Papa Francisco en homilía en Santa Marta: «Anunciar el Evangelio sin aprovecharse de la condición de cristianos»

“¿Vamos por el camino de Jesucristo? ¿El camino de la humillación, de la humildad, del abajamiento por el servicio? Y Preguntarnos: ‘¿Cuándo tuve ese encuentro con Jesucristo que me llenó de alegría?’. Reencontrarnos con el Señor en este camino tan bello, en el que Él debe crecer y nosotros menguar”

7 de febrero de 2014.- (Radio Vaticano Camino Católico)  Anunciar el Evangelio sin aprovecharse de la condición de cristianos. Es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha desarrollado su homilía a partir del martirio de Juan el Bautista y ha destacado que, como él, el verdadero discípulo de Cristo sigue el camino de la humildad sin adueñarse de la profecía.

Herodes manda asesinar a Juan para contentar a su amante Herodías y el capricho de su hija. Papa Francisco ha comenzado deteniéndose en la trágica muerte del Bautista, relatada en el Evangelio de hoy. Juan, observó el Papa, “es un hombre que tuvo un tiempo de vida breve, un breve tiempo para anunciar la Palabra de Dios”. Era el hombre, añadió, que “Dios envió para preparar el camino a su Hijo”. Juan termina mal su vida, en la corte de Herodes “que estaba banqueteando”.

“Cuando existe la corte es posible hacer de todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen todas estas cosas. ¿Qué hizo Juan? Antes que nada anunció al Señor. Anunció que estaba cerca el Salvador, el Señor, que estaba cerca el Reino de Dios. Y lo hizo con fuerza. Y bautizaba. Exhortaba a todos a convertirse. Era un hombre fuerte. Y anunciaba a Jesucristo”.

“La primera gran cosa que hizo Juan fue anunciar a Jesucristo”.Otra cosa que hizo, prosiguió el Papa, “es no adueñarse de su autoridad moral”. El Papa recordó que tuvo la posibilidad de decir: “‘Yo soy el Mesías’, porque tenía mucha autoridad moral”, “toda la gente iba hacia él”. Sin embargo el Evangelio cuenta que Juan decía a todos que se convirtieran. Los fariseos y los doctores veían su fuerza: “Era un hombre recto”. Le preguntaron si era él el Mesías. Y en ese momento “de la tentación, de la vanidad”, podía poner “cara de foto” y decir: “Pues no sé…”, con falsa humildad. Sin embargo fue contundente: “¡No! Yo no lo soy. Detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo, y yo no soy digno ni de agacharme para desatarle las sandalias”. Juan, afirmó el Papa, “fue muy claro, no robó ese título. No se adueñó de su ministerio”. Esta, por tanto, es la segunda cosa que hizo él, “hombre de verdad”: “No robar la dignidad. La tercera cosa importante que hizo Juan es imitar a Cristo”. También Herodes, que lo asesinó, “creía que Jesús era Juan”. Juan, observó, imitó a Jesús “sobre todo en el camino del abajamiento: Juan se humilló, se abajó hasta la muerte, hasta el final. También está el tipo de muerte, vergonzoso: Jesús como un malhechor, como un ladrón, como un criminal, en la cruz”:

“Muertes humillantes. También Juan tuvo su ‘huerto de los olivos’, su angustia en la cárcel, cuando creía que se había equivocado y manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús: ‘Pero dime, ¿eres tú o me he equivocado y hay otro?’. La oscuridad del alma, esa oscuridad que purifica como Jesús en el huerto de los olivos. Y Jesús respondió a Juan como el Padre respondió a Jesús, consolando. Esa oscuridad del hombre de Dios, de la mujer de Dios. Pienso en ese momento de oscuridad en el alma de la Beata Teresa de Calcuta ¿no? Ah, la mujer a la que todo el mundo alababa. ¡Premio Nobel! Pero ella sabía que en un momento de su vida, largo, había solo oscuridad en su interior”.

“Anunciador de Jesucristo”,añadió, “Juan no se adueña de la profecía”, él “es el icono de un discípulo”. Pero, se preguntó el Papa, “¿dónde está la fuente de este comportamiento de discípulo?”. En un encuentro. El Evangelio, recordó, nos habla del encuentro de María y de Isabel, cuando Juan bailó de alegría en el seno de Isabel. Eran primas. “Quizás, dijo, se encontraron después algunas veces. Y ese encuentro llenó de alegría, de mucha alegría el corazón de Juan y lo transformó en discípulo”. Juan “es el hombre que anuncia a Jesucristo, que no se pone en el lugar de Jesucristo y que sigue el camino de Jesucristo”:

“Nos hará bien hoy, a nosotros, preguntarnos sobre nuestro discipulado: ¿anunciamos a Jesucristo? ¿Nos aprovechamos o no nos aprovechamos de nuestra condición de cristianos como si fuese un privilegio? Juan no se adueña de la profecía. Tercero: ¿vamos por el camino de Jesucristo? ¿El camino de la humillación, de la humildad, del abajamiento por el servicio? Y si vemos que no somos firmes en esto, preguntarnos: ‘¿Cuándo tuve ese encuentro con Jesucristo que me llenó de alegría?’. Y volver a ese encuentro, volver a la primera Galilea del encuentro. ¡Todos nosotros tenemos una! ¡Volved allí! Reencontrarnos con el Señor e id hacia delante en este camino tan bello, en el que Él debe crecer y nosotros menguar”. 

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