papa Francisco comentando el Evangelio del día (Jn 12, 44-50), recuerda que Jesús se presenta como la luz, la luz que ha venido al mundo y no ha venido a condenar, sino a salvarlo. De aquí deriva la misión de Jesús que es iluminar: Él es la luz del mundo. La misión de los apóstoles también es llevar esta luz, la luz de Jesús, porque el mundo está en la oscuridad. El drama de la luz de Jesús, señaló el Papa, es que fue rechazado: su pueblo no lo acogió, amaron más las tinieblas que la luz, son esclavos de las tinieblas. Y este también es nuestro drama, porque el pecado nos hace vivir en la oscuridad y no nos gusta ver la luz porque nos hace ver las cosas como son, nos hace ver la verdad. Precisamente la luz de Jesús nos hace ver la libertad, y la verdad. En el vídeo superior Vatican News de visualiza y escucha la homilía del Papa traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Este pasaje del Evangelio de Juan (cf. Jn 12, 44-50) nos muestra la intimidad que hay entre Jesús y el Padre. Jesús hacía lo que el Padre le decía. Por eso dice: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado» (v. 44). Luego concreta su misión. «Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga entre tinieblas» (v. 46). Se presenta como luz, la misión de Jesús es iluminar: la luz. Él mismo ha dicho: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). El profeta Isaías había profetizado esta luz: «El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz» (Mt 4,16 y cf. Is 9,1). La promesa de la luz que iluminará al pueblo. También la misión de los apóstoles es llevar la luz. Pablo se lo dijo al rey Agripa: “Fui elegido para iluminar, para llevar esta luz —que no es mía, es de otro— pero para llevar la luz” (cf. Hch 26,18). Es la misión de Jesús: llevar la luz. Y la misión de los apóstoles es llevar la luz de Jesús. Iluminar. Porque el mundo estaba en tinieblas.

Pero el drama de la luz de Jesús es que ha sido rechazada. Lo dice Juan claramente al principio del Evangelio: “Vino a los suyos, mas los suyos no lo recibieron. Amaban más las tinieblas que la luz” (cf. Jn 1,9-11). Acostumbrarse a las tinieblas, vivir en las tinieblas: no saben aceptar la luz, no pueden; son esclavos de las tinieblas. Y esta será la continua lucha de Jesús: iluminar, llevar la luz que hace ver las cosas como están, como son; hace ver la libertad, hace ver la verdad, muestra el camino por el que ir, con la luz de Jesús.

Pablo vivió esta experiencia del paso de las tinieblas a la luz, cuando el Señor lo encontró en el camino de Damasco. Se quedó ciego. Ciego. La luz del Señor lo cegó. Y luego, tras pasar unos días, con el bautismo recobró la luz (cf. Hch 9,1-19). Tuvo esa experiencia de pasar de las tinieblas, en que vivía, a la luz. Es también nuestro paso, que sacramentalmente recibimos en el bautismo: por esto el bautismo se llamaba en los primeros siglos, la Iluminación (cf. San Justino, Apologia, 1, 61, 12), porque te daba la luz, te “hacía entrar”. Por eso en la ceremonia del Bautismo damos un cirio encendido, una candela encendida al padre y a la madre, para que el niño, la niña, sea iluminado, sea iluminada.

Jesús trae la luz. Pero el pueblo, la gente, su pueblo lo ha rechazado. Está tan acostumbrado a las tinieblas que la luz lo deslumbra, no sabe caminar (cf. Jn 1,10-11). Y este es el drama de nuestro pecado: el pecado nos ciega y no podemos soportar la luz. Tenemos los ojos enfermos. Y Jesús lo dice claramente en el Evangelio de Mateo: “Si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará malo. Si tu ojo ve solamente las tinieblas, ¿cuánta oscuridad habrá en ti?” (cf. Mt 6,22-23). Las tinieblas… Y la conversión es pasar de las tinieblas a la luz.

¿Qué es lo que hace enfermar los ojos, los ojos de la fe? Nuestros ojos están enfermos: ¿cuáles son las cosas que “los debilitan”, que los ciegan? Los vicios, el espíritu mundano, la soberbia. Los vicios que “te derrumban” y también estas tres cosas —los vicios, la soberbia, el espíritu mundano—  te llevan a asociarte con los otros para permanecer seguro en las tinieblas. Hablamos a menudo de mafias: es esto. Pero hay “mafias espirituales”, hay “mafias domésticas”, siempre, buscar a otro para ocultarse y permanecer en las tinieblas. No es fácil vivir en la luz. La luz nos hace ver muchas cosas feas dentro de nosotros que no queremos ver: los vicios, los pecados… Pensemos en nuestros vicios, pensemos en nuestra soberbia, pensemos en nuestro espíritu mundano: todo esto nos ciega, nos aleja de la luz de Jesús.

Pero si comenzamos a pensar en estas cosas, no encontraremos un muro, no, encontraremos una salida, porque Jesús mismo dice que Él es la luz, y también: “Vine al mundo no para condenar al mundo, sino para salvar al mundo” (cf. Jn 12,46-47). Jesús mismo, la luz, dice: “Ten valor: déjate iluminar, déjate ver por lo que tienes dentro, porque soy yo quien te lleva adelante, para salvarte. No te condeno. Yo te salvo” (cf. v. 47). El Señor nos salva de nuestras tinieblas interiores, de las tinieblas de la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la vida nacional, internacional… Hay muchas tinieblas interiores. Y el Señor nos salva. Pero nos pide que las veamos primero; tener el valor de ver nuestras tinieblas para que la luz del Señor entre y nos salve.

No tengamos miedo del Señor: es muy bueno, es manso, está cerca de nosotros. Vino a salvarnos. No tengamos miedo de la luz de Jesús.

El Papa ha terminado la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa:

Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma.Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás Me aparte de Ti. Amén.

Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, Regina Coeli:

Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.

(Reina del Cielo, regocíjate, aleluya. Cristo, a quien llevaste en tu vientre, aleluya, se ha levantado, como prometió, aleluya. Reza al Señor por nosotros, aleluya).

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